¿Se han preguntado alguna vez qué lee un editor? Pablo Velasco es especialista en Patrimonio Cultural y Propiedad Intelectual, además de periodista, profesor, abogado, editor y director del medio digital El Debate de Hoy. Con un indiscutible ojo clínico y muchas, muchísimas lecturas a sus espaldas es un tipo de fiar. No contento con sus múltiples facetas profesionales nos ha hecho un favor a los lectores fundando Ediciones More; un proyecto que huele a chimenea, whisky y manta de cuadros. Con él se propone acercarnos obras inéditas en castellano de Chesterton, Belloc, Knox, Baring o los textos del período de la Revolución Francesa de George Lenotre. Si en estos momentos están pensando qué leer, lean. Velasco Quintana les da el trabajo -y el sentido del humor- hecho.
Culturilla general de Pablo Velasco
Ensayo, novela y poesía. ¿Sí a todo? Recomiéndenos tres.
Sí a todo, y con esa mala costumbre de tener libros empezados a la vez. Aquí van mis propuestas para ese trío. Pequeños (no son libros extensos) pero matones: Poesía: Gloria de Julio Martínez Mesanza; Ensayo: Idea de un rey patriota para la reconstrucción de España de Elio Gallego; y Novela: Helena o el mar del verano, de Julián Ayesta.
¿Qué tipo de lector es? ¿De pijama y mesita de noche? ¿De biblioteca y chimenea? ¿De metro o parque público?
De rapiñar todo momento posible. De ir mendigando tiempo. De “que no me llamen, que no me llamen” en la sala del dentista (por cierto, mi dentista que es un artista, no me ha hecho esperar jamás)
¿Tiene “manías” a la hora de leer (ediciones, doblar páginas, subrayar o hacer anotaciones)?
Leo con lápiz siempre. Me gusta mucho leer libros que otros han anotado. Otra cosa que intento siempre tener es un marcapáginas adecuado para el libro. Me vale cualquier cosa, pero con significado: la entrada de la feria de Huelva cuando vi a José Tomás por primera vez es uno de mis preferidos; también la pulsera de hospital de aquel ingreso, o un billete de avión…
Si tiene, ¿cómo es su ex libris?
Fue un regalo de una buena amiga a mi mujer y a mí. Es un exlibris compartido. Son dos que leen juntos. Unir bibliotecas es una de las mejores cosas de la vida.
¿Cómo elige usted sus lecturas?
Me fío mucho de lo que leen mis amigos. También sigo fielmente el método de las cerezas, eso de que un libro te lleva a otro y a otro…
Relato, artículo, entrada de blog… pieza no contenida en un libro que retenga en la memoria.
Tengo varios a los que suelo volver de vez en cuando: “Aristócratas anónimos”, el relato por entregas de Enrique García-Máiquez; un artículo de Claudio Magris sobre la expresión italiana “farcasetta” (“Tengo familia”) que es la mejor excusa para echarse atrás ante un deber que nos llama a ponernos en peligro; también el artículo de Juan Manuel de Prada sobre Mel Gibson; y dos de Gistau: el de ser padre y ese en el que hacienda le recuerda que no es un artista.
Pierre Bayard nos explicaba cómo hablar de los libros que no se han leído. ¿Con cuál lo ha hecho alguna vez?
Una de las tesis de ese libro es que las grandes líneas de una cultura vienen marcadas por grandes obras de la literatura y que si uno está insertado en una cultura, le llegan sin querer ecos de esas grandes obras. Yo eso lo he experimentado en rostros concretos de amigos que me rodean, que han leído todo y además lo cuentan muy bien. No hago pie con muchos autores que son abismales, pero tengo la fortuna de tener amigos que me rescatan siempre. Y respondiendo a tu pregunta, claro, Guerra y paz va de Rusia ¿no?
¿Sigue alguna norma concreta a la hora de ordenar su biblioteca?
Por temas y alfabéticamente. Lo hablaba hace poco con José F. Peláez (Magnífico Margarito): el gusto que da ordenar tu biblioteca. Me acuerdo del protagonista de Alta Fidelidad, que cada vez que tenía un día malo, ordenaba su discoteca…
Maquiavelo se acercaba a los libros con ropas curiales, ¿qué obra/autor le merece tal reverencia?
