Ya tenemos fútbol en Navidad. Cada año era una petición sempiterna, tanto de aficionados como de responsables de La Liga. Hasta ahora debíamos conformarnos con el Boxing Day, de Inglaterra, así como con la liga escocesa, galesa y norirlandesa El Boxing Day es una celebración con siglos de antigüedad. Aquí, brevemente, la historia: “Las clases altas celebraban suntuosas cenas el día de Navidad y los sirvientes trabajaban toda la jornada. El día 26, la nobleza les agradecía su servicio regalándoles cajas con comida y ropa. Con el día libre, los aristócratas festejaban la caza del zorro y las clases humildes celebraban competiciones deportivas”. Este año tendremos el fútbol en España más concentrado que una pastilla de Avecrem. Nueve días. 21 partidos entre el 29 de diciembre y el 6 de enero, incluido Nochevieja. Eso sí, hasta mejor ocasión toca arremolinarse alrededor de la pequeña pantalla. Si, además, quieren complementar con una buena lectura lean Sobre el deporte, de Pier Paolo Pasolini. Además de símbolo del cine italiano era deportista amateur, amante de la actividad física, artista, intelectual y referente cultural. Una de sus sentencias más contundentes fue: “Los deportistas están poco cultivados, y los hombres cultivados son poco deportistas. Yo soy una excepción”. Pasolini jugaba para crear un lenguaje: la sintaxis era un partido y la poesía la ponían los goles y el regate. Cuentan que a principios de la década de 1950, en Roma, donde impartía clases en una escuela de Secundaria, con su corbata gris y su chaqueta desgastada, en los recreos se confundía entre sus alumnos jugando al fútbol con ellos. “No sólo nos enseñó latín, historia y geografía, sino también cómo pisar fuerte el césped cuando hay que arrancar los travesaños”, contaban. Fabio Capello, que lo conoció a finales de los años sesenta, recuerda que, “jugaba por banda izquierda y tenía carrera, regate y un tiro poco potente pero supo arrastrar a los demás, dentro y fuera del terreno de juego, con su personalidad”. El deporte es una actividad noble y esta nobleza Pasolini la reconoció no sólo en el fútbol, sino en diversas disciplinas: el triple salto y el lanzamiento de disco, por ejemplo, cuentan, le inspiraron en la elección de los actores de Medea, con María Callas. Le encantaba mezclarse en el barro de los campos de los suburbios, recibir bofetadas para tirar a canasta o ser desafiado por ciclistas en una competición ciclista.
Sobre cuentos de navidad
La covid-19 no va a lograr acabar con la magia de la Navidad. Sabemos que tendremos los sentimientos a flor de piel y haremos esfuerzos atípicos a la hora de celebrar la Nochebuena y el Fin de Año. Sentiremos nostalgia por no poder ver a toda la familia, darnos besos y abrazos. Tendremos momentos de felicidad y también de tristeza y frustración… pero, sobre todo, no duden en vivir estas fechas con las emociones que sientan en ese momento. Si les apetece llorar, lloren y si les apetece reír, rían. Es el momento de brillar y de emocionarse. Charles Dickens es también la Navidad. Es hogar, es familia, es compartir, es todas esas cosas que nos ayudan a ser mejores personas a la hora de leer cada relato. Sobre la época navideña ya encontramos referencias en Los papeles póstumos del Club Pickwick, pero este Cuentos de Navidad es todo un clásico del que también se han hecho numerosas versiones en el cine y en el teatro. Es la mejor referencia a la hora de revivir el verdadero significado de la Navidad: amor, caridad y buena voluntad. La primera edición, publicada el 19 de diciembre de 1843, se agotó casi de inmediato; su editor volvió a publicarlo no menos de ocho veces durante los primeros seis meses. Seguro que cada lector tiene su preferido, pero destaco algunos de ellos:
Las campanas: una historia de duendes y campanas que suenan anunciando el fin de año y la llegada del nuevo. Extraña historia en torno a una boda, un huérfano, un rico malvado y unos duendes aterradores. ¿O fue todo un sueño?
