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ENTREVISTA

Rubén Amón: «Tenemos que volver a ese mundo que huele, que sabe, que siente, que sufre y que llora»

Son las doce de la mañana en la parte de arriba de Richelieu. Un lugar con encanto añejo. En esta ocasión apetece hablar de toros, libros… y Rubén Amón (Madrid, 1969) de ambos temas sabe de sobra. La terraza está hasta la bandera, como una tarde en la Maestranza en plena Feria de Abril – que un año más, por motivos pandémicos, a cuatro días del despliegue feriante, las dudas de si habrá toros o no, siguen presentes-. Cuatro cocacolas y una hora y pico de conversación excepcional después, queda una charla interesante tanto por lo vivido como por lo recordado. Respuestas rotundas y argumentos precisos, se nota una trayectoria plena entre periódicos, cámaras y micrófonos. Y ahora, de periodista a escritor, Amón se atreve con «El fin de la fiesta», un ensayo sobre el devenir del mundo del toro. Pendientes de una llamada del taller- «qué cosa tan prosaica»- comenzamos la entrevista entre risas, anécdotas y alguna que otra sorpresa…

 

Un ensayo sobre toros…

Sí, además esta es la segunda edición. Es insólito, un asunto tan poco comercial y que un grupo editorial tan grande como Penguin Random House se haya involucrado en este proyecto es muy interesante.

 

 

¿Es verdad que en ocasiones han intentado o conseguido vetarte el libro en X medios e incluso en las librerías lo tienen medio escondido?

 

[Amón se ríe] No tengo mucha idea de que esto sea así. Sí sé que toda la repercusión mediática no ha comprendido al espacio mediático de la izquierda, ni siquiera para destruirlo. Esto me parece muy inquietante porque es una forma de confirmar hasta qué punto los toros son incómodos.

 

 Es un tema incómodo…

El torero es incómodo. Hace 20 años era una especie de mito social, de héroe. “Torero” era un calificativo positivo que casi decoraba a una persona noble, ejemplar, y ahora es un insulto. Lo hemos visto con las muertes de Iván Fandiño y Víctor Puerto. Pocas veces he visto las redes sociales -vomitivas normalmente- serlo y degradarse tanto para escarmentar las peores pulsiones.

 

En la introducción hablas del alegato pronunciado por Carmen Calvo a favor de la tauromaquia. Hablas de “arte transgresor”, transgresor y vanguardista perfectamente acorde con nuestra sociedad. Sin embargo, la fiesta está muy denostada ¿Crees que se debe a la dictadura de lo políticamente correcto o que la sociedad española no está a la altura de la fiesta?

Vivir en “lo políticamente correcto” y los toros son todo lo contrario…Los toros son un tema incómodo. Menciono mucho en el libro que estamos rodeados de héroes sin méritos. Los toros son incómodos porque exponen la evidencia de la muerte. No porque los aficionados a los toros seamos unos psicópatas necrófilos, sino porque la tauromaquia es un espectáculo que sublima la muerte, no la adora, la sublima. El péndulo de la “corrección” ha llegado a límites insoportables. Tarde o temprano tiene que producirse un cambio de inercia para despertar y reanimar. Con el ánimo de verse igualitaria y tan encorsetada, creo que la sociedad se encuentra en una fase de letargo. Para mí, los toros son arte elevado a un grado extremo; es el arte escénico al que aspiran todas las demás artes escénicas. Esta coreografía entre el erotismo y la muerte, la muerte de verdad.

 

Ya lo decía Visconti…

Este discurso se resume en la experiencia instintiva con la que vivimos las cosas en la plaza. El misterio de lo que pasa en una corrida de toros es instintivo. Los toros cuando hablamos de erotismo tienen el rasgo inequívoco de la fertilidad. Esta es la imagen de la relación que los toros oponen a la muerte. Por eso es un arte escénico al que aspiran todos los demás porque existe la posibilidad de manejar la muerte y su respuesta erótica. De esta manera se entiende el hallazgo entre el erotismo y la muerte; esta es la esencia de la tauromaquia.

