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Conversando con Catherine L’Ecuyer, me comenta la maravilla de trabajo que nos traemos entre manos. Es un aviso oportunísimo. Vuelvo a trabajar sobre mi clase sobre Laurus para mañana con otra disposición, más agradecida y disfrutona, predispuesto al asombro de la realidad. Y me encuentro con cuatro lecturas más.
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1- La barbérica ya se la había hecho.
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2- Hay una subconsciente que me acabo de detectar ahora. En mi artículo de ayer celebraba las despedidas, y seguro que esta cita de Laurus campaba por mi memoria profunda: «No me gustan las despedidas. —La vida está llena de ellas, dijo Arsénij. Pero, sin olvidar esto, alégrate de los encuentros». Late aquí el optimismo de mínimos de Chesterton. Infinitamente mejor haber sido que no ser nunca. Más claro aún lo dice después: «Sabes, oh amigo, cada encuentro es siempre algo más grande que la separación. Antes de conocer a alguien, siempre hay un vacío, una especie de nada, pero tras la separación, ese vacío ya no existe. Tras encontrarse una vez, es imposible separarse por completo»
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3- Una lectura política, de posible entendimiento europeo, de la que hablaré en mi artículo de mañana. Vodolazkin apuesta por el entendimiento entre Rusia y Occidente que, como clama en sus entrevistas y practica en su novela, sólo puede entablarse en el gran idioma común de la gran cultura que tiene su raíz en el cristianismo.
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4- He creído percibir una ironía sutil de Vodolazkin en los cuatro nombres del protagonista: Arsénij, Ustín, Ambrósij y Laurus. ¿No se está sonriendo —entre otras razones— de esa costumbre de la gran novela rusa de volvernos locos con los distintos nombres —de pila, en francés, título nobiliario y diminutivo— de cada personaje?
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5- Por último, y más importante, Laurus es también un alegato a favor del amor por encima de la muerte, y quizá su nombre evoque a Laura, porque la novela es un gran cancionero amoroso tácito. En la pelea que nos traemos María Álvarez de las Asturias y yo porque se reconozca el matrimonio más allá de la muerte, esta novela debería ser uno de nuestros baluartes:
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«No era capaz de distinguir a Ustina de su amor por ella».
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«Sólo el embarazo de Ustina podía expresar su amor infinito, que era él quien crecía a través de ella. Se sintió feliz porque ahora estaba presente en Ustina todo el tiempo. Era parte integral de ella».
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[Ya ha muerto Ustina, pero:]
«Tienes por delante un camino difícil, porque la historia de tu amor no ha hecho más que comenzar».
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«Acostúmbrate a la separación, dijo la Muerte, que, aunque es temporal, es dolorosa».
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«No me quites la memoria, en la cual está depositada la esperanza de Ustina».
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«E lo poco bueno que fice, apúntaselo a ella».