Ya he manifestado mi sorpresa con que el premio Nobel para Jon Fosse (Haugesund, Noruega, 1959) haya sido una sorpresa: aquí. Y ahora quiero cumplir la promesa que adelanté en El Debate y dar una impresión de mi lectura de su novela Trilogía.

La primera impresión ha sido impresionante. Fosse, además de flamante nobel, católico converso y padre de seis hijos, motivos todos admirables, es un escritor como la copa de un pino. Las traductoras –Cristina Gómez Baggethum y Kirsti Baggethum– también tienen su mérito, desde luego. En español se lee estupendamente una prosa elaboradísima en su extremo coloquialismo, con un tamizado vanguardismo que contribuye, en hermosa paradoja, a darle sabor histórico. El fraseo de Fosse fascina y envuelve. Y esa música salmódica no es un adorno, sino parte integrante de la historia y parte esencial de las emociones del lector al leerla.

Otra paradoja: el lector asiste a una lectura trepidante, pero el ritmo es tan lento y circular que se escucha y se ve el pensamiento. ¿Cómo lo consigue? Con un habilísimo manejo de los datos que se ofrecen al lector, que tiene que «escribir» la historia como poco tanto como el novelista. Y ese misterio luminoso va de la mano con las apariciones estelares del destino, de la Providencia, de los sueños, de la transposición de tiempos, del punto donde se cruzan la eternidad y el presente, todo lo cual aparece y desaparece, oculto y presente, de la mano del lector y, menos, del autor. A veces, la falta de puntuación, sólo comas, o la falta de aclaración te incita a volver atrás, pero como la prosa avanza precisamente volviendo atrás no importa: la vuelta atrás está integrada en la música del libro. Sospechamos que prevista por Jon Fosse.

La historia de amor entre Alida y Asle es bastante más simple, pero pasman los paralelismos con Laurus de Evgene Vodalazkin. Las fechas de publicación (Laurus, 2012; y Trilogía, 2018) permiten la hipótesis de una influencia directa. En cualquier caso, la prosa hipnótica; la mezcla de planos mentales, temporales, espirituales y personales, perfectamente jerarquizados por dentro; la pervivencia del amado o la amada en la amada o en el amado; el amor más allá de la muerte; los matrimonios postergados; la culpa y la redención son extraordinariamente similares; y ojalá haya más novelas así. No vamos a ponernos estupendos (¡nosotros!) con la originalidad. El espíritu del viejo romance del enamorado y la muerte también alienta en Trilogía, y seguro que ése no lo conoce Fosse.

Ya que la novela se llama Trilogía (aunque es una única novela, absolutamente unitaria) voy a señalar tres aspectos que me han gustado especialmente. Primero, el papel de la herencia, claro. El protagonista es músico porque lleva la música en la sangre. La importancia del pueblo natal. Las casas heredadas. La música, por cierto, da pie a unos apuntes sobre la belleza y el arte muy hondos.

En segundo lugar, aunque en la novela aparecen el mal y hasta el crimen, estos apenas tienen entidad ontológica. Lo que importa es el amor y la bondad. No se trivializa el crimen, que se castiga máximamente, no se trata de un relativismo cínico que propicie la impunidad. La opción por el bien se mueve en el plano de la filosofía, de la importancia vital, y creo que la manera formal de reflejarlo le habría encantado a san Agustín y a santo Tomás de Aquino.

Mi tercer aplauso va para el guiño de Jon Fosse, que en el último momento se reconoce tataranieto de los protagonistas. Hay un rompimiento de gloria sobre el grado de su implicación en la historia. El peso de lo autobiográfico se deja sentir también por sorpresa. ¿Verdadero descendiente? No lo sé, supongo que no, pero sí, porque cada historia que se cuenta nos da a luz. Y, si es buena y honda, como ésta, también nos dan a luz las historias que se leen.

El Barbero del rey de Suecia (lo que le hace propenso al premio Nobel) ha intentado no romper demasiado el carácter versal y rítmico de la prosa de Fosse. Al menos su hondura coloquial sí se verá en estos recortes, ojalá su sutil humor, Dios quiera que su belleza:

Allí yacía madre Silja, con sus grandes ojos azules abiertos, mirando hacia el costado, donde debería haber estado padre Sigvald.

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Eso tendrá que ser como Dios quiera

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[Describe muy bien, con tanta sensualidad como pudor, el encuentro amoroso] … y desaparecen el uno dentro del otro y solo se oye un viento suave en los árboles y han desaparecido

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… prepara una cama en la proa y se envuelve bien y luego se tiende a escuchar cómo el mar le hace cosquillas a la barca y Alida se funde con el suave cabeceo y todo es cálido y bueno en la noche fría

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Ahora empieza la vida, dice

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No creo que logre dormirme, dice ella Aun así puedes descansar un poco, dice él Se está muy bien aquí acostada, dice ella Qué bien que estés bien, dice él

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y la luna brilla y la noche es como un extraño día

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Ahí es donde la gente de campo como tú y yo vende sus mercancías, dijo Asle

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y nota que su amor por Alida fluye por su interior y se trasplanta a su música y se va fundiendo con todo lo que crece y respira

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también el hijo sería músico y tampoco eso era de extrañar puesto que tanto su padre, el viejo Asle, como su abuelo, el viejo Sigvald, también habían sido músicos, al parecer era el destino de la familia, eso de ser músico

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músico quizá hubiera que verlo más bien como una desgracia, dijo padre Sigvald, pero cuando se era músico, se era músico y, una vez que lo eras, ya nada se podía hacer

