Planeta acaba de sacar una edición numerada e ilustrada de la novela de Carlos Ruiz Zafón “La sombra del viento” con motivo del veinte aniversario de su publicación. Recomiendo vivamente leer “La sombra del viento” porque es entretenidísima, pero yo a lo que iba es a otra cosa: a lo de los veinte años, lo rápido que pasa el tiempo y lo mayor que se hace una sin darse cuenta.

No había pensado que llevo, entonces, más de veinte años haciendo el mismo trabajo: desarrollar guiones. Es decir, acompañar al guionista en el proceso de escritura aportando criticas, sugerencias y ánimo. En una fecha que no sé precisar, deduzco que a finales de los 90, prestaba mis servicios en una productora de Madrid donde todo el equipo habíamos estudiado -aunque fuera un ratito- en Los Ángeles. Nos había llegado un guión on spec, que es como los que hemos estudiado en Los Ángeles llamamos a un guión que alguien escribe a su aire, en su casa, y sin que nadie se lo pida.

 

Era un thriller gótico con ecos faustianos, muy bien escrito, con un demonio aterrador que nos empeñamos en que fuera guapo y una trama compleja que pedimos al guionista que simplificara y unas subtramas que le hicimos replantearse. Aquel tipo llegó a entregar dos o tres reescrituras de su historia siguiendo nuestras instrucciones con mayor o menor resistencia. Así, la fue empeorando progresivamente hasta que el productor dio por muerto el proyecto porque “este chico crea unos ambientes muy interesantes pero no sabe contar una historia”.

Algo más tarde aquel chico publicó “La sombra del viento”, se hizo de oro, y según la editorial es el escritor español más leído en todo el mundo después de Cervantes. Se compró una mansión de trece millones de dólares en Los Ángeles, allí donde nosotros habíamos pasado una temporada haciendo cursos sobre cómo escribir guiones. Murió el año pasado y nunca, jamás, consintió en que se adaptaran sus novelas al cine. No me extraña.

 

Su libro póstumo, y mi próxima lectura, es La ciudad del vapor.