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Llego por los pelos-pelos —como sólo saben Rodrigo Gómez Lorente y mi mujer— a escribir y entregar en plazo mi crónica contrarrevolucionaria a la película Napoleón. Bueno, vale, a otra cosa, corriendo, que me comen los plazos por los pies, esta misión cumplida… Ja. ¿Qué digo «ja»? ¡Ja, ja, ja! La crónica me puso en la necesidad imperiosa de releer Guerra y paz y la primera serie de los Episodios Nacionales. ¿Y ya está? Ja, ja, ja, no, qué va. El amable D. JoseantoniopuntoGB me ordena (porque sus sugerencias son órdenes) que vea esta película: Waterloo . ¡Cómo no! El atento Héctor_G_Marzoa me incita a ver la larga serie Guerra y paz. Um, ¡quién se niega! Y ésta es la historia de mi vida. El trabajo duro (y gozoso) empieza después de haber entregado un trabajo. De modo que se van superponiendo los encargos con su estela ancha (felizmente) de estudios subsiguientes y así, hasta mi consunción final.