The Cricket on the Hearth: A Fairy Tale of Home (El grillo del hogar)
Casi tan popular como Cuento de Navidad, este cuento incluye a un hombre misterioso disfrazado, un perro llamado Boxer, alguna posible infidelidad, una joven heroína ciega, una niñera y, por supuesto, un grillo.
The Haunted Man and the Ghost’s Bargain: A Fancy for Christmas-Time (El hechizado)
En este cuento, un profesor de química sombrío dice cosas como: “Llegó otra Navidad, se fue otro año”, apesadumbrado. . . los recuerdos siguen creciendo para su tormento, Pero cuando se le concede el deseo de olvidar su angustioso pasado, obtiene más de lo que esperaba…
Matar al padre
Seguimos sin un día de calma. Los sobresaltos se siguen sucediendo y esta semana no iba a ser menos. Pablo Iglesias continúa con su campaña contra la Monarquía, lanzando frases al viento, haciendo creer al personal que su palabra es pensamiento general: “La República es una idea mayoritaria en este país”, asegura. Como si fuera Rappel ha pronosticado que, tras el discurso del Rey Felipe VI, en las casas se abrirá un debate sobre Monarquía o República. Por lo visto, el vicepresidente también nos tiene que decir de qué tenemos que hablar cenando. Que se lo cuente a los autónomos, a los comerciantes, a los hosteleros… igual están preocupados por otras cosas…. Felipe VI afronta su semana más decisiva (otra más) con su discurso de Nochebuena. El Gobierno quedó satisfecho “tras leerlo” (faltaría más): “La pretensión de Pedro Sánchez era que Felipe VI incorporara a su discurso una referencia expresa a su padre Juan Carlos I a modo de distanciamiento y ruptura con su predecesor. ‘Matar al padre’ en el discurso de Nochebuena”, informaba Ketty Garat. Alguien debería explicar al Gobierno que la Monarquía en España no es un problema, su función representativa la cumple a la perfección.
Si hablamos de monarquías recomiendo la magnífica biografía de la Reina Victoria publicada en 1921 por Lytton Strachey. El autor, a través sobre todo de los diarios y cartas conservados de la Reina, nos acerca a la figura de Victoria de Inglaterra. Si teme que no le guste por ese estilo quizá demasiado “sofisticado” de antaño, nada más lejos de la realidad. Es un lenguaje elegante y a la vez artístico, brillante, chispeante, con el que nos revela tanto las consecuencias de su reinado como las luces y sombras de la mujer que llevó durante tantos años tan importante corona. Con este nuevo estilo Strachey dio un giro a lo que, hasta ese momento, llamaban biografías. La figura de la Reina, por supuesto, es vital para conseguir esta maravillosa biografía en gran parte por los capítulos dedicados a su relación con las poderosas figuras de su entorno: un padre autoritario, Lord M, el apuesto príncipe Alberto y sus diversos primeros ministros. Estamos ante una auténtica heroína en un mundo de hombres. Este nuevo enfoque atrajo a numerosos lectores que cayeron rendidos bajo el hechizo de la vitalidad y orgullo de esta Reina. Porque no sólo es el retrato de una monarca, sino también una tierna historia de amor. Reina, sí, pero mujer, madre y esposa también.
Aquí un fragmento: “Pero Victoria no tenía aprensiones. No le importaba nada que la cara se le pusiese roja con el calor, ni que su sombrero de color púrpura y forma de pastel fuera de la moda del año pasado, en tanto que Eugenia (*), fresca y elegante, flotaba en una nube de frou-frous a su lado. Ella era Reina de Inglaterra, ¿no bastaba con eso? Y, en efecto, parecía que sí; la verdadera majestad era la suya, y ella lo sabía. Más de una vez, cuando las dos estaban juntas en público, era la mujer, con quien, al parecer la naturaleza y el arte habían sido tan circunspectos, la que, por la sola fuerza de una ingénita grandeza, dejaba completamente en la sombra a su adornada y bella compañera”.
*La Emperatriz Eugenia, esposa de Napoleón III.
