Hace unos días les presentaba en Leer por Leer el libro Cajal: Un grito por la ciencia editado por Next Door Publishers y escrito por los científicos José Ramón Alonso y Juan Andrés de Carlos.

 

 

Sobre Santiago Ramón y Cajal se han escrito ríos de tinta y su mejor biografía es la que el propio Cajal (1852-1934) concibió en Recuerdos de mi vida. Por tanto, el reto al que se han enfrentado ambos autores en esta obra es a, además de profundizar en la vida del nobel, trasladar al público de a pie la importancia y los fundamentos de las teorías neuronales del medico aragonés. La reivindicación de su figura sigue siendo necesaria porque, siguen vigentes sus aportaciones anatomofisiológicas y su preocupación social, política y cultural por España. Tanto Cajal como su esposa dejaron en sus testamentos becas y premios destinados al talento de jóvenes investigadores. Creían que en épocas de crisis la manera de avanzar era hacer más y mejor ciencia, lo que contribuía, además, a hacer grande su patria.

Cajal condujo la ciencia de nuestro país del siglo XVI al siglo XX; es el único Nobel en Medicina español (las investigaciones de Ochoa se llevaron a cabo en EEUU); era un gran patriota y los científicos actuales siguen usando como base sus descubrimientos y haciéndose algunas de las preguntas que él ya se formuló. Quizá lo que sobren son motivos para dedicarle una lectura a esta obra que además consigue reunir fotografías familiares, otras realizadas por el propio Cajal y algunos de los famosos dibujos de preparaciones microscópicas que tan bien se le daban. Por añadir uno de índole estético, la edición es una maravilla: tapa dura, papel de calidad y elegante gama cromática. Nos encontramos, pues, ante una obra ineludible tanto para cualquier estudiante de ciencias como para el público interesado en nuestra historia y en una de las grandes figuras que España ha dado al mundo.

 

Juan Andrés de Carlos Segovia es Jefe del Departamento de Neurobiología Molecular, Celular y del Desarrollo en el Instituto Cajal del CSIC donde lidera un grupo que estudia el desarrollo del cerebro. Además es responsable del Legado Cajal. Agradezco enormemente el tiempo que nos ha dedicado para charlar sobre su libro Cajal, un grito por la ciencia (Next Door Publishers, 2018).

 

¿Cómo surge la idea de escribir Cajal: Un grito por la ciencia?

Un día me llama José Ramón Alonso, como sabes, catedrático de Biología en la Universidad de Salamanca y gran divulgador científico, y me dice que una editorial (NextDoor) le ha propuesto escribir un libro sobre Santiago Ramón y Cajal. A él, como gran admirador de Cajal le hace mucha ilusión, pero antes de dar una respuesta a la editorial me llama y sin más preámbulos me dice: “Una editorial me ha pedido que escriba un libro sobre Cajal y quiero pedirte que lo escribamos juntos. Si me dices que sí, acepto inmediatamente”. 

 

Y no te lo pensaste mucho…

Evidentemente acepté el proyecto y nos pusimos a trabajar a cuatro manos. En principio, hicimos un índice y nos repartimos el trabajo para empezar a escribir. José Ramón trabajaba desde Salamanca y yo desde Madrid y cuando teníamos bloques o grandes apartados escritos, nos los intercambiábamos. Es decir, aunque distintas partes han sido escritas por uno o por otro separadamente, luego repasábamos los textos y nos autocorregíamos. 

 

¿Cómo ha sido la experiencia de la coautoría? Cuentas con cierta ironía que lo peor no es escribir a cuatro  manos sino con dos cerebros.

