–
Leonor está celebrando muchísimo los rutilantes y recientes éxitos de sus queridísimas primas. Jimena va a dirigir el Arte Contemporáneo Andaluz, y Teresa sigue acumulando victorias deportivas. Véanse:
Una, Jimena:
Y dos, Teresa:
–
A la vez, Leonor ha tenido una microcrisis. Se pregunta: «Y yo, mientras tanto, ¿qué he hecho?». Le he contestado que ser la musa de mi poesía y de mi prosa. Ser musa es la parte de dirección del trabajo literario. La mayor responsabilidad. Escribir es el trabajo sucio. Se ha reído, aunque yo lo decía en serio. Así que me he ido a un poema de Víctor Botas y se lo he leído:
–
PALABRAS PARA UNA DESPEDIDA
El ciego Amor se me posó en los ojos
y te vi como sólo puede él ver a sus hijos:
coronada en la noche de fragantes guirnaldas
y danzando en silencio a la luz de la luna,
en un temblor de sistros que agitaban tus manos.
Tú misma te encargaste de romper el hechizo;
tú misma, tú, esa magia, ese encanto, los dones
que el azar impasible así nos ofrecía,
como quien te regala sin motivo una rosa.
Y el dios loco escapó: huyó espantado y solo,
hacia alguna otra parte, los párpados sellados.
He aquí tu grandeza, tu miseria, tu sino.
Tu victoria también sobre un dios inocente:
durante un breve tiempo las divinas miradas
se fijaron en ti y me fueron dictando
cosas que están aquí, que aquí se quedan —quietas—
y me salvan de ser tan sólo un pobre imbécil,
y a ti (no, no es necesario que me agradezcas nada)
de ser sombra y ser polvo y ser nadie y olvido.
–
El poema es precioso, y encima nosotros ni tenemos que despedirnos ni hemos roto el hechizo. Ya más serios —menos mal—, hemos seguido celebrado los éxitos de las primas.