Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) ha reunido en un amplio volumen sus pocos textos sobre poesía y sus muchas entrevistas. El libro se titula, muy significativamente, El sueño cumplido (Tusquets, 2023). Aunque tiene, como no podría ser de otro modo, interesantes observaciones técnicas o profesionales para todo aquel que sueñe con ser poeta o esté en ello, lo más importante es lo del cumplimiento.
En mis años de universidad, don José Zafra, profesor de Derecho Político, nos decía: «Desengáñense, la felicidad está en el deber cumplido». Eloy Sánchez Rosillo le ve la apuesta a aquel espléndido consejo y se la sube: «La felicidad está en la vocación cumplida». Esto es, en la satisfacción íntima con el trabajo y la vida de uno.
Por eso, cuando Sánchez Rosillo nos cuenta que el secreto de su poesía es la luz, entendemos que es también, en perfecta coherencia, el secreto (a la vista de todos) de su vida. Yo recomendaría leer este libro también a los que no tienen un interés especial por la poesía, porque se trata de una delicia con un corazón ético. Está muy bien y nos lo hace.
Yo le estoy agradecido a la vida por el agua clara, por el aire limpio, por el cristal transparente, y ruego al cielo que mi poesía nunca los niegue ni los traicione.
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Pienso, quizá demasiado a la ligera, que lo que podría decir en una novela lo puedo decir con intensidad mayor, y empleando menos tiempo para decirlo, en un poema.
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El hombre, mientras tiene salud y fe en la vida, vive sin edad.
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Un poeta sin sueños no va a ningún sitio. Me encontraba dispuesto a realizar cuanto estuviera al alcance de un hombre, por mucho sacrificio que la empresa exigiera, para llegar a ser un verdadero poeta y hacerme merecedor de tal nombre.
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Hay que crecer igual que los árboles, sin prisa y sin pausa.
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Pienso que el que fui no estaría del todo descontento del que he llegado a ser. Y este que soy ahora se siente muy satisfecho del adolescente puro que hubo en mí, al que le agradezco que un día me soñara.
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El poeta joven o muy joven (excepto en contadísimos casos) es promesa, y la poesía es cumplimiento.
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La poesía, en realidad, aunque forme parte de lo que entendemos por cultura, no tiene mucho que ver con ella, sino con la vida.
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A mi modo de ver resulta legítimo aspirar a lo máximo.
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[Los poetas verdaderos que en el mundo han sido] Soñaba con hacerme digno de ellos, con merecer acompañarlos algún día, aunque fuera de muy lejos [Viene a la memoria el canto IV del Infierno de Dante]
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Están llenos de inteligencia y de poesía, es decir, de amor.
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Ojalá entienda usted la belleza a la manera de Keats. No como belleza neta y aislada, sino como algo indisolublemente unido a lo verdadero.
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Hay también una impronta o sello que hace reconocible a un poeta (en temas, formas y tono) y que el lector superficial y el crítico tonto confunden con la reiteración.
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El surgimiento de la vocación es el momento más importante en la vida de un poeta, el más misterioso. Uno ha estado hasta entonces viviendo su vida de adolescente o jovenzuelo y yendo sin una dirección determinada de aquí para allá. Y de pronto oye una voz dentro de sí que le dice: no, no es por allí, ni por el otro lado; es por aquí y para siempre.
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Jamás me ha abandonado aquel deslumbramiento ni he caído en escepticismos.
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Toda poesía verdadera es de algún modo autobiográfica.
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Mi poesía es le modo más íntimo y hondo que tengo de estar conmigo y de estar en el mundo.
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La forma más eficiente de acercarnos al sufrimiento ajeno es ofrecer lo mejor nuestro.
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Luego, la juventud pasó en un santiamén y es un sueño que tuve.
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Murcia, donde la luz mediterránea alcanza acaso su apoteosis. Se trata de una luz muy densa, apretada, mineral, a través de la cual, en ciertas épocas del año, hay que ir abriéndose paso con pico y pala.
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Desde siempre he sentido fascinación por la luna. Es lo normal. No he conocido a nadie que le disguste.