 

En el libro hablas de la relación lobo-hombre…

Sí, del proceso de domesticación. Las mascotas se han convertido en quimeras genéticas, placebos de criaturas infantiles, en animales de compañía casi perfectos, que no te piden nada y te lo dan todo. Y ese es el vínculo que vemos en una sociedad infantil como esta. El ensayo sobrepasa lo puramente taurino. Creo que la cuestión del libro retrata las amenazas que se ciernen sobre la sociedad misma. Ojalá los que creen que colaboran por los toros y labran una gran batalla, fueran conscientes de la que se avecina. Para el animalismo, este movimiento de libertad animal y para esta sociedad enfermiza que no sabe lo que es el campo ni sabe lo que es la naturaleza, les sobreviene un mundo de mayores coacciones. Este movimiento de libertad animal sirve para equiparar al hombre con el animal. Una sociedad que se jarta de abanderar la prohibición de los toros y no se da cuenta de lo peligroso que es el verbo “prohibir”.

 

Por el título del libro algún antitaurino puede picar y comprarlo. ¿Hay cabida en este libro para los antitaurinos? ¿Qué mensaje consideras que podría vencer al lobby antitaurino?

 

[Risas] ¡Sí! El título es una provocación que me apresuro a aclarar en el subtítulo. Tiene un público fundamental que espero que sea, por un lado, el no iniciado, al espectador que no sabe nada y se encuentra desubicado. Luego tenemos a los religiosos—que somos los aquí presentes—y a ellos les doy, no razones para justificarse sino argumentos para demostrar que no necesitan ninguna excusa para adorar y amar lo que aman.

Estoy muy cansado de las palabras finalistas, parece que tenemos que justificarnos continuamente con argumentos medioambientales y económicos… A mí este discurso, desde un punto de vista militante, me parece muy peligroso; se da a entender que, por si misma, la tauromaquia no tiene justificación. Y yo no tengo nada de qué avergonzarme. Con la sociedad no voy a pactar nada que suponga renunciar a lo cruento, la sangre o la muerte.

Cuando digo que a mí los argumentos finalistas no me hacen falta, a los detractores sí. A ellos va dirigido lo siguiente: La persecución de la tauromaquia, desde un punto de vista medioambiental, no puede sostenerse. Existen 500.000 hectáreas en nuestro país que tienen como centro de gravedad la riqueza genética del toro de lidia. ¿Cómo es posible ser ecologista y antitaurino? Es imposible.

No me olvido de los animalistas que, en su discurso delirante, podrían por lo menos reconocer que el toro de lidia es un animal excepcional que vive y muere en circunstancias excepcionales, cuyo trabajo genético no se ha visto simplificado en una criatura que puedas abrazar sino a exagerar lo máximo que se ha podido sus cualidades de lucha. Luego hay un público que no está iniciado y al que espero convencer con la rotundidad de mis argumentos.

 

En la actualidad, cuando una parte de la sociedad habla de “asesinos”, tú entiendes que un torero es un héroe.

El heroísmo es un rasgo de discriminación, -solo faltaba que todos pudiésemos ser héroes- pero, aquí lo puede ser cualquiera y con una pureza irrelevante. Fíjate que la democratización. Para mí la democracia es el mejor régimen posible, pero no es un dogma que funcione en todos los ámbitos.  Por eso, en el libro cuento esta anécdota del bombero australiano que reanimó a un lagarto que se había ahogado en una piscina doméstica y se convirtió en el héroe mundial. O sea, para ser un héroe sólo hace falta salvar la vida de un lagarto.

 

¿Nos estamos volviendo locos?

Entonces… el verdadero héroe, y pongo como ejemplo el torero, lo es porque tiene una vocación, formación, un camino de imperfección y contrae riesgos inequívocos. Está poniendo en peligro su vida vistiéndose de una manera y asumiendo un ceremonial. Pues todos estos rasgos que definen a un héroe incomodan a la sociedad que está dispuesta a aceptar que para ser un héroe hay que salvar a un gato de una cornisa.

 

¿Cuáles son las características, las particularidades de un taurino actualmente?

