No hay nadie por las playas 

Ha ocurrido la vida y mi cuerpo envejece

Pero qué importa nada bajo el sol de febrero

‘La rama verde’, Eloy Sánchez Rosillo

 

Periodismo libre

Si ha habido un tema que ha mantenido entre el estupor y la incredulidad a la gran mayoría de profesionales de la información (con sentido común) es este silencio y esta inacción de otros  profesionales de la información a los que parece no preocuparles, en absoluto, las palabras de Iglesias en el Congreso atacando a los periodistas. Les recuerdo: desde la tribuna de oradores  Pablo Iglesias lanzaba un ataque furibundo a la prensa acusándola de trabajar sin “ningún elemento de control democrático, ocultando los límites constitucionales que presiden la libertad de información, la capacidad sancionadora de los tribunales de justicia y la propia libertad de elección de los ciudadanos para decidir el medio de comunicación por el que desean informarse”.  Es decir, exigía “elementos de control” sobre los medios de comunicación.  Esto es un señalamiento hacia los profesionales de la información cuando sus noticias son críticas. ¿En serio cree Iglesias que los políticos (ellos) tienen que controlar a los medios? Afortunadamente, las voces de varios profesionales se alzaron para explicarle que el control sobre los medios lo ejerce cada espectador, cada lector, cada oyente, escuchando, leyendo o viendo cada medio. Los medios de comunicación españoles tienen su línea editorial muy clara y ejercen el libre derecho del periodismo. Pero, cuidado, no es la primera vez que Pablo Iglesias lanza ataques a los periodistas. El pasado mes de julio, en la mismísima sala de ruedas de prensa del Consejo de Ministros del Palacio de la Moncloa y, ¡ojo!, en representación del Gobierno, no sólo siguió  justificando sus ataques a la Prensa, sino que pidió “naturalizar” el insulto en las redes sociales a periodistas y a personas públicas. La ministra portavoz, María Jesús Montero, a su lado, intentó algo abrumada pseudoexplicar a los periodistas el mensaje lanzado por el vicepresidente. ¿Acaso intentan callar, borrar toda esencia, todo rastro y toda personalidad de lo que caracteriza el origen del periodismo?

 

En Creí que borraban cualquier rastro de ti, de Yoan Smadja, sucede este diálogo que parece una representación de la situación actual:

 

Soy Bernard Witz, redactor jefe de Le Temps. Los artículos que nos está enviando desde hace meses no tienen gran interés. De manera que tendría que pedirle que no continuara.
-Y entonces, ¿por qué no lo hace?
Silencio.
-Porque el modo en que ordena sus palabras tiene algo de delicado.
-Y entonces, ¿por qué no tienen gran interés?
-Porque si tiene usted la intención de ser periodista, no es de usted de quién debe hablar, sino de los demás.”

 

En esta frase está la respuesta a cualquier intención de anular, eliminar y borrar la profesionalidad del periodista, es más, de cualquier profesional a la hora de ejercer su trabajo. 

 

¿Lo lógico y lo normal?

El titular de este artículo tal vez les suene. Es una frase de Eduardo Galeano. Y vaya si tiene razón. Somos una mezcolanza de pequeñas y grandes historias que maquinan para ir formando nuestra personalidad. Todos guardamos en nuestro interior historias que nos han permitido hasta resurgir. Desde hace días, a todos nos llegan, vía WhatsApp o redes sociales, memes con eso de “¡no os relajéis, que la semana que viene toca visita de los extraterrestres! o ¡qué más podría ocurrir este año! Cualquier historia estrambótica que nos suceda ahora ni nos sorprende, cosa que en otros tiempos, más tranquilos, nos dejaría en fuera de juego. Hasta hace un año nos tomábamos a risa estas probabilidades porque ¡¿quién nos iba a decir que nevaría como si no hubiera un mañana en Madrid!? O que en Granada salieran a terremoto por día o ¡sufriéramos esta pandemia con efectos catastróficos sanitarios, emocionales y económicos! Extraterrestres a nosotros ¡amos anda! Viendo el panorama, los alienígenas han preferido dejar su visita para mejor ocasión. Con lo tranquilitos que están en el espacio sideral. Por lo visto, el comportamiento de la serie sísmica, que desde el pasado diciembre vive Granada, con temblores de magnitud superior a 3, está dentro de “lo lógico y lo normal”, según el catedrático de Física de la Tierra de la Universidad de Granada e investigador del Instituto Andaluz de Geofísica Jesús Ibáñez. ¿¡Hay algo lógico y normal en nuestras vidas!? El temor es tal que tanto va el cántaro a la fuente… que el ayuntamiento de Huelva ha reactivado también  el proceso de elaboración del Plan de Información y Sensibilización ante el Riesgo de Tsunami tras la cadena de terremotos. 

