Si esto, en vez de un barbero del rey de Suecia, fuese una reseña normal, lo tendría crudo. La antología poética de Jesús Beades, Resumiendo, lleva un prólogo del también poeta y, sin embargo, amigo y, además, filósofo Alejandro Martín Navarro que lo dice todo. Yo, antes del prólogo, leí, como suelo, el libro. Luego, cuando éste me gusta lo suficiente, vuelvo al prólogo. En este caso, volví al prólogo, y allí me encontré con lo que había apuntado que quería decir de Resumiendo, pero mejor dicho.
Ambos creemos que este libro se mueve en un eje de abscisas y ordenadas. Por un lado, está el talento verbal de Jesús Beades, siempre muy alto desde el primero de sus libros. Y en otro está la adquisición de su voz personal, que, al principio, de tan buen oído como tiene, no lo era, escribiendo al modo de Carmelo Guillén Acosta, de Miguel d’Ors o de Eloy Sánchez Rosillo (mal gusto tampoco tiene). Sin embargo, poco a poco, Beades va ganando la voz personal, sin traicionar tampoco a sus maestros. Lo señala, además de Martín Navarro, José Luis García Martín en una reseña clarividente, como suya, sin apenas reparos, como casi ninguna de él.
Recomendaría especialmente este libro a todo aspirante a poeta, aunque lo recomiendo a cualquier lector por razones hedónicas. Las razones utilitarias de remitir aquí a los aprendices estriban en esa conjunción de las dotes del oficio que son necesarias para hacerse poeta y la atención máxima a los maestros, pero también la emocionante conquista, libro a libro, año a año, de una voz propia sin la cual un poeta no puede decirse hecho y derecho. Curiosamente, la muerte del padre provoca la escritura del poemario Tibidabo, 10¸donde Beades lo es ya sin interferencias, a pleno pulmón. Los inéditos que se nos ofrecen en esta antología demuestran que ha llegado a su poesía propia para quedarse.
Incluso hay un guiño envolvente, porque Jesús Beades ha escrito un poema introductorio, titulado «Nota de autor» en sendosmachadianos pareados alejandrinos, que da la nota más alta de su voz personal, pero que abre el volumen. Es un aviso muy oportuno y que habría gustado a Carlos Bousoño. Este dijo en Teoría de la Expresión Poética, que la evolución ascendente de un poeta auténtico tenía un efecto retroactivo sobre los primeros poemarios, que ahora, en cuanto guardaban las raíces de los poemas plenos, se llenan de una nueva calidad e interés. Ocurre con los poemas de Beades.
Y ahora, delegando en Martín Navarro & García Martín, tanto montan, montan tanto, para quien quiera más crítica de fondo, el barbero se ocupa de lo suyo y recorta:
No hay nada más que esto: ni trampa ni cartón.
Tan sólo algunos restos del pobre corazón
que ha naufragado tanto que ya le importa poco
que se rían de él o que lo llamen loco.
[«Nota de autor», versos finales]
*
A los versos de otros preguntaré por ti
[«Despertar», de Centinelas, 2002]
*
Qué pena que me quieras, que te quiera,
y siempre falte algo, sobre algo, huya algo
[«Lamentos a Luscinda», de Centinelas, 2002]
*
Vosotros no podéis cambiar como el recuerdo
[«Invocación a los objetos», de Centinelas, 2002]
*
Veíamos pasar
allí a las estudiantes.
Si vuelves a ese bar
en eso es como antes.
[«El barrio era una fiesta», de Tibidabo, 10, 2018]
*
La luz de aquellas horas no termina,
y sigues regalándome la espada.
En un lugar de mí sigue ocurriendo.
Debe de ser lo que llamamos alma.
[«La espada», de Tibidabo, 10, 2018]
*
Nariz y corazón
A mi hermano Alejandro
Todo huele a papá: trajes, cortinas,
cajones con llaveros y carpetas,
toallas, edredón, sofá, maletas.
Y hasta los trapos que hay en la cocina.
El patio en que vocean las vecinas
tiene aroma a albahaca y a croquetas,
que asciende a las tendidas camisetas
y con los de la casa se combina.
Todo huele a papá. Parece ahora
que no se ha ido, y llegará a comer.
La muerte es muy difícil de entender.
Nariz y corazón van por su cuenta.
En su reloj no se cambió la hora
ni saben que la casa ya está en venta.
[Este poema se reproduce intacto, y es de Tibidabo, 10, 2018]
*
Wish you were here
Cada vez que la ponen en la radio,
apago la emisora.
Si la escucho, la canto. Y si la canto, lloro.
Y si lloro, parece que le escucho decirme:
«No seas gilipollas.
¿No ves que el sol está brillando afuera,
y los bares abiertos?».
[Este poema se reproduce intacto, salvo la dedicatoria a Francis Alvarado; y es el final de Tibidabo, 10, 2018]
*
Al final de mi sueldo, me sobra mucho mes.
[Del mismo modo que al final de este barbero, me sobra mucha poesía de Beades que no he podido recortar, también me he dejado fuera las implicaciones más personales.]