[Risas] Yo creo que no somos una categoría exótica. No nos representamos en ningún movimiento, ni lo necesitamos. No hay una comunidad taurina. La particularidad de un taurino es que empieza a vivir la sensación de la clandestinidad. Se empieza a percibir que estamos a punto de convertirnos como los paleocristianos perseguidos por los romanos en las catacumbas. Eso tiene un grado positivo y negativo; el negativo es que la sociedad cada vez aísla más el mundo de los toros. El lado positivo es que te conviertes en algo extraordinario. No digo que el porvenir de los toros sea la clandestinidad, pero sí, cierto reflejo de algo que va contra todas las normas.

 

El mundo del toro; ¿político o apolítico?

Extraordinariamente politizado. ¿En qué momento la izquierda convirtió los toros en un elemento enemigo? Cuando el malentendido animalista y ecologista dio a un mecanismo automático de identificación. Por eso digo que, como explicamos que los toros son un bien medio ambiental extraordinario? ¿por medio de la izquierda ecologista que tiene que ver los toros con recelo? Esto es gravísimo.

 

Se puede decir que Vox es el único partido que ampara sin tapujos al mundo del toro…

Ampara y utiliza. La implicación política tiene que pasar por defenderlos honestamente pero no desde la extrema derecha sino, desde la propia administración. Se trata de apoyarlos de verdad y también, con presupuestos públicos. Claro que los toros tienen que estar en la política, pero no como asunto de discordia que es lo que son ahora.

¿Qué opinas del status quo del mundo del toro? ¿Sigue siendo el toro el pilar de la fiesta?

Creo que el mundo del toro ha subestimado su buena salud en los momentos de gloria. Que no ha trabajado nada por prever lo que podía suceder, que se ha acomodado en una posición de tribus, sectores y gremios que han estado muy cerca de destruirlo y que veo incluso esa sensación de “aprovechar lo último que queda” antes de que esto se acabe.

 

Al final del libro enumeras los que a tu juicio son los motivos que están terminando con la fiesta. ¿Cuál crees que es el motivo principal? ¿Hay para ti alguna solución?

Me parece que hay muchos problemas. Uno muy importante es la falta de promoción de los chavales jóvenes, la desigualdad salarial entre las figuras y los demás toreros…Las afirmaciones que planteo aluden al proceso de destrucción de la tauromaquia. Creo que los toros tienen un enemigo exterior y un enemigo interior. Y el enemigo interior también responde a pautas muy inquietantes. En el libro menciono –y parece que es motivo de discordia— ese mundillo rancio, homófobo, machista, que existe, que todos conocemos y que explica por ejemplo que todavía no tengamos noticia de un torero homosexual. A mí no me importa que un torero diga o no diga que es bi, homo o heterosexual. Me inquieta que la razón por la que no trasciende sea por el miedo a la represalia. Esto nos convierte en un mundo oscuro y me parece muy peligroso que el mundo del toro identifique virilidad con homosexualidad. Se asocia un icono con una identidad sexual. Esto no tiene ningún sentido y más en los tiempos que corren; solo se demuestra que en el toreo hay resabios, pautas, caspa… apuntes peligrosos para su subsistencia.

 

¿Qué libros le han sido fundamentales a la hora de documentarse para escribir el libro?

Este ensayo no tiene conexiones directas con libros. Sí tiene semejanzas con el bagaje cultural que he ido adquiriendo. Creo que las vinculaciones más claras están en las raíces grecolatinas. En el esfuerzo de observar la noción del erotismo y heroísmo en la cultura griega, la noción del mito…Si tengo que encontrar fuentes de inspiración están más en la teogonía de Hesíodo o, en el mito del Minotauro, que en lecturas concretas. De referencias más contemporáneas las veo más desdibujadas; la literatura taurina no está excesivamente constituida como género pero sí cuando es el reflejo de otros escritores que, no siendo taurinos, — el caso de Chaves Nogales por ejemplo— acuden a un mundo misterioso que les resulta atractivo. A todos los lectores, Chaves Nogales se ha puesto de moda ahora cuando los taurinos lo conocemos de toda la vida. Con la percepción de la tercera España, pues los demás están compartiendo este fervor por Juan Belmonte.

 

 

 ¿Libros que recuerdes de tu infancia?

