Si usted gusta de desconectar del mundanal ruido diario encendiendo la televisión, se habrá percatado, a poco buen observador que sea, de que Rocío Carrasco no ha dejado de estar en nuestros televisores desde hace dos semanas. Ininterrumpidamente. Y todo de la mano de una serie-documental Rocío. Contar la verdad para seguir viva, en el que aparecen imágenes de la hija de la gran Rocío Jurado donde y, asegura, cuenta su verdad e intenta defenderse de todo lo que han dicho sobre ella en estos últimos veinte años. Vestida con un traje rosa fucsia, de la marca Blëis, de la diseñadora Blanca Rodríguez (lo desvela en La Razón José Luis Díez-Garde), la también hija del fallecido boxeador Pedro Carrasco responde a todas (veremos al final de la serie si responde a todas) las acusaciones públicas que se han vertido contra ella en “una industria cómplice del horror”, la del corazón, apunta un rótulo del tráiler, de la que ella se retiró, tras años vendiendo exclusivas sobre su vida. Cada tráiler está lleno de rótulos con frases que te van llevando por su desastre: “Sí estoy dispuesta a reconocer errores” y otros que la describen como “una víctima paralizada por el miedo” o “una mujer sentenciada sin escucharla” contribuyendo todo a la lucha contra la violencia de genero. Por lo pronto, la ministra de Igualdad, Irene Montero, apareció en Sálvame Diario apoyándola así como distintos líderes políticos de los principales partidos españoles que no han dudado en reaccionar. Irene Montero valoró “el periodismo feminista» que “da voz y legitimidad a las víctimas de violencia machista”. Del periodismo como tal nadie habla nada, no sabemos que queda de él. Veremos en qué queda todo tras comprobar los resultados a través de una fría estadística.
Desconectar de Rociíto
Para sobrellevar todo este engranaje televisivo os recomiendo Los desengaños amorosos, de María de Zayas. María de Zayas (1590-¿1661?) es la escritora más conocida de los siglos XVI y XVII después de Teresa de Jesús. Sus obras más destacadas son dos colecciones de novelas cortas: Novelas amorosas y ejemplares, 1637; y Parte segunda del sarao y entretenimiento honesto, más conocida como Desengaños amorosos, 1647. Los textos de Zayas son decididas defensas de la libertad de la mujer para escribir, amar y vivir de la manera que elija, y en ellos arremete especialmente contra la doble moralidad del código del honor y contra la violencia hacia la mujer. Este fragmento lo rubrica “Muchos desengaños pudiera traer, en apoyo de esto, de las antiguas y modernas desdichas sucedidas a mujeres por los hombres. Quiero pasarlas en silencio, y contaros mis desdichados sucesos, para que escarmentando en mí, no haya tantas perdidas y tan pocas escarmentadas”. Además, Zayas insiste en defender la capacidad intelectual de las mujeres, abogando por el acceso completo a la cultura para ellas. Menos mal, no todo iba a ser llorar…
Berlanguiano
Hace unos días, la RAE incorporó, en su última actualización del Diccionario de la Lengua Española, el término berlanguiano. Un término que hace oficial algo que sabíamos todos: somos un país berlanguiano. Berlanga mostró nuestras grietas con ironía y ternura. “Cada vez oímos con mayor frecuencia describir a un personaje o una situación de la vida real como fellinianos, buñuelescos o berlanguianos. Término este último que, dicho sea de paso, bien cabría incorporar al diccionario de la española, cual homenaje debido a quien nos ha proporcionado una visión agridulce y conmovedora de nosotros mismos, además de ser, de puertas adentro, nuestro primer creador cinematográfico”, dijo Borau, expresidente de la academia de cine español entre 1994 y 1998. Nada mejor para celebrarlo que Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente, de la que es autor Miguel Ángel Villena, Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias (colección Tiempo de Memoria). Destaco este fragmento para ir abriendo boca: “Durante ese rodaje [Bienvenido Míster Marshall] nacieron los dos apelativos que me seguirían toda la vida; uno malo, este de Míster Cagada, con el que me bautizó todo el equipo porque al terminar cada plano decía ‘vaya cagada’, y el de El Fanfarrón Negativo, que fue la definición que hizo Bardem de mí por lo de mis pesimismos, de los que, según él, yo alardeaba. Así como la significación del primero es bien sencilla, la del segundo se refiere a mi dificultad para admitir que algo pueda estar bien de verdad. Por ejemplo, si he rodado un plano que a todo el equipo le encanta, yo, que sé más o menos como lo querría, le encontraré todos los defectos que los demás no ven”.
El patrimonio de los Marqueses de Galapagar
Esta semana ha tocado también enterarnos de las declaraciones patrimoniales de los altos cargos de la Administración General del Estado que publica el Ministerio de Política Territorial y Función Pública en el Boletín Oficial del Estado. Los ministros de Universidades, Manuel Castells; de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá; de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, y de Educación, Isabel Celaá, son los miembros del Gobierno que cuentan con más patrimonio declarado, por encima incluso de Pedro Sánchez. Por otra parte, lo que ha llamado mucho la atención, tanto en los medios y entre la sociedad civil, es el patrimonio declarado por Pablo Iglesias e Irene Montero, que suman un patrimonio de 1,17 millones de euros.