Como grandes conocedores de Cajal, repetíamos muchos datos, anécdotas e incluso juicios. Eso nos hacía corregir y aunar textos, por un lado, y por otro, al corregirnos exhaustivamente, también aproximábamos ambos estilos de escritura que nos podría caracterizar a cada uno. A veces, teníamos que convencernos para poner una cosa u otra, porque no siempre estábamos de acuerdo. Por ejemplo; este libro en algunas partes es un poco reivindicativo (no hay más que ver el título), y he tenido que luchar duramente para que Cajal no fuese politizado. Cajal podría tener sus ideas y yo he preferido que el lector se hiciese una idea de sus ideas sociales y no imponérselas. El no vivió la guerra civil, pues falleció a sus puertas. Durante la última etapa de su vida, cuando la monarquía estaba de capa caída y resurgía la república, podíamos ver a Cajal paseando por Atocha con su amigo Juan Negrín, importante fisiólogo, además de republicano. Pero también El Rey Alfonso XIII, que tenía gran simpatía por Cajal, llega a invitarle a comer y Cajal acepta. Es más, cuando en abril de 1931 una serie de intelectuales de la época, entre los que se encontraban Ortega y Gasset, Marañón, Unamuno, Machado, etc. se presentan en su casa para que firme y apoye un manifiesto en favor de la República, él no lo firma. No se posiciona en ninguna de las posturas y alega “debo tantos favores al Rey, que no puedo ponerme en su contra”. Cajal era un patriota por encima de todo y podría tener unas ideas u otras, pero la patria es de todos. Todos eran españoles, por eso fue una suerte que no llegase a vivir la terrible guerra civil que vendría poco después de su fallecimiento.

En cualquier caso, trabajar con José Ramón ha sido un placer, y fíjate, lo más difícil en la edición de este libro han sido corregirlo. Como te he comentado antes, repetíamos muchas cosas, y cuando lo leíamos, como nos lo sabíamos de memoria, no nos dábamos cuenta de las repeticiones y nos avisaban de ellas desde la propia editorial.

El libro está dedicado, y por tanto enfocado, a las jóvenes generaciones de científicos españoles pero pienso que es una gran inspiración en muchos ámbitos, adecuado para lectores de todo tipo. ¿Qué podemos aprender de Cajal?

La figura de Cajal es extraordinaria en todos los sentidos. Fíjate que llevo la mitad de mi vida estudiando a Cajal, y sigo aprendiendo todos los días con él. Por eso me encanta hablar de Cajal y difundirlo a los jóvenes y a todos aquellos que no lo conocen. Es casi como una religión. 

Cajal era una persona muy inquieta y se interesaba por muchas cosas. No le podemos considerar un soñador, dado que todo lo que le interesaba lo cultiva y lo hace con éxito. Por poner algún ejemplo, le interesa la fotografía y la practica durante toda su vida. Ensaya con todas las técnicas existentes en aquella época: colodión húmedo, gelatino-bromuro, placas Lippmann, etc., mejorando las emulsiones para acortar tiempos de exposición. Se interesa por la fotografía en color llegando a ser pionero de la misma en España y escribiendo incluso un tratado de la fotografía en color en 1912. Se interesa por el color, las ondas espectrales y las estudia en este libro y las pone en práctica en sus emulsiones fotográficas. Pero también se interesa por el sonido y llega a inventar un método para reproducir y amplificar el sonido por medio de emulsiones fotográficas, creando el fotofonógrafo. Por entonces Edison crea y patenta el fonógrafo y entonces Cajal, abandona “su invento”. Nos quedan las publicaciones sobre ese invento y algún disco de su fotofonógrafo que conservamos en el Legado Cajal.

 

Su actividad como investigador es quizá su faceta más conocida.

Se interesa por el dibujo y sus dibujos histológicos son venerados en todo el mundo, a nivel científico y a nivel artístico, pues son solicitados para préstamo en exposiciones temporales hasta en Museos de Arte Moderno y Contemporáneo. 

De su interés por el Sistema Nervioso no diré nada, aunque le debamos tanto. Con razón se considera a Cajal a nivel internacional como el “padre de la neurociencia moderna”.

Si hablamos de Cajal escritor, debemos leernos sus libros no científicos y nos quedaríamos impresionados. Tal vez su estilo no sea literario, pero es un humanista de primer orden. Como te decía, yo sigo aprendiendo con él, impresionándome de como conocía el mundo, como conocía a las personas y como no, como interpretaba los datos anatómicos obtenidos en sus preparaciones histológicas y en sus experimentos.

