Publica Ramón Eder (Lumbier, Navarra, 1952) un nuevo libro de aforismos, titulado Los regalos del otoño (Renacimiento, 2023). A bote pronto, uno asume que el acento del título recae en el otoño del veterano aforista que ya va despidiéndose. Error. Cae en los regalos. En los que nos hace con esta publicación. Esta colección es particularmente gozosa incluso sobre la media alta del gozo a la que nos tiene acostumbrados Ramón Eder.
Hay una decantación de sabiduría, que puede pasarnos desapercibida, aunque nos deja pruebas meta-aforísticas aquí y allá. «Entre aforismo y aforismo es bueno que haya un generoso aforismo de silencio», por ejemplo; y eso lo consigue con la diferente textura de sus aforismos, algunos muy finos y otros más bromistas de sal gruesa, individualizando así cada cual. Remacha la idea: «Un libro de aforismos en el que todos los aforismos fuesen brillantes sería tedioso». Conoce bien el género: «Baltasar Gracián es el puente que une la agudeza clásica con el ingenio moderno». A veces es la maestría en la expresión la que eleva a literatura una idea general: «Nuestros defectos están machihembrados con nuestras virtudes». Con ese «machihembrados» ha creado un aforismo inolvidable de una experiencia, ay, común. Su oficio tiene un denominador común: quiere ponernos a trabajar. No permite la actitud pasiva en su lector. O porque nos pone a antologarle los aforismos brillantes, convirtiéndonos en buscadores de tesoros, ajenos al tedio. O porque nos fuerza a releer sus aforismos. Ejemplo: «La alegría tonta es infinitamente inferior a la alegría inteligente pero aun y todo es superior a la tristeza tonta». Nótese la alegría inteligente de sacar de la ecuación a la tristeza inteligente, porque ¿no existe o porque sí? Ah, eso no lo dice: nos lo deja a nuestra inteligencia, triste o alegre. Hace ante nuestros ojos divertidos trucos de manos, como este aforismo: «Boticcelli, Botticeli, Boticelli, Botticceli…», que nos deja cinco minutos buscando las combinaciones que no usa y esa curiosidad nuestra es la auténtica gracia del aforismo.
Podríamos seguir, pero ya verán su maestría en la selección del barbero. Señalaré lo que no se ve tan claro. La diversidad de tonos (que ya decíamos) también es diversidad casi genérica. Ofrece aforismos diarísticos: «Hay gente astuta que domina el arte de ofrecerte algo de tal manera que no lo puedas aceptar». Otros de autoayuda: «No hace falta ser millonario para disfrutar tomando un gin-tonic en los grandes y míticos hoteles que nos encontramos en los viajes, basta con ser valientes». Alguna micro-novela: «Los pequeños amores también están muy bien». Y manuales de escritura: «El buen escritor evita escribir en voz alta».
Hay de todo, pero el barbero se ha quedado con esto:
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Quien ordena nuestras cosas nos las desordena.
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Reírse más y quejarse menos enriquece cualquier vida.
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El que es buena persona no puede ser normal del todo.
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La alegría es un estado de gracia.
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Cuando lee a un excelente escritor, el buen lector, está en una de las cumbres de lo humano.
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Leer es una de las pocas formas de ganar el tiempo.
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El que escribe tiene que elegir entre la cortesía de publicar poco y la generosidad de publicar mucho.
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No se puede ser feliz siempre pero si se puede ser muchas veces muy feliz.
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Todo buen poema da ganas de vivir.
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Al amigo que huye, puente de oro.
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Las mujeres muy hermosas no tienen remedio.
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No hay profundidad donde no hay abismo.
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Las casas pequeñas no tienen fantasma.
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En los amores platónicos siempre hay uno que quiere menos Platón y más alegría. [Seguro que en la primera versión escribió «placer» para jugar con prozac, pero se dio cuenta de que no le hacía falta.]
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Los regalos suelen ir a los agradecidos como las abejas a las flores.
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Los buenos lectores son muy importantes en un país.
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La lectura es muy superficial inevitablemente, lo que hay que fomentar es la relectura.
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Seguro que el Partenón no gustó a ciertos griegos cuando se construyó porque les parecía demasiado moderno.
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Los últimos años de una vida son muy importantes como las últimas páginas de una novela.
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A los aforistas se les paga citándolos.