El título del último libro de poemas de Francisco Bejarano no parece invitar al alborozo. Se llama Contra el júbilo. Pero a sus seguidores no nos engaña, porque estábamos esperando este libro del maestro desde hace muchos años. También porque sabemos el aviso de otro de nuestros maestros. El poeta brasileño Mario Quintana había dicho: «El sufrimiento de los poetas es muy relativo. Pues si un poeta consigue un día expresar sus dolores con toda felicidad, ¿cómo podría ser infeliz? Que el viejo Camoens lo diga con sus inmortales penas de amor. ¡Sus felices penas de amor!».
La melancolía de Francisco Bejarano es indudablemente elegante; pero también engañosa. Porque su razón principal, más allá de la edad, que va de suyo, es haber dejado la poesía tantos años. Pero, como lo lamenta volviendo precisamente a la poesía, hay una implícita ironía feliz. La cita inicial no deja lugar a dudas: «Consternada y confusa, después de tantos años/ de altanero abandono, está mi pobre alma». Es de Vicente Núñez en un significativo poema: «Vuelta a la poesía». Aprovechemos la ocasión para llamar la atención de los magníficos paratextos, las citas inteligentísimas, las estructura casi de sinfonía y la cuidada edición de Renacimiento. Y, aunque no hace falta, también de la identificación entre el cuidado del alma y la práctica de la poesía, que me parece muy atinada.
Eso no conlleva el más mínimo engolamiento. De hecho, hay un desponjamiento que hermana a Francisco Bejarano inesperadamente con Javier Salvago. Una sección se llama «Consuelos inservibles», con gran sabiduría, aunque todavía consuelan algo, como sin querer. El contenido sapiencial domina el libro, incluyendo el socrático saber que no se sabe, que impresiona en boca o en pluma de hombre tan sabio. Las viejas lecciones clásicas, es decir, actuales, es decir, eternas, se nos presentan de nuevo. Entre ellas, destaca una resignación gozosa. Un ejemplo paradigmático es el poema «El mirlo», que es un cuento y un poema, y una aceptación gozosa de los regalos de la naturaleza tal y como ella quiere dárnoslos. Es una de las piezas más redondas del libro, que en sus fragmentos se crece. El barbero ha escogido estos versos:
***
Morir es también vida, y la poesía/ ayuda con dolor a comprenderlo.
*
Huyamos del amor aunque esté lejos.
*
Le dimos al amor prestigio, cuando/ debimos desprestigiarlo. El cine. […]
*
De muchacho quería vivir solo/ y libre en un lugar lleno de libros./ Los deseos se cumplen y el destino/ cuanto más generoso más castiga.
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Sólo consuela un poco/ que en medio del bullicio/ es elegante la melancolía.
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En sueños vemos vivos a muertos que quisimos.
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Casi sin notarlo llegó el silencio,/ pero no para mí: crujen los muebles,/ oigo mejor que nunca los ladridos,/ los cielos y los vientos son los mismos/ y distingo las voces de los muertos.
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Los mitos son una verdad oculta/ y una hermosa manera de contarla.
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La rutina da el sosiego/ de ver pasar los días como siempre/ hacia una eternidad desconocida.
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Antes de ir a dormir, una película/ donde aparezcan muertos inmortales.
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[Los viajes] Ya sabemos/ cuánto añoramos nuestra casa lejos.
*
[Y para hacernos perdonar tanto recorte, terminamos con otro poema completo:]
AÑO NUEVO DE 2023
Al llegar 1960
le comenté a mi padre, que leía a mi lado:
«El día de Año Nuevo de 2000
tendré 54 años. Aún está lejos».
Me miró. Yo tan joven
pensaba todavía en una infancia larga
de la que había salido no hacía mucho.
Sonriéndome volvió a su lectura
y me dijo: «¿Está lejos? Que te crees tú eso».