Como dice Nicolás Gómez Dávila, que sabía de lo que hablaba, siempre en general y, en particular, en este tema: «Lo más difícil que existe es aprender a leer». Luis Sanz Irles (Valencia, 1952) se echa sobre los hombros el trabajo de enseñarnos en el libro Texto sentido (Olélibros, 2019), con sabio prólogo, como suyo, de Manuel Toscano. Ahora bien, Sanz Irles se toma su papel profesoral (como demuestra el chiste —en serio— del título) como un placer sensual, sensible, sensitivo. Y lo regala, delectendo et docendo.
El libro recoge los artículos publicados en Málaga Hoy, pero va mucho más allá de una recopilación. Los textos se dan sentido unos a otros y nos dibujan a un personaje casi novelesco: el sabio lector hedónico Sanz Irles. Como muestra un botón: obsérvese la sutileza que se trae todo el rato con la terminología de la retórica, capaz de reírse de ella tanto como de venerarla, sin dar un tropezón jamás. Y todavía más: otorga a su personaje un compañero, como un Sancho Panza quijotizado, que es el lector mejor que resultamos nosotros mismos cuando lo acabamos.
También hay dos libros en uno. Primero, las citas (Sanz Irles es un maestro de barberos de rey de Suecia), siempre significativas y jugosas. Y después los hallazgos propios de Sanz Irles, no siempre de crítica literaria, sino también de apreciación personal o incluso de atinados atisbos biográficos. Todo muy preciso, para darnos esa voz suya de una pieza.
Primero seleccionaremos algunas citas ajenas:
[Vizconde de Chateaubriand en sus Memorias de ultratumba] El próximo 4 de septiembre cumpliré setenta y ocho años: es hora ya de que abandone un mundo que me abandona a mí y que no echo de menos.
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Gran palabrero, Barthes llamó al haiku «supremo bien de la escritura».
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[Basho] Leyendo un ejercicio donde se hablaba de un bosque bañado por la luna, dijo: «Está bien, ¿pero por qué un bosque? ¿No bastaba con un árbol?»
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[John Williams, en Stoner] Se tomaba las pastillas y sentía el dolor recular hacia la oscuridad, como un animal receloso.
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[Mircea Eliade. Mujeres] —No cabe duda, señora Bonneau: es muy hermosa.
—No, querido amigo. Sólo muy serena.
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[Vizconde de Chateaubriand en Sus memorias de ultratumba] La vida me sienta mal; tal vez me vaya mejor la muerte.
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[Ivan Malinowski] la ficha del guardarropa en el bolsillo del abrigo/ el abrigo en el guardarropa/ es la situación del mundo.
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[Jünger, sobre el estilo] Es también una señal de impotencia el desenfreno en los superlativos.
Pero sobre todo recortemos algunas frases del autor:
El verso nerudiano «Puedo escribir los versos más tristes esta noche» tampoco es trigo limpio, emocionalmente hablando. [p. 20]
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Catorce euros por este libro de cuarenta y seis poemas. Salen a treinta céntimos. Con la lectura del primero me he entretenido casi tres horas envidables por 0.30€. Buena inversión. Ni Georges Soros. [p. 61]
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Me gusta la métrica —pizca de autocontrol en la libérrima creación. [p. 71]
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Soy incapaz de concentrarme en un solo libro; siempre ando con tres y hasta cuatro a la vez. Eso sí, nunca del mismo género: novela, poesía, ensayo, filosofía… Un picaflor de biblioteca. [Lo que queda demostrado por la refrescante variedad de libros tratados en Texto sentido; p. 73]
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A fin de cuentas, leemos lo que queremos, pero sólo escribimos lo que podemos. [p. 75]
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Son los desvíos (metasememas, dicen los neorretóricos, pidiendo bofetada). [p. 78]
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[También da muy oportunas lecciones sobre traducciones (léase el capítulo «Conundrums», en la p. 257). Se las agradecemos mucho, aunque él en otro momento las llame apologéticamente «tecniquerías tiquismíquicas de la traducción»] Sí, ya sé que dun for a nun no es alazán para el capellán, pero pardo para la monja perdería, misérrimamente, el juego de la rima y, por otro lado, hay que mantenerse en lo equino y lo eclesiástico. [p. 102]
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[Sobre el final de En busca del tiempo perdido] Es el movimiento circular más asombroso de la historia de la novela; la macropescadilla narrativa. [p. 112]
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[Para leer poesía] Tan poetas como Anne Carson debemos ser nosotros.
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Rescatamos algo de la inocencia que una vez tuvimos, sentimos arrobo, esa sensación que, con su punto de ñoñería, todos deberíamos cultivar a ratos, pues eleva la vida uno o dos peldaños. [p. 163]
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[Inventa esta palabra para las minucias] quisicosas sexangelinas [p. 163]
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Novelas, cuentos o ensayos me arrastran; la poesía me detiene y como ese no es un estado que me sea innato, lo valoro más. [p. 187]
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[Comentando este haiku de Bashô: «Este camino/ ya nadie lo recorre/ salvo el crepúsculo»] La clave está en el adverbio «ya» que atesora historias.
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Michalet anticipó, sin saberlo, la posverdad. [p. 267]
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[Dice de Apuleyo, pero se puede decir de toda la literatura y de Texto sentido] Si no lo han leído, háganlo. Gran gozadera garantizada; tremendo rumbón literario, ya tú sabes la vaina. [p. 231]