Un amigo lee todos los veranos Cuatro historias de mar de Josep Pla. Yo le aplaudo el ritual; pero no lo repito porque a la vera del mar vivo todo el año. «Más verde es la mar de enero», escribió mi vecino Rafael Alberti. Sin embargo, el verano para mí es la sorpresa cíclica de la amistad, cuando todos los veraneantes nos visitan y retomamos conversaciones que la abrupta llegada de septiembre había interrumpido.
En consecuencia, lo que yo debería leer todos los veranos es una apoteosis de la conversación. Hay libros de ellas buenísimos. Y por hacerle un guiño a mi amigo madrileño marinero sobrevenido, sigo con Pla. Tuvo estas conversaciones con el escultor Manolo Hugue, y son una maravilla por ambos cabos, aunque Pla le deja hablar magistralmente. Las citas de uno y de otro irán firmadas por sus iniciales, para dar a cada César lo que es de cada César, que de Dios son los dos.
Vamos, antes de que llegue septiembre.
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No hacer nada predispone a la sociabilidad. [JP]
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[La abuela de Manolo, ante el duelo alrededor de su cama de moribunda] —Pero, ¿no quedamos en que íbamos al Cielo?
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Si la celebridad no da para comer, es algo que produce un asco infinito. [MH]
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Siempre constaté la agradable sorpresa que le producían las cosas a su alrededor en cuanto se ponía las gafas. [JP sobre MH]
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Para ir por el mundo hay algunas cosas que no hacen ningún daño, al contrario. Saber escuchar es una de ellas; otra es saber admirar. […] Para hacer algo en la vida se necesita un mínimo de candor. Otra cosa importante es no tener prisa. En general, la gente que tiene prisa pierde la vida en naderías insignificantes. [MH]
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De Gaudí incluso me gusta eso que hacía de ir a misa y comulgar todos los días. Un hombre que tiene fe, cuando no es un sinvergüenza que utiliza la religión para cobrarte una peseta más en la comida, siempre es superior al hombre que duda. Piénsalo y me darás la razón. El creyente tiene otro aire… Si quieres, un aire algo ridículo, pero su posición es trágica, y eso es lo único que cuenta en este mundo. [MH]
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[La suegra se quejaba amargamente de la enfermedad Santiago Rusiñol, éste le dijo:] Suegra, quería decirle que, aunque yo sea el enfermo, también sufro…
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Y nunca me dejé arrastrar por la moda infantil de denigrar a cualquier maestro. [MH]
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Por eso, desde determinado punto de vista, el haber tenido que prescindir muchas veces del vino blanco con el pescado y del vino tinto con la carne, me ha hecho un gran favor. Me ha ayudado a sentir la realidad. Y ése es el hecho eterno por el que el hombre no cambia nunca: la realidad. Ante la realidad no valen juegos de manos. [MH]
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Me dio literalmente una lección. […] Es fácil ser anarquista con el dinero de los demás. Cuando es de uno, ya es más difícil. [MH]
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[Según Banyuls] se sentía en lo que yo hago algo religioso, de fe, de creyente. Estas palabras son el mayor elogio que jamás se ha hecho sobre mi escultura, el más profundo que se puede hacer. [MH]
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La sola denominación de arte moderno me produce un asco espantoso, porque de hecho no hay más que un arte. [MH]
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En arte, el problema de los estilos es secundario. Está lo bueno y lo malo. [MH]
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Si el poeta de hoy sale discreto e intenso de verdad, entonces es como un antiguo. No hay ningún tipo de diferencia. [MH]
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La encrucijada era clara: o volver a las simples formas eternas o entrar francamente en la farsa y lo cómico. [MH]
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Lo malo es que para hacer de buena persona se necesita dinero. [MH]
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De todas maneras, ha sido natural, entre personas educadas con sencillez, aceptar los posibles honores con saludable e irónica naturalidad. [JP]
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[Sobre el éxito de una exposición] Es un gran éxito, si quieres, pero también lo tuvo Prim en África, según contaba la abuela… [MH]
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El que es eterno nunca es oportuno. [MH]
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No basta con modelar un desnudo fielmente. Hay que darle además vida, gracia, nobleza, y eso, amigo mío, son dones del Espíritu Santo. [MH]
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[Al pintor Joan Commelaran]: Tú querías ser un genio. Entretanto, ya eres padre. No te sientas frustrado. Es más importante ser padre que ser un genio…”. [MH, que adoptó dos niños].
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Cuando había que poner un lema a una obra presentada a un concurso, él propuso: “Disculpen”. [JP]
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Con mi mujer me ha ocurrido algo singular: primero, me enamoré, al final he acabado queriéndola de veras. [MH] [¿Singular?]
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Acaba siendo molesto tener que confesar que la razón se decanta siempre del lado de los griegos. [MH]
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Lo que la gente llama progreso es para mí un tormento. [MH]
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Sí, estoy contento, porque siento que envejezco, lo cual no es lo mismo que sentir que te estás muriendo. No sólo no es lo mismo, sino que son cosas opuestas, en cuanto a su sentido, por supuesto. [MH]
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PICASSO: «Tú, Manolo, siendo como eres un tipo inteligente acabarás haciendo cubismo». MANOLO: «Y tú acabarás con mi paciencia».
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Lo primero, a mi modo de ver, es la santidad. Después viene el genio, pero el genio es generalmente insoportable. [MH]
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Los fracasados que se deshinchan no tienen ningún interés. Los fracasados orgullosos dan pena. Los que vuelven a empezar: ésos son los importantes, valen la pena. Ésos son los hombres auténticos. La vida, generalmente hablando, es un fracaso continuo y permanente. [MH]
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No hay que trabajar para hoy o para mañana. Hay que trabajar para siempre. [MH]
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He vivido una época no revolucionaria, sino revolucionada. Es muy posible que, aparte del ruido, esa época quede en nada. [MH]
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Con el pretexto de la modernidad nos han impuesto verdaderas insignificancias. Con el pretexto de acabar con las antiguallas, trataron de convertirnos en iconoclastas, en auténticos primarios.
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El cuerpo humano es gótico. [MH]
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Miguel Ángel siempre le pone a sus estatuas algún músculo de propina. [MH]
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Josep Maragall contó su muerte: «En su última noche insistía en la idea de hacer una escultura que representase a un ángel que aguanta a un tullido. […] el ángel ha de ser un cuerpo joven, frágil, el modelo ha de ser una niña de diez años, y tiene que entenderse cómo esa criatura puede aguantar el cuerpo de un hombre tan pesado… […] Ya sé cómo será el ángel; tendrá toda la fuerza en el pie. Ya verás qué patada dará al suelo para abrir las alas…»
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Murió a los setenta y tres años, edad que, en su oficio, es, en realidad, la adolescencia. A todos nos hubiese convenido que le hubiesen sido concedidos cincuenta años más de vida. [JP]