Quizá a algunos de ustedes ya les suene mi perseverante fascinación por la figura del Barbero del rey de Suecia: Aquí sus títulos. En estos tiempos de ediciones y traducciones innumerables, el lector curioso no da abasto y, en la República de las letras, todos devenimos un poco reyes de Suecia en el señorío independiente y asediado de nuestra biblioteca. De modo que un barbero literario a domicilio, como tuvo aquel monarca sueco, no dejará de venirnos bien.

En consonancia con las intenciones de esta sección de recortar momentos estelares de cada libro, Miguel Ángel Herranz construye su libro, titulado (y no es lo mejor que tiene) Aquí estuvo Kilroy (Renacimiento, 2020).

En efecto, este libro heterodoxo (a medias poemario, a medias dietario, y a medias [sic] conjunto de reseñas) es un barbero moderno, personal y estilista. Cada entrada lleva el título de un libro, al que a veces se reseña, que otras veces sirve de inspiración o referencia para una entrada más autónoma y personal o que incluso deja en el aire la posible relación, que el lector tiene que adivinar, con la seguridad de que la honradez de Herranz no le está dando gato por liebre. En todos los supuestos queda claro el amor a la literatura del escritor, y algo más importante aún: la prueba irrefutable de que leer un libro es llevarse un mundo a tu propia vida.

En algún momento, Miguel Ángel Herranz califica Aquí estuvo Kilroy como «dietario», y no le falta razón. Aunque sea también otros géneros, sus circunstancias marcan el conjunto y le dan unidad. Por supuesto, sus sucesivas lecturas, palabras ajenas en el tiempo propio, pero también las muy pudorosas referencias al cáncer que padece o a la vida familiar que goza.

Puede ser tanta la conmoción que le produce lo leído que provoca un poema, algunos con entidad de gran poesía, más que de notas líricas del diario. (Siempre vienen enriquecidos por cierto efecto haibun, esto es, como en esos libros japoneses donde se mezclaba la prosa más o menos diarística y los haikus, que se iban iluminando mutua y sutilmente.) En otros casos, la conmoción es intelectual o literaria, y Herranz la traduce en una nota de crítica literaria. El lector entiende que está ante una reacción tan vital e íntima como un poema o un apunte biográfico. Otras veces apenas le pone marco a un texto ajeno, como aquí: «Qué gusto da leer un haiku bien armado», y vaya si lo es el que cita de Julen A. Carreño: «El viento adúltero/ y las bolsas del parque/ bailan un tango».

Por deformación profesional me paro más en la poesía, pero Herranz abre un amplio abanico de intereses, como puede verse en su índice: política, filosofía, diarios, narrativa, etc. Y por si fuese poco, el libro viene ilustrado con tanto gusto como compenetración con el espíritu de Herranz por Luis Ruiz del Árbol [quizá poner una ilustración. ¿la de la pág. 48?].

Pero dejemos que el barbero nos deje algunas ramitas de Aquí estuvo Kilroy:

 

                A veces la única forma de ser partícipe de la realidad es alejándose de ella.

 

                 *

 

                Frente a los embates de la enfermedad me defiendo usando un esquema clásico. Digamos que soy un paciente tradicional: Dios, ciencia, familiares y amigos. 

 

               *

 

               No me conviene leer más, sino mejor.

 

               *

 

               El azar es pura fe.

 

               *

 

               Dadas las circunstancias, también entiendo la ternura como una afirmación heroica.

 

               *

 

               Esta cita de Gloria de la Torre: «Amarás lo cotidiano, porque no existirá siempre».

 

               *

 

              Cuando la inquietud arrecia, mirar me rescata.

 

             *

             [Y un poema de amor del autor, que dice que no los escribe, pero vaya…]

 

             A Lucía

 

            Me proclamas, me bien dices,
            me azoteas. ㅤ

            Me aterrizas, me columpias
            me detienes.

            Me acentúas, me deslíes,
            me jaleas. ㅤ

            Me jalonas, me atraviesas,
            me sostienes.

 

            Me cursivas, me repicas,
            me recibes. ㅤ

            Me reúnes, me levantas,
            me tropiezas. ㅤ

            Me vendimias, me rocías,
            me remueves. ㅤ

            Me conjuras, me leyendas,

            me contienes.