Si algo hemos aprendido en esta pandemia es que cualquier recomendación del Gobierno hay que dejarla en barbecho unas horas porque todo es susceptible de cambiar en horas. Aquí unos ejemplos: recuerden a nuestro presidente, Sánchez, cuando pecaba de exceso de triunfalismo, “hemos salvado la vida de 450.000 personas” y en el mes de julio animaba a los españoles a irse de vacaciones y retomar su “nueva normalidad” porque el virus “había sido vencido” por su persona. Actualmente, diciembre, los contagios siguen subiendo y resulta que deja toda la responsabilidad frente a la pandemia en manos de las comunidades autónomas. Que decidan ellos. Seguimos circulando sin una guía clara por parte del Gobierno. El caos es absoluto y la gente no sabe ya bien cuando es el toque de queda, a qué hora abre un bar o si puede entrar en su comunidad autónoma. 17 planes en Navidad, que con las subidas y bajadas de contagios, se duplican a taitantos. Más ejemplos. Carmen Calvo asegura que España está “protegida” contra la cepa británica por el “rigor” de las PCR en los aeropuertos. Recordemos que llevamos media pandemia escuchando cómo se lo negaban a Isabel Díaz Ayuso diciendo que eran inútiles. Si observamos el panorama, con cepa británica y todo, sigue teniéndolo más fácil para ver a su familia valenciana un español que vive en Francia que un murciano a pocos kilómetros de la capital ché. Vamos a la deriva también en cuestión económica y laboral. Vamos a la deriva en cultura: cuando los artistas reclaman atención, -“la cultura es segura”- y se están esforzando por llevar a cabo sus obras de teatro, conciertos, con las medidas adecuadas (distancia con asientos vacíos, renovación del aire…) se arma la batalla campal porque Raphael celebra su concierto. Y el ministro Illa “disgustado” diciendo que no era lo más conveniente. Recordemos que Illa apareció en la fiesta de El Español sin guardar distancia con 150 invitados, muchos sin mascarilla, etc, etc . Coque Malla escribía en Instagram sobre el concierto de Raphael: “Qué gustazo ver esta imagen en la que la gente, cumpliendo rigurosamente todas las medidas de seguridad, se reúne simplemente para ver a un tipo cantar. Toda mi admiración y mi respeto (y por qué no decirlo, mi envidia) a él, a todo su equipo y al equipo del WiZink Center por los conciertos de estos días en Madrid. No sabéis el rayo de luz que significa para la gente de esta profesión agonizante que se lleve a cabo algo así. Y la mediocridad, la desinformación, la crítica fácil y burda y la tontería, que se la lleve el viento”. Alto y claro. Lo que les decía, con estos gobernantes nuestra sensación es similar a ir a la deriva. Desafortunadamente, el precio de este desgobierno lo pagamos todos. No nos olvidemos de la ley Celaá ahogando la Educación Especial y el traslado forzoso de miles de niños con discapacidad. Esta semana se aprobó en el Senado de forma acelerada, sin enmiendas y sin oír a los expertos gracias al respaldo de ERC y el PNV. Esta situación fuera de control me ha recordado un título de Penelope Fitzgerald, Offshore. Muchos asociarían este término a “alejado” “a cierta distancia”, pero en realidad en esta novela se refiere a “ir a la deriva”. Traslado lo que pensaba la autora a la actualidad: “La inquietud emocional de mis personajes a medio camino entre la necesidad de seguridad y la dudosa atracción del peligro”. Fitzgerald sitúa el foco en sus personajes: sus esperanzas y aspiraciones, sus fracasos y compromisos. La trama de Offshore presenta una pequeña comunidad de personas que viven en casas flotantes en el tramo Battersea Reach del Támesis, pero ni viven en la tierra ni en el mar. El desequilibrio de ubicación es la metáfora perfecta de estas arenas movedizas en las que parece nos movemos todos. Cada uno de ellos se encuentra desubicado, perdido y llegan a depender el uno del otro. Lean este fragmento: “Aspiraban hacia la costa de Chelsea, donde, a principios de la década de 1960, muchos miles vivían con ocupaciones sensatas y cantidades adecuadas de dinero. Pero un cierto fracaso, angustioso para ellos mismos, para ser como otras personas, hizo que se hundieran, con tantas otras cosas que se fueron a la deriva o fueron arrastradas, en los amarres de barro de la gran marea”.
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