“NO COCINA, PERO NO MUERDE. Viuda se ofrece como ama de llaves. Buenas costumbres, disposición excepcional. Ninguna habilidad culinaria, pero un diez en las demás tareas del hogar. Sueldo negociable, pero debe incluir billete de tren hasta Montana; compromiso de un año de cuidados sin igual para su hogar. Se ruega responder a: Apartado 19, Oficina de Correos de Lowry Hill, Minneapolis, Minnesota”.

Cuando el señor Milliron, un viudo con tres hijos, encuentra este extraño párrafo en el periódico local de una aldea del Oeste, no duda en contratar a la anunciante, Rose Llewellyn. La nueva ama de llaves llega a Montana con su hermano Morris, un tipo extravagante que asumirá el puesto de maestro de la escuela local tras la fuga de la anterior profesora.

 

 

La convivencia con los dos forasteros revoluciona la vida de los jóvenes Million, y especialmente de Paul, quien recuerda, medio siglo después, convertido en inspector de educación, el año del Cometa Halley. Ahora el desafío al que se enfrenta es muy distinto: debe tomar una decisión sobre el cierre de las pequeñas escuelas rurales, incluida la de su pueblo, Maria Coulee.

Esta mezcla de bildungsroman, novela de aventuras y western costumbrista, homenaje explícito a Mark Twain, tiene como principal virtud su apego al territorio, a lo concreto, a un tiempo y un lugar, algo nada común en la era de lo líquido. Con pocos recursos narrativos, pero bien dominados –no está ausente el humor, ni cierta dosis de intriga-, deja al lector un regusto amable, pero no dulzón.

Ivan Doig (1939-2015) nació precisamente en Montana, y allí, entre las Montañass Rocosas y las inmensas praderas, ambientó casi toda su obra. No en vano, antes de hacerse famoso trabajó como granjero y guardabosques, aunque también se licenció en Periodismo y en Historia. Su primer libro fue finalista del National Book Award. Después vinieron una docena de novelas y varios tomos de memorias personales, que lo colocan a la altura de los grandes cronistas del Oeste americano, como reconoció la Western Literature Association.

El New York Times Book Review se sorprendió de que Doig, en 2006, fuera capaz de escribir y presentar sus personajes sin una pizca de cinismo. Elegía de las viejas escuelas rurales, de las amistades, de la masculinidad de siempre y del trabajo del campo, Una temporada para silbar es una novela balsámica, tan necesaria y benéfica como unas vacaciones en la montaña.