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Una amiga muy querida ha terminado Ejecutoria. Su único comentario ha sido: «Cuando vi que citabas a Mafalda, me hice muchas ilusiones. Pero luego he visto que fue una y no más». Yo soy muy de Mafalda y podría haberla citado más, desde luego, pero se trataba de abrir el abanico, de invitar a todos los nuestros a una fiesta. Lo de Libertad, sin embargo, era necesario, porque explica mejor que nadie los ramalazos ácratas del hidalgo del siglo XXI. ¿Verdad?
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A Tácito, que ya vio venir como los Gobiernos corruptos multiplicaban las leyes, le habría hecho mucha gracia; aunque quizá me habría afeado también que haya poco Mafalda en mi libro.
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Otra cosa bonita es que he visto —lo había olvidado— de dónde saqué ese chiste. Es el tuit fijado (qué bien) de Devenir Gris. Es otra genealogía muy interesante que también falta en Ejecutoria. La de quienes nos regalaron autores, libros o citas. Merecen nuestro agradecimiento. Cuando alguien me pondera que le recomendase Los muchachos de la calle Pál, recuerdo a Jorge Soley, que me lo regaló (en los dos sentidos). Cuando otro dice que llego a Helena o el mar de verano gracias a mí, hago una reverencia a José Mateos, que lo trajo a mi orilla. Y así.
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Vamos de regalo en regalo. No sé si Mafalda dijo algo sobre esto.