La brocha gorda de la historia tiende a igualar las siluetas de los dos inefables líderes máximos del nazismo y el fascismo, habiendo sido ambos tan distintos, hasta en lo monstruoso. Será por la inercia metodológica que ese proceso mental crea, que en Italia constituyen legión quienes tienen a Francisco Franco por una suerte de Benito Mussolini a la española, y a la guerra de España como un mero preámbulo de su Segunda Guerra Mundial.

 

Así, al general más joven de Europa suele caerle una somanta verbal grandiosa en cuanto que algún cognato lo saca en conversación. Hasta el que sería capaz de defender algún particular del Duce deja que apaleen a Franco, si no es él mismo quien le atiza, alcanzando de este modo para sí la siempre deseada centralidad en posicionamiento político. Esto tampoco puede sorprendernos mucho visto desde España, donde la estima popular hacia el caudillo gallego, apenas difunto, pasó a hora Valle, y ya va por Mingorrubio.

 

Lo que por contra sí sorprende es que en un medio así surjan libros como Il calzolaio di Finisterre -todo un empresario del calzado, que nadie imagine un remendón que malvive repegando chapines- que acaba de publicar la ejemplar editorial veronesa Fede & Cultura. Y no lo comento, obviamente, sólo por sus virtudes literarias, que es una obra bien escrita, con personajes nítidamente caracterizados y dotada de un ágil ritmo narrativo, sino por tratarse de una novela histórica que toca la última guerra civil española sin violentar su historicidad, lo que hay que agradecerle a su autor, el joven Maximiliano Cattaneo, que evidentemente cuenta -se nota a lo largo de toda la novela- con un profundo conocimiento del periodo que ha elegido como marco de la trama.

 

 

Tratándose de un novelista italiano podríamos haber esperado un producto más o menos inspirado en Por quién doblan las campanas, cuya versión cinematográfica llegó a ser muy popular en Italia, pero Maximiliano Cattaneo, del que apenas se conoce su precedente ensayo sobre Ortega y Gasset, emprende otro camino diferente, cuajado de eventuales amenazas, que sabe sortear con inteligencia. Al adentrarse en el jardín compartido de republicanos y nacionales, sigue el conocido consejo del líder de éstos y no entra en política, pero el jardín lo recorre y es un jardín lleno de espinas, del que logra salir sin heridas de cinco rosas ni arañazos de trece. El principal acierto de Cattaneo estriba en haber sabido darle a su novela el tratamiento tonal justo, alejado del ya raro relato de los ganadores que recorren Madrid de corte a Checa, o del de los perdedores, que vivieron aquella lucha A sangre y fuego. Pero al mismo tiempo, la novela El zapatero de Finisterre huye también de la vulgar e inmoral equidistancia dando forma a su mirada en la horma de las víctimas, como en esa discretita producción cinematográfica de hace unos años, Un Dios prohibido. Cattaneo ha sabido ver por tanto la decisiva y medular componente religiosa de aquella guerra fratricida y en ella injerta una bellísima historia de amistad y redención que sabe tocar el corazón del lector, al que logra emocionar vivamente.

 

En este artículo se ha hablado también de estos libros: