Titubeos es un título extraño para un libro de aforismos. Lo propio del género, más allá de la brevedad, es la certeza, la visión exacta, el límpido fogonazo, la iluminación. Más extraño si cabe, en Julio Llorente que, a pesar de su juventud, persigue la verdad y la belleza más que el juego de ingenio o el golpe de gracia. Sin embargo, Titubeos es un título atinado porque recoge el temblor inicial del autor primerizo y nos pone sobre la pista de uno de los encantos de esta obra: el rápido y palpable afianzamiento de una voz. Estamos ante un libro ascendente que ofrece –en la seguridad y calidad que crecen capítulo a capítulo– un argumento con final feliz de trascendidas certezas.
Salgo, por tanto, del libro con un apretado puñado de certezas. Lo más difícil de ser un buen aforista es, como de todo, serlo bueno, pero eso Llorente, como en breve demostrará la selección del barbero, lo trae de suyo. El problema de publicar un libro de aforismos es conseguir que los aforismos no se te apegotonen y se eclipsen unos a otros. Nuestro maestro Ramón Eder lo soluciona barajándolos de tono muy distinto, para que ellos mismos sean, a la vez, aforismos y separatas. Julio Llorente, con su ordenación por breves capítulos vagamente cronológicos, sin títulos independientes, apenas numerados, arregla de un modo tan original como efectivo ese problema estructural. Nos ofrece un libro en toda la extensión la palabra.
Y potencia el giro personal, con ese latente pulso biográfico sin el que ninguna obra interpela al lector auténtico. A las distintas partes del libro, las obsesiones temáticas de Julio Llorente les añaden unidad: la defensa de la contemplación, el diálogo con sus maestros, la pulsión metafísica, el hálito teológico, la responsabilidad literaria, el rechazo a la tecnología invasiva y el hilo del amor, que le saca una y otra vez del laberinto. Todos los grupos de aforismos terminan con uno de amor, como broche o media verónica. No creo que al lector se le pase el humor de Llorente; pero, por si acaso, déjenme recomendarlo. Es tan fino que no se impone nunca, sino que es una invitación. Acéptenla.
De la calidad de Llorente como aforista ya hemos quedado que hablarían sus titubeos:
Si sólo el amor nos salva, como dicen, ¿por qué nos hace sufrir tanto? Acaso porque toda salvación implica una cruz. * El aforista tiene algo de profesor estricto: pone muchos deberes a sus lectores. * La mayor condena del diablo es que todos le eligen bajo apariencia de bien. * La vida es maravillosa a condición de que uno no la atosigue con sus expectativas. * El susurro es la poesía del hombre corriente. * Dice mucho del mundo en el que vivimos que nuestro ocio tenga más de evasión que de celebración. * Mendigar elogios es una de las formas más honestas de humildad. * A la corrección política no hay que oponerle su antónimo, la incorrección política, sino su distinto, la verdad. * En este tiempo agitado, la revolución consiste en quedarse (s)inmóvil. * La sutileza es ―paradójicamente― el esplendor del ingenio. * «No sonrío porque el mundo está muy mal», dice el pesimista. «Sonríe y lo estará un poco menos», responde el sabio. * El animalismo es una fábula a la inversa. * Hay que agradecer la vanidad ajena: le obliga a uno a ser elogioso. * Es desconcertante que los recuerdos más dolorosos no sean los malos, sino los buenos. * Qué misteriosa es la sed de conocimiento, que crece cuando se sacia. Nadie la siente más que quien debería sentirla menos. * IRONÍA: cuando la mentira le reconoce a la verdad su primacía. * La ignorancia es menos un hecho que un ánimo. No es ignorante quien no sabe, sino quien no tiene ganas de saber. * Nuestros «te quiero» son menos la constatación de un hecho que una declaración de intenciones. * Constelaciones, galaxias, sistemas, planetas inhabitados, asteroides, estrellas, etc. La vida en la tierra es tan milagrosa como una florecilla surgida en medio de un desierto. * Dios niega el Cielo a las almas depravadas por pura misericordia: no lo disfrutarían. * La belleza es la cortesía del Creador. La atención es la cortesía de la criatura. * El aforismo es un verso con ínfulas de poema. * El hombre contemporáneo tiene muchísima prisa incluso cuando no tiene ninguna. * La comunidad sólo puede degenerar en masa si el hombre ha degenerado antes en individuo. * El justo medio no es bueno por medio sino por justo. * Culparse de no haber amado lo suficiente es una inigualable declaración de amor. * En la mentira piadosa, la verdad le dice al bien «pase usted primero». * Los mejores escritores logran que el lector se sienta indispensable.