Prefiero la definición de Jiménez Lozano sobre la experiencia de leer, que se parecía más “al momento en que se atiende a un fuego; o se despabila una candela, se mira fotografía de un ser amado; se está en estancia o jardín cerrado se lee carta de allegado o historia de cualquier otro ser humano que siempre es nuestro próximo”. Y eso justo hago cuando leo a don José.
¿Lee como editor? ¿La profesión imprime carácter o es capaz de disfrutar relajadamente de un libro?
Otra buena amiga y muy buena editora me cuenta que tiene que leer en inglés para disfrutar, porque de lo contrario empieza sin querer a corregir el estilo. A mí, de vez en cuando se me va el lápiz, pero me contengo.
He venido a hablar de mi/s libro/s
Una vez alguien me dijo que el trabajo del editor es como el de un director de orquesta. ¿Lo definiría así?
No sé si director de orquesta, o conductor de autobús del colegio. No, en serio, hace poco Enrique García-Máiquez lo comparaba con un confesor, y tiene mucho de eso, de conversación privilegiada con el autor.
Imagino que con el tiempo se desarrolla un gran ojo clínico, ¿cuántas líneas le hace falta leer para saber si un texto es bueno?
Pienso que como en los buenos partidos de Champions, hay que aguantar unos veinte minutos al rival para saber de qué va.
Su “biografía” en Twitter (@pavelaquin) hace un tiempo daba a entender que la gente se desilusionaba cuando se enteraba de que lo suyo era la edición universitaria…
Me parecía la mejor forma de presentarme en esa red social, adelantando el chasco que se va a llevar todo el que se acerque.
¿Puede contarnos un gran éxito editorial que haya pasado por sus manos y otro que se le haya escapado?
Me arrepiento mucho de no haber editado Idea de un rey patriota, de Elio Gallego, y El peregrino absoluto, de Armando Pego, cuyos manuscritos pasaron por mis manos.
También está al frente de ediciones More. Cuando parecía todo inventado, resulta que aún tenemos grandes obras sin traducir. Háblenos del proyecto.
Este proyecto es fruto de largas conversaciones con mi amigo Pablo Gutiérrez, que es un chestertoniano convencido, y con el que tengo una lista compartida titulada “grandes ideas imposibles”. Alguna vez nos lamentamos de lo mucho que había de Chesterton inédito en español, y claro, la conclusión fue “¡hagámoslo!”. En ese momento, se cruzaba un compañero de la Universidad que es fiscalista, y le preguntamos: “¿qué forma jurídica nos recomendarías para empezar un proyecto de modo más fácil?”. Nos respondió que lo mejor sería una asociación cultural. Ese día yo me fui a mi casa convencido de que teníamos otro ítem en la lista de los imposibles. Al día siguiente, Pablo me vino con los estatutos de la asociación y el registro hecho. Ya vamos por el octavo título.
¿Cuánto le tienta la escritura de una gran obra?
Mucho, muchísimo. Pero antes quisiera que lo hicieran algunos que tengo ya localizados y que están un poco remolones.
¿Qué le pone más nervioso a un editor de los escritores? ¿Qué siempre estemos pidiendo más plazo?
Los remilgos para recortar. Les digo siempre, para camelarlos, que nadie como “el autor” para meter la tijera, pero todos sufren muchísimo.
Hace poco vi un chiste en el que el editor le decía al autor: “Algo de texto, Ted. Danos solo algo de texto y nuestra gente de marketing se encargará del resto”. En otra ocasión, un editor me dijo que el estilo se corregía en edición, no hacía falta “tenerlo”. ¿Es así de descorazonador?
Me remito a mi idea sobre la edición. Es una conversación, y lo mejor que puede pasar es que el autor haga el favor y atienda.
Pese a la reducción del IVA en los libros en formato digital, ¿seguimos prefiriendo el papel?
Desde luego. En esto debo confesar que estuve deslumbrado un tiempo por el formato digital. Repetía esos mantras: “toda la biblioteca en tu bolsillo… no pesa… diccionario incluido…”, pero ya estoy mejor.
¿Lo más gratificante de dirigir El debate de hoy, son quizá, sus colaboradores? ¿Cuál es la fórmula del éxito para abrirse paso entre las cientos de opciones de publicaciones digitales?
