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Si no te echan cuenta, te quedas tranquilísimo. Lo difícil es cuando te atiende y, a renglón seguido, te preguntan cómo. Me acaba de pasar con la Estatua de la Responsabilidad. Había apoyado la moción de Viktor Frankl de erigir una que hiciese pendant con la Estatua de la Libertad. Yo prefiero que esté en Cádiz, por el juego de ambos puertos, en el mundo nuevo y en el mundo más antiguo de Occidente. ¿Pero cómo representaríamos a la Responsabilidad?
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Leyendo no estaría nada mal, según se muestra arriba, y prudentemente sentada.
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Por eso de la paridad, podría ser un hombre. Y ya puestos, si la libertad lleva una antorcha, la responsabilidad podría llevar un extintor, por si acaso. Bajo el otro brazo, un manual de instrucciones, que tratándose de un símbolo de la humanidad, podría ser un tomo de antropología o de metafísica.
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Si no queremos complicarnos con el humor, que siempre hay quien no lo entiende, podemos tirar de esfuerzo, y poner un atlante, aguantando el peso del mundo, que eso es la responsabilidad: cargar con el peso.
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De todas maneras, si no hacen caso a nuestra propuesta, ya tenemos una estatua a la responsabilidad o, al menos, a los trabajos tomados a pecho, en Ceuta, muy del antiguo mundo, además. Ese Hércules separando las columnas de ídem, del escultor Ginés Serrán hace muy bien el papel. Tiene un punto, también de caballerosidad, abriéndole la puerta para dejarle el paso a la señora Libertad de Nueva York. Hacen muy buena pareja, como la Gioconda y el Caballero de la mano en el pecho, según Ortega y Gasset que los tenía ambos en su despecho enfrentados para crear una santa tensión sexual, pero a lo colosal, con el Atlántico por medio.
