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Coincido, al entrar en el IES, con un nutrido grupo de limpiadoras (hay limpiadores, pero no iban en el grupo). Las adelanto —yo llego tarde, y ellas llegan meticulasamente con tiempo— y les digo al pasarlas: «¿Qué? ¡Otro día dispuestas a dejar el instituto como los chorros del oro, ¿verdad?». Cuando ya estoy lejos aún oigo que dicen de mí: «¡Qué gracioso es!». Y desde luego que me han dejado reluciente el espíritu todavía antes de ponerse a trabajar.
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