A tu primera pregunta respondo rotundamente que sí. Y además tengo la suerte de tener un gran equipo en la redacción de El Debate, con David, Pablo, Chema e Hilda.También cuento con la ventaja de que cuando Alfonso Bullón de Mendoza (presidente de ACdP y del CEU) me encomendó esta tarea, me dio una gran libertad. Hice una lista de gente a la que quería leer, y casi todos aceptaron. Fíjate que tenía convencido también a don José Jiménez Lozano, que un par de semanas antes de marchar a la casa del Padre, me dijo “cuando pasen unos médicos que tengo, comenzamos. Solo espero no escandalizar a los señores del CEU, y no provocarle ningún problema a usted”. ¡Cuánto me hubiera gustado escandalizar a los señores del CEU! Con los colaboradores están sucediendo conversaciones de lo más sugerentes con cada artículo. Es verdad que, debido a la pandemia, es todo por teléfono, zoom y email, pero ya quedaremos a tomar unas cervezas ¿verdad, Esperanza? Ahora se me ha puesto un poco de cara de Jurgen Klopp en el Borussia Dortmund, porque otros medios más grandes se han fijado en algunos colaboradores y nos los están fichando…
A eso tengo que decir que sólo demuestra su buen ojo y que además, que yo sepa, todos continúan en El Debate de Hoy. Algo me hace pensar que se sienten como en casa en el medio y, efectivamente, con mención especial al estupendo equipo de redacción con el que tratan.
Quiz show
Libro que más veces ha leído.
Por abrumadora mayoría, Sapo y Sepo son amigos de Arnold Lobel, en una edición de 1983.
Primera lectura que recuerda en la infancia.
Pequeño mundo (SM). La autora es mi madre y lo escribió años antes de que naciéramos sus hijos; de que naciéramos al mundo, porque a la literatura ya habíamos nacido, dos de los personajes principales somos mi hermana y yo.
Autor del que haya leído toda su obra.
Cuento el primer autor del que he leído todo. Después de un speech sobre Bajo las ruedas que nos hizo la madre de mi amigo Román, en COU, me lancé a por toda la obra de Herman Hesse, y en plena tardo-adolescencia me lo pasé muy bien.
Recomendación que nunca falle.
Libro/s que tiene ahora entre manos.
Hago eso tan nefasto de tener varios a la vez: Alumbramiento, de Daniel Cotta; Teoría de la cordura, de Higinio Marín; Madrid, de Andrés Trapiello; y José Carlos Llop, una conversación, de Daniel Capó y Nadal Suau.
Libro que le hubiera gustado protagonizar.
Ángeles rebeldes, de Robertson Davies, para poder participar en esas conversaciones que se gastan los protagonistas en la Universidad.
Película que haga justicia al libro en el que se basa.
84 Charing crossroad. Anthony Hopkins y Anne Brancfort están espléndidos.
Libro que supuso un antes y un después.
La fe de los demonios, de Fabrice Hadjadj.
Libro que haya regalado para ligar.
Eso es ir demasiado rápido. Dejémoslo para la segunda cita.
Necesita papel para hacer una barbacoa. Elija un libro de su biblioteca.
Qué pregunta tan genial y necesaria. Toda buena biblioteca lo es si la sometemos a un buen expurgo de vez en cuando. Y servir para hacer una barbacoa, no deja de ser un honor. Aquí tengo un candidato: unos cuántos de Paulo Coelho, que compré porque regalaban una manta estupenda.
Adenda de Pablo Velasco
¿Qué libro le gustaría encontrar en la mesilla de noche de la persona amada?
Espera que miro y te lo digo.
¿Qué palabra está vetada en la solapa de los libros que edita?
“Este autor, políticamente incorrecto”. Ah, y aprovecho para avisar de que en las portadas está absolutamente prohibido las manos de la capilla Sixtina.
Si se cumpliera la pesadilla de Gógol de ser enterrado vivo, ¿qué tres libros desearía que le introdujesen en el ataúd?
La Biblia. Tapa dura. Ideal para apoyarse en ella y salir.
Primer libro que compró con su propio dinero.
Sinuhé, el egipcio, en un mercadillo en Béjar con mi tía abuela Mari (ella misma me había dado el dinero antes).