–
De que reseñaré Sin figuración, poca diversión hay poca duda. Lo haré, si avanzo… Víctima de los stendhalazos, apenas puedo pasar las páginas. Por las fotos, sí, pero también por la prosa de Oscar Tusquets. Y las evocaciones. He tenido dos piques genealógicos.
El primero cuando habla de los cañizos: «Cañas que aíslan del calor —sobre todo si se dejan enteras con su cámara de aire interior—, de color claro y por tanto reflectantes, adosadas pero dejando resquicios por los que circula el aire y se filtra el sol creando una mágica sombra luminosa, como la que acaricia a aquellas majestuosas y equívocas jóvenes de Sorolla después del baño. Recuerdo que incluso las «familias bien» poseían sombrajos con dos capas cruzadas separadas por una cámara ventilada».
Habla de Asia Menor, pero mi prurito de familia bien se pregunta por qué no tenemos un sombrajo de dos capas cruzadas. ¡¿Por qué?!
Un poquito más adelante (ya digo que avanzo muy poco), lamenta las dichosas monteras que les ponen a los patios. Y yo, que tengo en la memoria la lluvia en el patio de la casa de mi abuela, tuve un poderosísimo ataque de nostalgia, que volvió a sacarme de la lectura.