José Mateos (poeta, editor, dramaturgo, aforista, crítico, antólogo, profesor, pintor, novelista, narrador…) se ha permitido el lujo de añadir un nuevo oficio —cuando ya apenas quedaban— a su caleidoscopio creador: el de caricaturista.  Resumir su trayectoria en cada una de estas dimensiones se llevaría por delante el espacio que tenemos para el barbero, y además en este libro se resumen, con cuatro trazos, todas ellas.

 

Juan Manuel Bonet explica muy bien en el prólogo que se acoge a una prestigiosa tradición entre poetas y artistas. En realidad, Monigotes y divinanzas es un libro de aforismos, como indica la palabra clave «divinanzas», que nos remite a otras colecciones de aforismos (sin monigotes) de Mateos que ya llevaron esa expresión en el título. O sea, la peculiaridad aquí es que el pintor que es José Mateos se arremanga para echar una mano. Una mano esencial: los dibujos no son un complemento. Primero, nos permiten descubrir por nosotros mismos cuánto hay por detrás de cada aforismo. Un ejemplo entre los seleccionados. El hombre que está solo tiene (fíjense) un perrito, lo que no le quita soledad ninguna. Es un pequeño epigrama visual, como hay tantos en estas páginas

 

Por otro lado, las viñetas subrayan una característica tanto de la poesía como de la aforística y la ensayística de José Mateos y, por supuesto, de su narrativa: el diálogo. Emana naturalmente de la disposición de las viñetas. Generalmente, son conversaciones, como le gusta a José Mateos también en sus libros, incluso en muchos de sus poemas, como se ha dicho.

 

Los dibujos también nos permiten constatar un detalle impresionante. El libro se divide en dos. Una primera parte de aforismos generales y una segunda en que la pandemia y el consiguiente confinamiento adquieren el protagonismo indiscutible. Eso, hasta cierta medida, es lógico. Se ha escrito y creado mucho en esos meses de encierro forzoso. Pero hay algo profundamente original en Mateos. Mientras los monigotes de la primera parte tienen un punto esquemático (con gran calidad expresiva), los del confinamiento adquieren una flexibilidad y una precisión que los hace más humanos. Un gesto de cercanía, de piedad casi. Y también una ironía retrospectiva: en la calle, en la vida social somos más monigotes que en casa. Más sutil que Gabriel Celaya, pero el mismo descubrimiento de fondo.

 

Al humor o incluso al ingenio al que estamos acostumbrados en este tipo de caricaturas, José Mateos añade mucho más. Reflexión y, en muchos trances, filosofía; y también poesía. Véase la antepenúltima de las viñetas seleccionadas y su vértigo existencial.

 

Es posible que usted sepa que Mateos es amigo mío y maestro y que mi deuda es impagable. Y si no lo sabe se lo digo, yo. Eso quizá extienda un velo de sospecha sobre mis entusiasmos. Pero la buena suerte es que puede juzgar por usted mismo con las muestras que siempre ofrece el barbero. Ahora bien, tan plástico es Monigotes y divinanzas que no hemos podido limitarnos exclusivamente a los fragmentos textuales acostumbrados del barbero. Hemos tirado de sus monigotes:

 

 

 

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*** [A partir de aquí, las viñetas están escogidas entre las del confinamiento] ***

 

 

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