Quique me vio leyendo el libro, que no tiene tampoco una cubierta bonita, pero elegantemente no dijo nada de ella, y me preguntó qué significaba el título: El tiempo no es un collar de perlas. Le dije que ni idea, y que así, a bote pronto, y con esa portada, chungo. «Chungo», concordó, y se fue.
Luego los poemas de Anna Frajlich me han entusiasmado. Ya aquí me pasmé con la imagen de la huella borrándose en la orilla de la playa, que es una imagen de la vida, nada menos. Por eso, a pesar de los malos presagios, perseveraba en la lectura. ¡Menos mal! He entendido el título y se lo tengo que explicar a mi hijo. Lo complementa el verso que sigue: «El tiempo no es un collar de perlas,/ sino una sola perla». Advierte de la unidad de la vida, de su valor único; y eso a Quique le va a encantar tanto como a mí. Es un verso muy sabio: por la redondez de la perla y porque, paradójicamente, se nos hace más valiosa y más tesoro que un collar.
La vida de Frajlich es de película, y termina bien. Demuestra una fortaleza pre-natal a la que ha sido fiel siempre. Su nacimiento es la pera, en Kirzirguistán. El padre fue arrastrado por los soviéticos a una fábrica oculta en la Unión Soviética cuando los nazis invadieron la parte de Polonia que les habían dejado a los rusos en el reparto previo, y la madre, judía, huyó de los nazis, sin saber aún que estaba embarazada, buscando a su marido por toda Asia. La niña nació donde Buda perdió el mechero. Los padres asombrosamente se encontraron. Al final de la guerra, volvieron a Polonia. Luego fueron exiliados por el antisemitismo comunista de Polonia. Dos años en Italia y luego en Nueva York, donde encontró trabajo en una tintorería. Acabó de profesora en la universidad de Nueva York de pura chamba y porque USA es la tierra de las oportunidades. Eso no pasa en España ni en sueños. Fue un encuentro con una clienta del negocio que alucinó con los idiomas que hablaba y lo que sabía de literatura rusa y, ni corto ni perezosa y sin trabas burocráticas o académicas, la fichó. ¿Y la fragilidad de su apellido, entonces? Se reserva toda para la delicadeza de sus versos.
Como esto no es una reseña, sino un diario no ponderaré los poemas, que evocan a Wislawa a ratos, pero pero también a nuestro José Jiménez Lozano Lo propio del diario es recoger esta maravillosa coincidencia. Cruzaba con el AVE Sierra Morena que es uno de los paisajes más bonitos que conozco y justo entonces leí esto. No sabía donde mirar, si a la ventana o al libro:
REALISMO MÁGICO
[…]
a lo lejos montañas no muy altas
salen de su escondite
unas detrás de otras.
El Señor adora el kitch
es Él quien
reparte ciervos
sobre la pradera
y pinos sobre una roca alta.
[…]
expresionismos futuros
y abstracciones no son para él
[…]
cada brizna de hierba silvestre
se yergue
a por su ración de sol
ese es el divino
realismo mágico.