Qué desilusión no encontrar en el diccionario de la RAE la palabra “ultracrepidiano”, que acabo de descubrir. Sobre todo porque ahora ya no sé si la palabra ultracrepidiano existe o no, con lo necesaria que me parece. Desde luego el autocorrector no la reconoce y la subraya en rojo, pero tampoco reconoce “autocorrector”. Curioso.

 

Ultracrepidian, según el diccionario de Cambridge, es “alguien que opina sin saber”. Y está relacionado con el efecto Dunning-Kruger, que viene de la incapacidad metacognitiva del sujeto para reconocer su propia ineptitud. Para entendernos, que cuanto menos sabes más crees saber.

 

En lo que respecta a la abogada, política y escritora Clara Campoamor (1888-1972), claramente sufro de Dunning – Kruger. Me considero hasta cierto punto una experta: hace años trabajé en una película de televisión, “La mujer olvidada”, acerca de su lucha por el voto femenino, y me leí muchos artículos y varios libros y las actas de las Cortes en las que se debatió. Por eso el punto hasta el que me considero experta es, exactamente, diciembre de 1931, cuando sucede el clímax de la película y –spoiler– el voto de la mujer queda definitivamente aprobado. 

 

Ahora que hemos des-olvidado a esta mujer para lanzársela a la memoria histórica a los otros, yo no me atrevo a opinar porque de 1931 en adelante no conozco de ella mas que citas sin contexto y cuatro datos. Como en la parábola india de los ciegos y el elefante, que ya no cuento porque estas líneas me están quedando densitas, Clara Campoamor podría ser cualquier cosa.

 

Así que he decidido que mi próxima lectura será “La revolución española vista por una republicana” (Ed. Renacimiento), escrito en 1936 y publicado en francés al año siguiente, donde obviamente la republicana del título es Clara Campoamor, y de lo que habla es de las causas y consecuencias del estallido de la Guerra Civil. Cuando lo lea y me forme mi propia opinión ya veremos qué hago con ella. Hasta entonces me callo, porque antes muerta que ultracrepidiana.