Tanto ha llamado la atención que hasta el que fuera secretario general de Podemos Madrid y portavoz de la formación en el Senado, Ramón Espinar, saltó a opinar y dejó caer que el vicepresidente segundo y líder de Podemos, Pablo Iglesias, y su pareja y ministra de Igualdad, Irene Montero debían explicar cómo han multiplicado su patrimonio desde que entraron en política hace seis años. Según asegura, Iglesias entró en política con 45.000 euros en 2014 e Irene montero tenía 6.000 euros en su cuenta. Espinar no pone en duda que tanto Iglesias como Montero son personas «honorables» pero piensa que un incremento «muy grande» de patrimonio en seis años en política «hay que explicarlo bien», sobre todo, decía, en Podemos.
Tal vez, los Iglesias-Montero han leído el libro Invierte en ti, (Planeta), de Natalia de Santiago, experta en planificación y análisis financiero, mira, yo que sé, tal vez… De Santiago recomienda sabiamente ahorrar cuando las cosas van bien y de forma organizada… El libro nos da todas las pistas para gestionar nuestro dinero y sacarle el mejor partido de forma sencilla, sin fórmulas complejas y sin saber nada de matemáticas: “Lo primero y fundamental es elaborar un presupuesto y tener la radiografía de dónde se nos va el dinero en un año. Qué entra y que sale de nuestras cuentas para saber de dónde se puede recortar”. Vamos, la clave está en ahorrar y en seguir los sabios consejos que nos daban nuestros padres en casa: nunca gastes más de lo que tienes, ten un colchón de ahorros… No os quiero preocupar, pero la realidad es que, como la población está envejeciendo, nuestras pensiones serán peores que las actuales. Vamos a tener que financiarnos nuestra jubilación. Y cuanto antes empecemos menos tendremos que ahorrar. Yo también aconsejo, no me voy a quedar con las ganas: cuando las cosas van bien hay que prepararse para cuando vengan mal. Y eso el coronavirus nos lo ha dejado muy claro.
Restricciones COVID en la Semana Santa
No les voy a contar una novedad si les digo que la gran mayoría de las Comunidades Autónomas comenzaron a aplicar sus restricciones de cara a la Semana Santa. Algunas, como Andalucía, las llevan aplicando ya una semana y otras simplemente se limitan a prorrogar las medidas que ya estaban vigentes, que se podrían endurecer en el caso de que empeore la situación epidemiológica. Hasta ahí tú vas asimilando el tema, pero luego, de repente, saltan a nuestra vista cosas que no se entienden como la celebración del concierto de Love of Lesbian, el pasado sábado en el Palau Sant Jordi de Barcelona, acogiendo a 5.000 personas con mascarilla pero sin distancia de seguridad mientras desde el Gobierno nos avisan continuamente de que debemos cumplir con el protocolo establecido: cierres perimetrales, distancia de seguridad, mascarillas, sin procesiones y con restricciones de aforo en los templos y pasando en los restaurantes de seis a cuatro comensales. En domicilios, sólo convivientes. Mientras, ellos, han salido disparados a su lugar de origen; a su casa, vamos. Es difícil asimilar reglas y explicarlas cuando tus políticos te exigen un comportamiento mientras ellos no lo llevan a cabo. Sin ir más lejos, Pedro Sánchez está en Doñana y de ahí para abajo sitúen a cada ministro en su lugar de asueto elegido.
En fin, sigan aplicando el sentido común y respeten las normas, es lo único que nos va a salvar. Y para sobrellevar este calvario semanasantero covidiano les recomiendo a John Cheever, que murió en 1982, justo en el apogeo de su fama como el autor más vendido y ganador del Premio Pulitzer de cinco novelas y algunos de los cuentos más brillantes jamás publicados. Les destaco de sus Cuentos, El nadador, uno de los viajes más surrealistas en la literatura durante el transcurso de una sola tarde, cubriendo una distancia de unos kilómetros en piscina. Ned, su protagonista, está sentado en el jardín de sus amigos, los Westerhazys, con un vaso de ginebra en la mano, “respirando profundamente, como si pudiera acoger en sus pulmones todos los ingredientes de ese momento: el calor del sol, la intensidad de su placer…” Por capricho, Ned decide nadar a casa a través de las piscinas de sus vecinos: “ese arroyo cuasi subterráneo que se curvaba a través del condado”. Él bautiza esta ruta Lucinda en honor a su esposa y se pone en marcha sintiéndose como un “peregrino, un explorador, un hombre con un destino”.
¡No se quejarán, qué mejor plan para viajar sin salir de casa…! “Era uno de esos domingos de mitad de verano en que todo el mundo repite: “Anoche bebí demasiado”. Lo susurraban los feligreses al salir de la iglesia, se oía de labios del mismo párroco mientras se despojaba de la sotana en la sacristía, así como en los campos de golf y en las pistas de tenis, y también en la reserva natural donde el jefe del grupo Audubon sufría los efectos de una terrible resaca”.