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Quiere el tópico que hoy sea una noche de inmensa ilusión y mañana por la mañana el momento de una íntima decepción. Disiento. Sé que va con los caracteres y no critico a los otros. Pero yo los cinco de enero los paso peor. La inquietud de que los regalos defrauden a los otros de la casa. Un ambiente como tenso porque todo el mundo sabe lo que ha hecho por los demás pero no lo que los demás han hecho por él. Han disimulado tan bien que han vuelto a ponernos la mosca detrás de la oreja. Las gestiones a última hora, con las manecillas del reloj en los talones. Y las cabalgatas interfiriendo con las cabalgadas.
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Quizá Shakespeare estaba de acuerdo conmigo. En su Noche de Reyes todo es un lío tremebundo que parece que va a salir fatal, y lo bueno empieza al final.
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Mañana seremos sobrepasados en el amor, pero también en la caridad y celebrarán nuestros regalos. La realidad siempre es mejor que los sueños. Y los Reyes serán, como les corresponde, reales. La espera para quien tenga paciencia. ¡Qué día más largo!
