Vivimos una época cultural en la que le pegas una patada a una piedra y te sale un superhéroe de cómic. Las adaptaciones de Marvel y DC asedian por tierra, mar y aire. Una saga de películas megataquilleras con guerras civiles incluidas, una rumbera serie de dibujos de Spiderman, una precuela del Joker en plan película importante, un relanzamiento de las aventuras de Daredevil, el héroe de la Cocina del Infierno creado por Stan Lee… Escoja su favorito entre tanta oferta y relanzamiento.
Así, como es esperable, el atractivo mítico de los superhéroes también ha invadido la pequeña pantalla durante la última década. Ahí están las adaptaciones de The Flash, Arrow o aquella Gotham que rememoraba la infancia de Bruce Wayne, el millonario tras el que se escondía el Batman creado por Bob Kane en 1939. Netflix, por ejemplo, comenzó a hacerse un sitio en la producción propia generando un puñado de series basadas en personajes de Marvel: Jessica Jones, Luke Cage, Iron Fist, The Punisher… Disney Plus tiene un marcha unos cuantos proyectos para ampliar ese universo.
Si en los años ochenta, gentes como Frank Miller elevaron el alcance —dramático y moral— de las historias de superhéroes, en la actualidad han sido cineastas como Todd Philips o el televisivo Eric Kripke quienes le han pegado un revolcón al formato. Este último es el productor ejecutivo de The Boys, una de las apuestas más exitosas de Amazon Prime Video.
La serie adapta las novelas gráficas que Garth Ennis ideó en 2006. Este veterano del cómic reventó el casino entre 1995 y 2000 con Preacher. Esta violenta historia sigue las andanzas de un predicador que se enfrenta a seres divinos, paletos viciosos, villanos sobrenaturales, vampiros, asesinos en serie y un puñado de eclécticos referentes agitados en una alucinada coctelera profana, sureña y vertiginosa. Preacher fue adaptado por la cadena AMC, que emitió cuatro temporadas de las sangrientas aventuras de este peculiar hombre de Dios.
La otra gran novela gráfica de Garth Ennis, The Boys, también rastrilla el mismo espacio desmitificador y salvaje. Y así ha llegado a la pequeña pantalla (se han emitido dos temporadas hasta la fecha), con una escena inicial, sangrienta hasta la exageración, que supone todo un aviso para navegantes: el heroísmo es una mentira orquestada por políticos cobardes y departamentos de márketing. En ese entorno de hipocresía rampante y abusos de autoridad, los verdaderos protagonistas de The Boys no son los salvadores con capa, sino un puñado de desharrapados sociales que la emprenden contra el Goliath superheroico. En esta subversión genérica —además de una puesta en escena atrevida y vibrante— radica uno de los mayores aciertos de The Boys, una serie exagerada, ultraviolenta y satírica donde el Bien hace mucho que dejó de ser lo que era.