Jesús Cotta (Málaga, 1967) ha publicado un gran librito breve de aforismos: Homo mysticus. Sale en la editorial Cypress, que es un excelente ejemplo de esas pequeñas editoriales independientes que tanto hacen por mantener el hálito de la gran cultura, en una guerra de guerrillas de la batalla cultural que merecería más atención. También acaban de publicar La verdad de la belleza de Emilio López Medina, porque ya digo que Cypress no para de acertar.
A Cotta lo tengo comparado con Rafa Nadal, de feliz actualidad ahora. Así lo escribí: «Mientras que todos los poetas queremos ser Roger Federer (toques muy elegantes sin despeinarnos), Cotta es un Rafa Nadal: pura garra, tierra batida hasta la camiseta y reventar cada bola agónica. Cotta no le teme a la emoción desbordada, a la imagen poderosa, a la voz en grito. Reivindica, entre otras, la poesía más racial de García Lorca».
Como aforista, le pasa tres cuartos de lo mismo; y en Homo mysticus se ve muy claro. Su mayor referencia no es el elegante Joseph Joubert ni el talentoso Jules Renard ni el sorprendente Gómez de la Serna, sino el mismísimo Blaise Pascal. ¿Lo escuchan de fondo en este aforismo de Cotta? «Peor que nacer con necesidad de sentido en un universo que no lo tiene es haber vivido sin sentido en un universo que sí lo tiene». ¿Y en éste? «Un híbrido de ángel y primate podría tener piojos y, a la vez, pintar las cuevas de Altamira; darse hoy un atracón y ayunar mañana; matar a su hermano con una quijada de burro y luego levantar un dolmen a los astros. ¡Qué absurda e imposible sería tal criatura!» También hay unas gotas (gordas) de Chesterton: «¿Qué andará buscando el universo con tanta expansión en todas las direcciones? ¿Algo que no sea él?» y «Nuestros hermanos menores, los animales, nacieron antes que nosotros».
Pero Cotta es todo lo contrario a un catálogo de ecos. Él va bastante a lo suyo, que es la potencia, no sólo del pensamiento, sino también la lírica (es un aforista que no olvida jamás su condición de poeta) y, sin duda, la expresiva.
A veces se permite aforismos que no resultan indiscutibles o que parecen apuntes para un diario o que no son redondos, lo que tiene su lógica teológica. Él mismo ha dicho: «Dios aborrece la eugenesia. Qué poco amor el suyo si sólo hubiera permitido nacer lo perfecto». Y de tejas para abajo también hace gala de una generosa condescendencia omnicomprensiva: «El buen amante ama todo lo que ha hecho al amado, es decir, el universo entero».
Como ejemplo de aforismo discutible, quizá éste: «Lo contrario de morir no es nacer, sino engendrar», pero qué importa discutirlo ni qué falta hace ante tanta emoción. Como ejemplo de aforismo equivocado, valdría éste: «Si muero hoy, este sería mi epitafio: `Disfrutaba de la vida`. Aún estoy a tiempo de añadirle: `Y evitaba el sufrimiento alrededor`». La primera parte es indudable —basta leerle—, pero, sin embargo, ¿no se da cuenta Cotta de que su mismo entusiasmo es un bálsamo en nuestras desazones? Véanse en estos ejemplos:
La explicación siempre está un paso más allá.
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Si no existiera nada, dos más dos seguirían siendo cuatro. La razón, no el universo, es el gran misterio.
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Al ser concebido escapé de la nada. No pienso volver a ella ni muerto.
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Para combatir al malo hay que ser más bueno, pero también más fuerte.
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Quien fue concebido en una violación acaba naciendo por amor.
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Corre, sangre, que la muerte te persigue.
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Todos los muertos que me han hecho posible me miran desde el espejo.
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A los híbridos de ángel y bestia como nosotros lo que nos cuadra es el sexo con amor.
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Al Creador le pasó con las estrellas lo que a Velázquez con las lanzas: todas le parecían pocas.
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Al andar pisamos la hierba; al lavarnos ensuciamos; al comer matamos. Del Edén sólo nos queda el amor.
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El Barquero también acepta como óbolo el último beso que nos han dado.
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La mayor prueba de la inexistencia de Dios sería la inexistencia del cosmos.