Cajal era tan polifacético, que es capaz de atraer a multitud de personas diferentes, científicos o no.

¿Qué autores o lecturas frecuentaba Santiago Ramón y Cajal?

Tenía una amplia cultura. Leía mucho y siempre anotaba en los libros. A Baltasar Gracián lo citaba mucho y en la última etapa de su vida leía mucho a los clásicos.

 

La publicación de este libro es una gran noticia, además con una edición tan atractiva, pero sé que llevas años luchando por el reconocimiento definitivo del nobel: el Museo Cajal.

El Legado Cajal son todas aquellas pertenencias de Cajal, principalmente científicas, que él quiso que se conservasen en su Instituto a su fallecimiento. Con todas esas cosas se inaugura un Museo Cajal en su Instituto después de la guerra, en el año 1945. Ese Museo va a permanecer abierto hasta el año 1989, cuando el Instituto se traslada a su sede actual, en la Avenida del doctor Arce, que por falta de espacio expositivo se guarda en un cuarto. En la actualidad, 31 años después sigue guardado en el mismo cuarto, salvo algunas piezas en exposición permanente en el Instituto y algunas piezas que salen en préstamos temporales para exposiciones nacionales e internacionales. Yo llevo muchos años encargándome del Legado Cajal en el Instituto y he luchado por conseguir un Museo lo que no está escrito. 

 

Parece que tu esfuerzo y tantos años de frustración darán su fruto finalmente, ¿qué novedades hay al respecto?

Últimamente, las cosas parecen estar cambiando. No sé cómo acabará el asunto, pero el día 20 de febrero de 2020, antes del confinamiento y cuanto aún no llevábamos mascarilla, nos encontrábamos reunidos en un acto en la sede del CSIC, en la calle Serrano, celebrando el centenario de la creación del Instituto Cajal. Acabado el acto, disfrutando de un vino español y charlando con gente importante, el Ministro Duque anuncia en Junta de Gobierno que se va a estudiar la creación de un Museo Cajal, durante su mandato. La presidenta del CSIC, se acerca y me dice: “¿Ves? Lo has conseguido”. Mi respuesta no fue tan positiva, pues le contesté “Rosa, buenas palabras he tenido siempre, y al final nunca se ha hecho nada, ¿Será igual en esta ocasión?” A lo que ella me respondió: “hombre de poca fe, vamos a hacer una cosa, vamos a hacer una exposición buena de Cajal en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (único museo que tiene el CSIC), que permanecerá abierta hasta que se forme el museo prometido”. Y cumplió su palabra: hicimos una exposición donde no se escatimaron gastos, que se inauguró por ella y el Ministro Duque el 19 de noviembre de 2020. 

En esa inauguración el Ministro me volvió a ratificar, esta vez personalmente, que tendríamos museo. Pero las cosas de palacio siempre van despacio… Hace un par de meses el Ministro anuncia la creación de una mesa de expertos que van a empezar a estudiar la creación del Museo.

 

Lo que les gusta un experto…imagino que te echarías a temblar. Sin embargo, sí que parece que estén moviendo ficha.

 Esta comisión hace 10 días decide reunirse y visitar la exposición de Cajal del MNCN y venir al Instituto a ver el Legado Cajal. Les explico, les cuento y les meto el gusanillo de Cajal. Ni que decir que los expertos son altos cargos de la administración (A-30), que saben poco o nada de Cajal y mucho menos de su Legado. La impresión que saco es que les ha gustado. Cuando se van dicen que se volverán a reunir en unos 15 días, por vía telemática y que les diese mi correo para avisarme y que asistiese como asesor. Y esto es todo lo que se sabe, o por lo menos, lo que yo sé del museo.

 

Gracias, doctor Juan A. de Carlos, por acercarnos la figura de Cajal. Esperamos que el Museo Cajal sea pronto una realidad.