Cuando el barbero del rey de Suecia se atreve con un libro de poesía asume, fatalista, que entra en terreno apurado y peligroso, como un corte a navaja. Con la novela, bien puede pelar a maquinilla. Con los ensayos, a tijera. Los aforismos son como dar apenas unos cuantos toques a esos caballeros que acuden con frecuencia a recortarse la barba.

 

Con la poesía, sabemos que haremos algún corte al cliente, que es lo mismo que hacérnoslo a nosotros mismos, pero ¿cómo no lanzarnos de cabeza ahora mismo con lo divertido y, oh, sorprendentemente hondo que resulta el libro de poesía La edad ligera (Adonáis, 2021) de Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990)? Autora de la novela Los nombres propios (Sexto Piso, 2021) y coautora de la letra de «Décimas para el Guernica» (2017) de Jorge Drexler.

 

 

El tono y el estilo del libro están perfectamente reflejados en la solapa del volumen: «Jiménez Serrano se vale tanto de un uso abundante de recursos literarios de muy diferente jaez (aliteraciones, paradojas, repeticiones, lenguaje sincopado, descontextualización de estereotipos literarios, pero glosados en clave humorística) como de la musicalidad que expresa la métrica tradicional (décimas, pareados, frecuentes asonancias), dejando constancia en éste, su primer poemario, de su admirable cualidad para fusionar el lenguaje conversacional y el literario».

 

Añadiría que el libro dibuja (en zigzag) una línea narrativa. Empieza con poemas de alegre reivindicación feminista. Se abre con una defensa de la entidad de Beatriz, más Beatrice Portinari que musa de la Divina Comedia, y sigue con unos himnos al deseo con total franqueza e igualdad de condiciones. Muy bien. Pero a mitad de este cancionero implícito asoma la intimidad, con sus velos de dolor, de inseguridades anímicas, de encuentros, de auxilios de ida y vuelta y de reconocimiento mutuo. Se acerca el amor.

 

Un amor que llega cuando parecía que debería estar de vuelta, a la espalda del romanticismo (que tan bien ha conjugado la autora), sorprendente. Un amor que encajaría perfectamente en El vino bueno, mi soñada antología del amor conyugal. Léase al menos este poema entero:

 

Ahí donde dicen todos

los estudios científicos que

acaba el amor,

tres años y dos meses más tarde.

Ahí donde los artículos

de periódico lo dan por concluido,

donde terminan las pelis

donde se deja la gente.

Ahí donde según diversas

universidades de prestigio mundial

el amor no tiene ya cabida.

Ahí

exactamente ahí

es donde el amor empieza.

 

Y ahora vamos al filo peligroso y apurado de la navaja, qué remedio, y disculpen ustedes los cortes:

 

Choca con delicadeza

mi frente contra tu beso.

 

*

 

Olvida la armadura, el casco y el escudo

y la historia del tipo sorteando siete pruebas.

Ruborizado y simple: te prefiero desnudo

como la luna nueva.

 

*

 

Profesa

tu cariño más sagrado

a los días peores.

Sólo si los enfrentas

se terminan.

Sólo si los afrentas

te iluminan. 

 

*

 

El dolor no es inmenso

pero es inevitable.

 

*

 

Detrás de tus espejismos

estás tú. Te veo.

Da los rodeos que gustes,

no me los creo.

Vente con tus desajustes,

yo los capeo.

 

*

 

Darte mi miedo como si te diera

un taladro, un electrodoméstico, una alarma.

Quizá tú sepas cómo funciona,

cómo arranca

para qué puede servirnos.

 

*

 

No quiero decir nada,

pero te estoy llamando.

 

*

 

Ahora que mi casa

eres tú,

qué dirás.

 

*

 

[…] La casa

tiene ahora sentido: es una casa. La muerte

tiene ahora importancia: no te mueras.

 

[…] Di cásate. Di vale.

El tiempo dice somos calaveras.

 

Yo digo aquí no hay tiempo. Nos dormimos.

Tú dices duérmete. La edad ligera

no surte efecto. El beso.

El eco contra el hueso: no te mueras.