El Quijote. Es el libro que más me ha impactado de niño, adolescente, joven, de maduro y adulto. Antes de ese libro habría que ir a nuestro lado más infantil con los cuentos de Roald Dahl. Creo que el primer libro que recuerdo es uno de tapa dura de cuentos egipcios—no olvides mi apellido, Amón. [risas]

 

Libros de tu juventud, años locos…

Libros de descubrimiento. Son sin duda los libros que marcan una vida. Tuve una época de muchísima devoción hacia la literatura fantástica, particularmente hacía García Márquez, desde luego a Cien años de soledad. Esta fase creo que ya la pasé. Después, entré en otro periodo donde comencé a leer sobre la existencia y sus límites. Aquí Kafka y Orwell tienen un papel fundamental.

 

¿Tu libro definitivo?, ¿de todos los tiempos?

Moby Dick. Es un libro que tiene todo lo que puede reunir la literatura en su ambición de estética, profundidad, aventura, respuestas existenciales, pugna extrema. Un libro incluso aburrido porque el tedio en el mar también existe. Gracias a que hay momentos de tedio, después viene la ballena y todo resulta más fascinante. Creo que no existe un libro como Moby Dick y desde luego, es el libro que más me ha marcado. En estas lecturas siempre introduzco a Shakespeare y “Macbeth” y “Hamlet”. Todas mis preocupaciones como estarás deduciendo tienen que ver con lo existencial. Me inquieta mucho los asuntos existenciales y metafísicos.  Mi literatura favorita y de los últimos años es la literatura americana; Gore Vidal, Roth, Paul Auster… Sobre todo, Colman McCarthy. También he leído a Pynchon... Creo que no hay una literatura como la americana. Desde Faulkmer en adelante.

 

Y ahora, ¿con qué libro estás?

El último libro que me ha entusiasmado y me ha tranquilizado a la vez es Feria de Ana Iris Simón.

 

¡Lo sabía!

Ah, ¿sí? [risas]. Lo he terminado el fin de semana pasado. Me gustó mucho porque es una reivindicación de lo auténtico y genuino. Creo que estamos hartos de leer el mismo libro de memorias, independientemente de quién lo escriba y del género que trate. Encontrar un libro con esa naturalidad, con esa espontaneidad, con ese dominio de los registros porque hay ensayo, unas divagaciones literarias con un final precioso con el cuento de “el gigante”. Es tremendamente incomodo para la sociedad porque emprende batallas quijotescas, respecto a cuestiones que el feminismo no le va a perdonar nunca. Ella misma plantea porqué una mujer tiene que renunciar a sus atributos seductores o porqué para combatir el machismo hay que vaciar de masculinidad al hombre. Cualquiera que lea Feria encontraría en los toros una respuesta. Tenemos que volver a ese mundo que huele, que sabe, que siente, que sufre, que llora. Las experiencias que tenemos en una plaza de toros que van de la depresión y el aburrimiento a la euforia, son un reflejo de lo que nos hace sentirnos vivos. Creo que las experiencias más grandes que he tenido en mi vida han sido en una plaza de toros.

 

¿Personajes de ficción en los que te ves reflejado?

La calavera de Yorick en Hamlet. Te mira con unos ojos escrutándote como quién te lleva al abismo. Coger del suelo la calavera de un actor y preguntarnos realmente qué somos y qué sentido tiene esto… Todas estas dudas. No tengo ningún tatuaje en el cuerpo pero si me hiciera uno—no sería una calavera, tranquila– sería un signo de interrogación. Tener la inquietud. Hamlet sería mi personaje de angustia y como contrapeso a eso, el idealismo de Don Quijote; si la realidad no te gusta, escápate de ella. Emprende caminos alternativos hasta demostrarte que los molinos de verdad son gigantes.

 

Te digo unos personajes y tú contestas el libro que les regalarías:

ECHENIQUE:                                                                                                                      

Le veo muy dogmático.. Los ensayos de Michel Montaigne

 

 

DONALD TRUMP:

Pues… Las memorias de Adriano de Yourcenar.

 

 

SANTIAGO ABASCAL:

 Los veraneantes de Máximo Gorki

 

BEGOÑA VILLACIS:

[Amón se ríe] . De hecho, le he regalado Feria. (Aquí puedes leer la reseña sobre el libro de Ana Iris Simón)

 

¿Y también le ha gustado?

[Otra vez se ríe] Deja por escrito que eres una cabrona. Sí, sé que le ha gustado mucho.