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al tocar, el dolor podía aliviarse y transformarse en vuelo, y que el vuelo podía transformarse en alegría y felicidad, y por eso había que tocar

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la música siempre suena mejor cuando se hace así, cuando se calienta poco a poco, cuando se empieza desde casi nada para luego ir subiendo, desde la nada hasta lo inmenso

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El destino del músico es una desgracia, dijo entonces padre Sigvald Siempre fuera de casa, siempre marchándote, dijo Sí, dijo Asle Despedirte de la amada y despedirte de ti mismo […] Nunca puedes estar entero en lo propio, dijo Siempre intentas hacer enteros a los demás, dijo

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recuerdo de su canto es lo único que le queda de él, y ahora, no lo entiende, dice, pero ahora, al oír a Asle tocar, ha oído la voz de su padre Aslak en la música, dice, y apoya la cabeza sobre el hombro de Asle y rompe a llorar y abraza a Asle y se aprieta contra él y ahí está Alida, llorando en brazos de Asle, y él no sabe bien qué decir, ni qué hacer, ni dónde meter las manos, ni qué hacer consigo mismo, y entonces rodea a Alida con los brazos y la aprieta contra sí y así se quedan, sintiéndose el uno al otro, y sienten que oyen lo mismo y sienten que vuelan juntos y que comparten el vuelo y Asle siente por dentro que le importa mucho más Alida que él mismo y que le desea todo lo bueno que haya en el mundo

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él mismo carece de importancia, lo importante es el gran vuelo, eso es lo que le ha enseñado la música, quizá sea el destino del músico saber esas cosas y, para él, el gran vuelo se llama Alida.

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todo está en silencio, tan en silencio como solo puede estarlo el mar

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Y aún nos queda mucho jamón de cordero, dice él Sí, dice ella Tuve suerte de encontrarlo, dice él Bueno, encontrarlo, lo que se dice encontrarlo, dice ella
Si hay que hacerlo, se hace, dice él Quizá sea así, dice ella
Pues que ese día también necesitábamos algo de comer, dice él Sí, se necesita casi todos los días, dice ella Eso parece, dice él

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y Asle intenta ser lo que sabe que es, un vuelo, y el vuelo se llama Alida, y él solo quiere volar, piensa Asle

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[No sólo el amor y la música, también describe muy bien la comida y la bebida, como la baronesa Blixen, pero en una taberna] y se corta un buen pedazo de carne ahumada y se lo mete en la boca y está deliciosa […] y aplasta un trozo de bola de patata en la grasa frita y en la panceta frita y mastica y come bola de patata aplastada […] Y yo pago, por supuesto, cómo has podido dudarlo, dice Estaría bonito no convidar a una paisana hambrienta, por no decir famélica, dice

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lo dicho, dice,

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Alida se para y allí, a sus pies, ve una pulsera, mira qué dorada y qué azul y qué bonita es, nunca ha visto una pulsera tan bonita, del oro más puro y con las perlas más azules, piensa Alida, y se agacha y la recoge

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ahora sabe que es un regalo de Asle para ella, piensa, pero cómo puede saber eso, no puede ser, se encuentra una pulsera en el Muelle de Bjørgvin y piensa que es un regalo de Asle, y sin embargo lo es

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estas perlas azules, tan azules como lo estaba el cielo cuando Asle y ella fueron el cielo, como lo estaba el mar cuando Asle y ella fueron el mar

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cómo puede haber una pulsera tan bonita en el mundo, nunca lo habría creído, así que se lo agradece, se lo agradece de todo corazón, dice Alida, es tan bueno, su muchacho, y ahora, ahora a Alida le irá bien, dice Asle

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todo está bien, tan bien como puede estar,

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y Alida piensa que ahora Asle solo está vivo en ella y en el pequeño Sigvald, ahora es ella quien es Asle en la vida, piensa Alida

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Ea, dice Åsleik

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Siempre que veo esas casas me lleno de alegría, dice […] No es que sea grande ni bella, pero es mi casa, dice Aquí, en la Cala, nací y me crie, y aquí moriré, dice Mi abuelo fue el primero que llegó, dice Él despejó los árboles, y él construyó las casas, dice Venía de una de las islas al oeste del mar, dice Y logró comprar este trozo de tierra, dice Y aquí se quedó, dice Y se llamaba Åsleik, igual que yo, dice Y se casó con una de Dylgja, dice Y tuvieron muchos hijos, y uno de ellos, el mayor, era mi padre, dice También mi padre se casó con una de Dylgja, y luego nací yo, y después nacieron mis tres

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hasta que la madre murió el último invierno y él se quedó solo y entonces se dio cuenta de cuánto había trabajado la madre

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y Alida oye a Asle decir que puesto que a él le ha ido como le ha ido
las cosas están todo lo bien que pueden estar

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y a Alida no le duele y algo agradable sí le resulta y afuera están el fiordo y las olas y el mar y el viento y las gaviotas que chillan y todo estará bien, dice él, y ella ya no quiere escuchar más, ni el chillido de las gaviotas ni lo que dice él quiere escuchar, y pasan los días y un día se parece al siguiente y las ovejas y la vaca y el pescado y nace Ales y es una niña preciosa y le sale el pelo y le salen los dientes y sonríe y se ríe

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al parecer la hija tuvo un hijo que por lo visto se llama Jon y que dicen que también es músico y ha publicado un libro de poemas, pues sí, qué cosas más raras hace la gente, piensa Ales