En esta humilde estafeta solemos trajinar con la relación entre la literatura y las series de televisión. Pero, ¿y si probamos el «más difícil todavía»? Insertemos un paso intermedio: aquellos relatos que nacieron de un libro, fueron adaptados al cine en la gran pantalla y, finalmente, acabaron derivando en una serie de televisión. Y lo hacemos aprovechando el Pisuerga de La costa de los mosquitos, una de las apuestas más potentes de Apple TV para esta primavera.

Porque ha llegado con mucho bombo la adaptación televisiva de la novela en torno al consumismo y la utopía escrita por Paul Theroux en 1981. En ella, un padre decide mandar a tomar viento la civilización para recluirse con su familia en una pequeña zona de Honduras. La novela gozó de cierto predicamento al publicarse, tanto por su originalidad como por la resonancia sociopolítica de sus temas de fondo. Eso animó a un cineasta tan interesante como el australiano Peter Weir (El club de los poetas muertos, El show de Truman) a traducirla en imágenes en 1986. La película, aunque sugerente en su puesta en escena, resultó un logro irregular. Weir no ganó el fervor de la crítica ni del público, en parte porque el protagonista —interpretado por un Harrison Ford con un registro muy diferente a los que había encarnado hasta entonces— resultaba demasiado contradictorio para ganarse la simpatía y admiración de la audiencia. Ahora, cuarenta años después de la publicación de la novela, la cada vez más sugerente Apple TV ha embarcado al actor Justin Theroux (sobrino del novelista, por cierto) en esta nueva odisea familiar, con una primera temporada que debutó a finales de abril y consta de siete episodios.

Si La costa de los mosquitos huele a años ochenta con su crítica al consumismo, El exorcista es uno de los emblemas de los años setenta, con su atrevimiento temático y su emboscada reflexión moral sobre una sociedad que ha abandonado el temor de Dios. El novelista William Peter Blatty dio la campanada en 1971 con la historia de dos sacerdotes que se enfrentan a una niña poseída por el demonio en las afueras del Washington de la época. Sin embargo, lo que realmente impulsó la historia fue la adaptación fílmica de 1973 dirigida por William Friedkin y guionizada por el propio Blatty. La película de El exorcista fue un auténtico fenómeno de masas, copando la conversación cultural y reventando las taquillas de medio mundo. Incluso llegó a ser la primera obra de terror nominada al Oscar a la mejor película, inaugurando una vertiente del género —las posesiones diabólicas— que ha gozado de una tenebrosa fertilidad desde entonces. Tanta potencia dramática intentó continuarse explícitamente en dos secuelas, dos precuelas, una versión del director y un reboot que verá la luz próximamente. En ese tétrico canon con sabor a vomitona blasfema también hay que ubicar las dos temporadas que la Fox emitió en 2016-17. La serie tuvo su pegada entre la crítica, que destacó su ambientación y sus dilemas dramáticos, pero no terminó de enganchar a un público generalista cada vez más acostumbrado a los productos de streaming.

 

 

En general, la falta de éxito ha sido lo más habitual en estos triples saltos: el intento de configurar un procedimental futurista con Minority Report, un relato distópico de Philip K. Dick que Spielberg llevó al cine con Tom Cruise, hizo aguas en 2016; la comedia Alta fidelidad (que nacía de una célebre novela de Nick Hornby) fue cancelada tras una única temporada; incluso un superventas como John Grisham fracasó en la adaptación televisiva de su thriller judicial El cliente, allá por los años noventa. La mayor y mejor excepción sería la inolvidable Friday Night Lights, aquella epopeya adolescente que narraba la vida de Dillon, una ciudad de Texas que vivía con pasión el fútbol americano. Nació de un libro-reportaje de H.B. Bissinger, lo adaptó al cine Peter Berg, con Billy Bob Thornton como protagonista, pero fue la NBC la que convirtió aquella historia en uno de los grandes dramas de la edad dorada de la televisión. Friday Night Lights demostró la excepción: que el triple salto, a veces, sí era posible.

 

Autores citados

Paul Theroux es escritor y viajero. Aunque nacido en Massachusets, Theroux ha vivido en Uganda, en Singapur y en el Reino Unido. Ha sido amigo del Nobel V. S. Naipaul y su familia (él es el tercero de siete hermanos) está repleta de escritores y guionistas. El gran bazar del ferrocarril es, quizá, su libro más célebre.

Philip K. Dick es uno de los nombres clave de la ciencia ficción del siglo XX. A pesar de haber fallecido a los 53 años, K. Dick dejó escritas 44 novelas y más de 100 relatos cortos. Su fama se acrecentó gracias a adaptaciones fílmicas y televisivas como Blade Runner, Desafío total o The Man in the High Castle.

Nick Hornby fue uno de los nombres que más dieron que hablar en las letras británicas de los años noventa y principios del nuevo milenio. Su mezcla de referencias a la cultura pop (música, fútbol) se mezclaban con protagonistas en crisis emocional y vital.