El Gobierno de Pedro Sánchez no solo prepara indultos para los condenados por sedición y malversación de fondos públicos en la organización del golpe posmoderno de septiembre y octubre de 2017.
Habrá indultos, claro que sí. Y serán muy pronto. Sin duda. Pero, además, el Ministerio de Justicia prepara una modificación del Código Penal para rebajar las penas por esos delitos, quizá en prevención al “lo volveremos a hacer” con el que los sediciosos renuevan cada día su amenaza a la democracia española.
La reforma, a la baja, de los delitos perpetrados por la pandilla del “ho tornaren a fer” no es un globo sonda periodístico. Lo fue. Ahora es un anuncio confirmado, desde la tribuna del Congreso de los Diputados, por el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo. Aprovechó su respuesta a la portavoz del Grupo Popular, Cuca Gamarra, para argumentar que su “iniciativa legislativa” busca la “armonización” en el tratamiento de estos delitos, porque el ministro vislumbra la “ausencia de un delito equivalente a la sedición en otros ordenamientos jurídicos”.
Por suerte, el Gobierno Sánchez sólo actúa movido por “el interés general” frente a todos los que, “anclados en la crispación”, pedimos que atienda el criterio del Tribunal Supremo, que con tan meridiana claridad informó rotundamente en contra de los indultos. Anclados en la crispación iremos este domingo a la Plaza de Colón a clamar en el desierto. Porque Sánchez quiere ejercer el poder, todo el poder, el máximo poder… también el poder para equivocarse gravemente con una decisión que abofetea la democracia tras desoír todas las alarmas, empezando por la del Supremo.
El señor presidente concederá sus indultos, rebajará las penas, comprará una ampliación de su permanencia en La Moncloa con la humillación de la democracia española. Por eso los indultos son autoindultos.
Todo sea por exprimir sus 32 meses. Pero no pasará mucho tiempo antes de que la pandilla del “ho tornaren a fer” cumpla su palabra y vuelva a hacerlo. Entonces habrá que pedirle a Rafa Latorre que escriba una segunda parte de su “Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido”, porque lo que está por venir será aún más increíble -y lamentable- que lo que vivimos en 2017. Al tiempo.