No hace mucho una encuesta explicaba que El 55 % de los españoles considera que en España no se hace lo suficiente para prevenir desastres naturales o humanos o para prepararse ante catástrofes, por encima de la media comunitaria del 47 %. ¡Como para extrañarnos de todo lo que ha pasado con la desastrosa administración de esta desgraciada pandemia covidiana! Para colmo el Etna, el volcán activo más alto de Europa, comenzó una de sus frecuentes erupciones con gran intensidad, con emisiones de lava, cenizas y fragmentos de piedra que llegaron a los pueblos cercanos y a Catania. Así que, todo lo que ocurre a nuestro alrededor nos afecta. No podemos quedar indiferentes. Ahora que todos nos preguntamos ¿¡por qué este mundo!? qué mejor que leer a Clarice Lispector. Benjamin Moser a través de Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector nos demuestra que el desarrollo de Lispector como escritora estuvo directamente relacionado con la historia de su turbulenta vida. Una mezcla de deseo de anonimato, fama y sufrimiento psíquico. Leer a Clarice Lispector es una de las grandes experiencias emocionales de nuestras vidas. Pero su glamour es peligroso. “Tenga cuidado con Clarice. No es literatura. Es brujería”, han llegado a decir de ella. En sus historias, lo divino irrumpe bajo la cuidada vida cotidiana que ella procuró. Intentó pacificarla tanto, procuró con cuidado que no explotara… que explotó. Con su lenguaje, conjuró todo un mundo desconocido para ella; una estrategia que define nuestro estado de ánimo, si observan. Siempre tendremos la fe como un punto de apoyo al que agarrarnos. 

 

 “Emergió del mundo de los judíos de la Europa del Este, un mundo de santones y de milagros que ya había experimentado las primeras señales de la fatalidad. Trasladó esa ardiente vocación religiosa en declive a un nuevo mundo, un mundo en el que Dios había muerto. Como Kafka, se desesperaba; pero al contrario de Kafka, al final y de manera dolorosa, emprendió la búsqueda de un Dios que la había abandonado. Como Kafka, relataba su búsqueda prestando atención al mundo que había dejado atrás, describiendo el alma mística judía que sabe que Dios ha muerto y que, en una especie de paradoja recurrente a lo largo de su obra, está decidida a encontrarle de todas las maneras”.

 

La gente no es egoísta

Esta semana leíamos en Twitter este tuit del escritor Miguel Ángel Hernández (puedes leer aquí la entrevista que le hicimos en Leer por leer) : “Gente en las terrazas sentada de dos en dos. Parece Murcia un flashmob de First Dates. Se refería a la nueva norma dirigida a los bares a la hora de reabrir: sólo al 75 por ciento del aforo y sólo personas que convivan en un mismo núcleo familiar. ¿Qué harían los camareros para confirmar que somos convivientes? Pedirte el certificado de empadronamiento. Una cosa muy normal que lleva uno encima siempre, claro. Las normas restrictivas continúan, lógicamente, en el resto de España. En Andalucía, por ejemplo, las reuniones no pueden superar las cuatro personas salvo convivientes, y se prohíbe la venta de alcohol a partir de las 18:00 horas. Ya. Y Valencia ha prorrogado hasta el 1 de marzo el cierre total de bares y restaurantes y el de los comercios a las 18 horas. Y así podría seguir. Hace unos días, Héctor G. Barnés, de El Confidencial, escribía este artículo de opinión tan acertado: “La gente no es egoísta, la gente ha sacrificado un año de su vida (y la llamamos egoísta)”. Todos vemos a irresponsables que se saltan las normas pero sabemos que somos muchos, la mayoría, los que estamos cumpliendo a rajatabla y luchando para que esto acabe lo antes posible. “¿Acaso hay algo más terrible que haber perdido tu trabajo, tus ahorros, tu estabilidad mental, tu adolescencia, tu infancia, tu vejez o, directamente, la vida de tus familiares y encima tener que estar escuchando cómo te recuerdan que la culpa es tuya? ¿Qué culpa tiene un niño de que en su infancia no haya podido disfrutar de sus abuelos? Los sacrificios sociales realizados para detener la pandemia pueden ser uno de los esfuerzos colectivos más generosos de la historia de la humanidad”.