 

MORANTE DE LA PUEBLA:

[Risas] A Morante un libro delirante… En serio, espérate… pues mira, bueno a lo mejor hay que pensar un libro que le devuelva la cordura, ¿no?… La broma infinita de Forster Wallace [Otra vez se ríe].

 

 

Cayetana Álvarez de Toledo considera que los toros se defienden dentro del marco político de la propia identidad española. ¿Te atreves a responder en qué consiste ahora exactamente esa identidad? ¿La ves definida?

Hay un cuadro de Goya que se llama “La riña a garrotazos” bueno, pues su peor versión es España, Abel matando a Caín. La dialéctica del adversario. Esa dialéctica la tenemos tremendamente arraigada. No hay un país peor que España o más predispuesto a polarizarse. Al español en su lado positivo y negativo le caracteriza la obsesión por el vecino. Ese es el lado negativo. El lado positivo del español es la solidaridad. El español es capaz de quitarte el hígado, pero te da la sangre también. Tenemos esta inercia creativa, fértil y generosa con el contrapeso de la obsesión cainita.

 

España está más dividida que nunca. Nuestro país tiene que volver a creer en algo o… alguien. El Cordobés, el viejo, fue un ídolo de masas indiscutible en España. Si saliera un “Cordobés”, un torero español que admiraran la izquierda y la derecha, ¿crees que los españoles podrían unirse entorno a su figura? Torero o torera…

Nuestro porvenir no puede depender de la llegada de un mesías, pero es verdad que nos vendría muy bien. En un torero no puede descansar la unidad de España pero sí el porvenir de la tauromaquia. Yo creo muy poco en la responsabilidad de nadie para liderar nada. No me gustan los modelos sociales. El último revulsivo que hemos tenido es José Tomás respecto a su buena reputación en el mundo de la progresía.

 

¿Tienes en mente escribir otro libro?

Este libro surge como una propuesta del editor de Debate. Es el duodécimo que escribo. Intento que mis libro ocupen un lugar que no estaba antes. Es lo que hace interesante Feria, ese libro no existía. Y no porque sea una opera prima existe sino, porque es original. Me han hecho hacho bastantes propuestas e incluso, me persiguen para hacer ficción, pero no me veo cualificado. Soy periodista y por eso tengo capacidad de exagerar la realidad [risas]. Pero la ficción, no creo que sea mi fuerte.

 

¿Tu autor predilecto o alguien del que te lo hayas leído prácticamente todo?

Viene bien mencionarlo: Thomas Bernhard. Es un escritor atípico. He visto mucho teatro suyo. Es una especie de agitador brutal. Es una prosa obsesiva, corpulenta, agresiva, destructora, tóxica… tiene en cuatro libros pequeños su biografía. Vivió en la Austria del post nazismo. Por eso, esa figura destructora contra la sociedad “salzburguesa” que no se había arrepentido de todo el nazismo. Él tiene un enemigo natural que es esa ciudad y Austria. Su pugna con esa cultura hizo que sus obras no se publicarán ahí. Un autor que te vapulea cuando le lees. Te sacude.

 

Final de la entrevista y ¿a la vista el final de la fiesta?

No, en absoluto. Es el principio del final. Lo que viene ahora es el principio otra vez. Termino el libro con esta anécdota de mi padre que es muy buena en relación con el arte y yo la he reconstruido aplicada a la tauromaquia; son dos trogloditas que están mirando un bisonte en Altamira y se dicen el uno al otro: “el arte está en crisis”… pues yo creo que la crisis forma parte del estímulo creativo que tiene toda expresión cultural. Yo creo que la sociedad no se está dando cuenta de lo que está haciendo consigo misma. En este proceso de autocastración, de censura y autocensura. La apreciación de un espectáculo necesita de ciertos conocimientos. Esto ocurre en otros ámbitos de la cultura; en la lectura más exigente, la ópera, en el arte más exigente. Creo que el camino de salvación de los toros es su excepcionalidad. Que los toros sean incómodos están retratando la inmadurez y la infantilidad de la sociedad. Cuanto más uniforme, mojigato y puritano se hace el mundo, más sentido tiene la existencia de los toros como expresión de respuesta y apertura de posibilidad de supervivencia.

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