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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

La caída

Ayer estuve sopesando si comprarme por fin La caída de Constantinopla, de sir Steven Runciman. Al final el estado de mi escalera de libros pendientes me hizo desistir, muy serio y responsable. No sabía que la ironía me esperaba agazapada a la vuelta del día. El que se ha caído en un tremendo costalazo he sido yo, y de una escalera del IES.

Ha sido tan gordo que ni los alumnos más díscolos se han reído. Veía a mi alrededor caras de espanto y una compañera quería llamar a una ambulancia. El dolor en mi pierna derecha era indisimulable, pero no he montado ningún espectáculo. Al principio no podía andar. Luego, dificultosamente, sí. Temí por mi viaje del fin de semana a Madrid. Temí hasta el extremo de llamar a los organizadores, quiero decir.

Luego he visto que con un bastón puedo andar más o menos bien, con un toque Antonio Gala que no dejará de venirme bien para la feria del libro. El problema es que el único bastón en esta casa es éste:

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O sea, éste:

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Algo me dice que no pasará el control de seguridad de Atocha. Mi padre, mucho más en forma que yo, me ha traído un bastón de mi abuelo. Y eso también tiene su encanto.

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Solucionada la cojera, más o menos, me ha invadido otro dolor, más psicológico. La incomprensión de que cómo me he podido caer tan tontamente. Una especie de inseguridad metafísica que ha disparado mi hipocondría. ¿Qué me está pasando, además de los años?

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En cambio, socialmente no creo que vaya a tener ningún dolor, porque estoy muy orgulloso del cariño de los alumnos del IES (aunque casi ninguno era alumno mío) y cómo me han ayudado a levantarme y a andar. Con qué cariño y elegancia. También los compañeros jóvenes han estado muy considerados.

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Me han aconsejado guardar reposo. Pienso, entonces, que quizá ahora sí tenga tiempo de leer La caída de Constantinopla. ¿Será esto una ironía redonda?

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