 

Lean Nuestra ciudad, de Thonton Wilder. En un mundo que se enfrenta a múltiples crisis se sigue confirmando como una obra fundamental sobre cómo debemos abrazar y apreciar el valor de la vida misma. La obra tiene el poder de inspirar, sanar y perdurar en la actualidad, tanto en el escenario como fuera de él. En el escenario de la vida. Los idus de marzo fue sin duda uno de sus libros que más disfruté, pero Nuestra ciudad es otro imprescindible. Este magnífico escritor  y dramaturgo, ganador de tres premios Pulitzer, debería ser de los más leídos en España (¡y no exagero!). Les dejo un fragmento que representa cualquier episodio diario de todos nosotros:

 

 “George. -Vete de aquí, Rebecca. Solo hay sitio para uno en esta ventana. Siempre lo estropeas todo.


Rebecca. -Déjame mirar un poco.

 

George. -Usa tu ventana”.

 

Biblioterapia

El escenario pandémico que sufrimos  ha convertido el insomnio, los problemas relacionados con el sueño, y la fatiga en algunos de los principales trastornos. Muchos intentan acabar con los problemas derivados de la fatiga pandémica. Si, efectivamente, ya existe como tal diagnosticada, como no podía ser de otro modo. La incertidumbre, el estado de hipervigilancia o el cambio en las rutinas derivados de la situación que vivimos, está generando en la población diferentes dolencias como estrés o apatía, fatiga mental y física, agotamiento y emociones negativas. Este Covid está pasando factura sanitaria, emocional, económica… Tenemos los sentimientos y los nervios a flor de piel. Tanto la calidad como la cantidad de sueño se han visto afectados por esta situación. Y los profesionales nos aconsejan unas rutinas para su mejora: acostarse y levantarse a la misma hora, establecer unos horarios de sueño entre 7 y 9 horas diarias, evitar las pantallas antes de dormir… Vamos lo de siempre… si no les funcionan estos remedios, les recuerdo que los libros no curan, cura la medicina, pero los libros acompañan, orientan, salvan. “Sabemos que el agotamiento mental puede ser más extenuante que el físico porque conlleva estrés y fallos en el funcionamiento del cerebro (pérdida de memoria, por ejemplo)”, así que, les traigo Manual de remedios literarios, de Ella Berthoud y Susan Elderkin. El libro es una sucesión de curas, remedios, medicinas para el alma, en forma de libros. Las autoras han recorrido 2.000 años de literatura en busca de las mentes más brillantes y las lecturas más reconstituyentes. Sea como sea, las novelas tiene la capacidad de transportarte a otra vida y hacerte ver el mundo desde otra perspectiva. Como dijo P. J. O’Rourke: “Lee siempre algo con lo que vayas a quedar bien si te mueres a la mitad”. Me quedo con unos de los remedios, el referido a la pérdida de esperanza. Nunca subestimes la importancia de la  esperanza. Vivir sin esperanza es vivir sin alegría y sin consuelo. Podemos sobrellevar casi cualquier cosa –el encarcelamiento, una enfermedad grave, un exilio forzoso si tenemos la esperanza de que un día quedaremos libres.