X
LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Ley de la oferta y la demanda

 

Dentro de nada, ay, estoy otra vez en las aulas explicando de nuevo la ley de la oferta y la demanda. Quizá por eso el subconsciente me la ha recordado para tratar de explicarme mi vida social de este verano. O por la nostalgia o porque una vez fui gracioso o por los viejos veranos o por la compañía que nos hacemos en invierno o porque nos presentó X, la gente acude muy simpática y solícita a saludarme. Yo trato de corresponderles con todas mis fuerzas y mis mejores ánimos, pero, casi siempre, me pillan llegando tarde a una cita o a la hora de comer en casa, o estaba hablando con otro al que no quiero dejar con la palabra en la boca (y se la dejo) o veo a lo lejos a alguien que tendría que haber saludado mejor ayer o he de recoger a un niño o dejar a la niña en un sitio o me gustaría leer un poco en la playa, que para eso bajo, en realidad.

 

El resultado es que casi nunca puedo satisfacer la demanda de atención: miro para otro lado, confundo nombres, no oigo, me levanto a destiempo o perpetro un «tenemos que vernos» que hace ya veinte años que suena a falso. Entonces lo normal es que los consumidores insatisfechos dejen —yo lo haría— de saludarme tan afectivamente, y ya lo hagan más de lejos y de paso o ni eso. Y así funciona la mano invisible de los amigos, conocidos y saludados. El descenso de popularidad me acerca a un punto de equilibrio, donde poder atender a los clientes más fidelizados.

 

Lo malo es que antes de que lo alcance del todo se acabará el verano y el año que viene volveremos a empezar por los toboganes de la oferta y la demanda.

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