El auge del diarismo en España en los últimos cuarenta años salta a la vista y en todos los ámbitos: calidad literaria, esfuerzo editorial, público interesado, atención crítica, etc. De lo cual yo me alegro muy especialmente, porque, como expliqué, largo y tendido, hay motivos de fondo, antropológicos, casi de instinto de supervivencia, para este auge.

 

Naturalmente el éxito conlleva peligros, y tantos que se puede morir de él, como advierte la prudente frase hecha. Principalmente, dos: que al rebufo de la moda haya un descenso de exigencia literaria y una recaída en una indudable facilidad y, en segundo lugar, que el altísimo ejemplo de Andrés Trapiello termine imantando a unos o desmotivando a otros. Contra ambos peligros, dos libros recientes, ambos en Pre-Textos. La última rosa, de Jesús Montiel y Todavía, de Sergio Suárez.

Aunque la edad de los dos autores, el género, la editorial, el formato de la colección, la opción por la entrada breve, casi un apunte, y la voz baja de tono confesional pueden indicar lo contrario, son opciones muy distintas. Desde luego, porque cada uno confiesa con valiente naturalidad lo suyo, que es muy diverso, pero también —que es lo que aquí me interesa— porque Jesús Montiel opta por una mirada y una prosa extremadamente poéticas, casi forzando la mano o la mirada, mientras que a Sergio Suárez todo le llega a través de la transparencia. En Montiel predomina una última voluntad de estilo literario y un cierto barroquismo de la simplicidad (en la estela de su querido Christian Bobin) mientras que en Suárez hay una desnuda contabilidad de los hechos, que muy a menudo se conforma con hacer pequeños inventarios de objetos, como de los libros comprados en una tarde, y ya. Deja (y logra milagrosamente) que la emoción vaya entre líneas.

 

Cada cual a su modo, pues, conjura los dos peligros. Escriben diarios de gran calidad sin orbitar alrededor del modo de Trapiello, ni de José Luis García Martín, ni de Jiménez Lozano, ni de ninguno de los maestros del género.

 

El barbero lo tendría difícil con Sergio Suárez, que, de tanto apartarse,  es casi invisible, aunque de su espléndido libro se pueden espigar citas maravillosas, muestras de su amor intenso por la literatura y por la vida. Por cierto, que sus inventarios son eso mismo, muestras de su amor por la vida y por la literatura.

 

José Muñoz Rojas: Los jardines los hacen los años.[Es una cita estribillo, que hace varias veces, y es un espejo, porque este libro lo han hecho apenas los años]

 

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Roberto Juarroz: Hay que afilar la vida como un lápiz y copiar al dictado.

 

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Ajmatova: Si hubiera algún sustituto del amor, sería el recuerdo.

 

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Personaje de Ozu: No se empieza amando, se acaba amando.

 

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Auden: None of us are as young

as we were. So what?

Friendship never ages.

              [Dedicatoria de Thank you, Fog]

 

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Proust: y las casas, los caminos, los paseos, desgraciadamente son tan fugitivos como los años. [Esto si es suyo, y está a la altura de las citas]

 

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Andrade: Falei de tudo quanto amei.

De coisas que te dou

para que tu as ames comigo.

 

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Jorge Luis Borges: Creo que podemos conocer el pasado, siquiera de un modo simbólico, y que podemos imaginar el futuro, según el temor o la fe; en el presente hay demasiadas cosas para que nos sea dado descifrarlas. [Esta también es una cita espejo, como la de Muñoz Rojas y la Juarroz.]

 

Con Jesús Montiel es más agradecido el ejercicio del barbero, porque su última rosa tiene pétalos de una belleza y una profundidad inolvidables:

 

Acabo de comprar un pequeño terreno [Un cuaderno con hojas blancas].

 

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Preocuparse es faltarle al respeto a todo lo que no hemos merecido.

 

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Nada nos preocupa más que lo que no existe. Nada desatendemos más que lo real. Se puede vivir con un regalo entre las manos y no abrirlo nunca.

 

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Todo lo que no recordamos es también inolvidable

 

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Nos volvemos ridículos intentando demostrar a los demás que somos especiales cuando no hace falta ningún esfuerzo: lo somos. 

 

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El hombre que espera está en peligro de extinción. Ya nadie espera porque nadie ama.

 

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Los muertos son tímidos, sus apariciones no son nada espectaculares. Una manera de caminar, cierta inflexión en la voz, la carcajada, el olor de una comida.

 

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Cada mediodía, cuando recojo a mis hijos del colegio, mis hijos me recogen de mí.

 

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… seguir leyendo del amor cuando el amor está a mi lado. […] Todos los días entrego el tesoro a cambio del mapa.

 

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Escribir es también todo lo que hago cuando no estoy escribiendo.

 

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Los que vivimos en el amén.