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Javier Peñas: “Es importante que un autor mantenga su voz distintiva a la vez que se va reinventando”

Recuerdo la primera vez que hablé con Javier Peña a propósito de aquel debut deslumbrante que fue Infelices. Le decía que auguraba más proyectos y me confirmaba que, efectivamente, aún le quedaba mucho que contar aunque no le gustaría tener una carrera muy prolífica, “prefiero publicar pocos libros que sienta muy míos que muchos que me vayan a resultar ajenos”. Y en ello estaba. Trabajaba ya en su segunda novela, que ya ha visto la luz y acaba de llegar a las librerías, Agnes, y que, como me adelantó también, es “muy distinta a Infelices, pero tiene cosas en común en el estilo y la voz. Al final creo que eso es lo que caracteriza a un escritor”.

El autor de la novela revelación de 2019 y ya consolidado escritor tras este sugestivo thriller que es Agnes, de nuevo en una bonita y cuidada edición como nos tienen bien acostumbrados en Blackie Books, mantiene su voz distintiva a la vez que se va reinventando, no en vano escribía Agnes mientras editaba Infelices. No faltan la ironía, el humor negro, la metaliteratura, las referencias culturales, el puzle en la estructura y con unos diálogos que dan muy buen ritmo a la novela, “y al mismo tiempo creo que es una novela completamente distinta…”.

La trama de Agnes es la de una periodista cuya carrera depende de conseguir escribir la biografía de Luis Foret, un escritor de éxito al que nadie ha visto nunca. Tenemos un personaje masculino y nueve femeninos. “¿Y qué ocurre? Que el personaje masculino absorbe las vidas y las historias de las mujeres, las utiliza para medrar y hacerse rico y ellas acaban…” ¡Comprenderán que no haré spoiler de la novela!, pero sí apuntaré uno de los temas principales: hasta qué punto se puede contar la verdad: “Cuando vivimos un suceso y lo contamos, estamos haciendo una recreación de lo vivido: ya se ha convertido en ficción. Pero es que, además, cuando lo volvemos a contar nuestro cerebro ya no recuerda el suceso en sí, sino nuestro relato del mismo”. Y por último, y no menos importante, en Agnes hay una muy acertada crítica al mundo del periodismo actual: precario económica y laboralmente, ¿a qué se llama hoy periodismo? ¿declaraciones por doquier mucha sin contrastar? A lo largo de la novela, Agnes se cree a pie juntillas todo lo que le dice Foret sin contrastar esa información Nos suena algo del periodismo actual, digamos que es por las prisas y la ansiedad por conseguir más clicks…

Peña, desde que abandonó un gabinete de la Conselleria de Cultura de la Xunta como asesor, se dedica plenamente a la labor de novelista, se le nota feliz y es un gozo leerle. Además, es profesor de escritura creativa. Creó y coordinó el Obradoiro de novela Cidade da Cultura, imparte los talleres online de Casa Blackie y recientemente ha puesto en marcha la Residencia literaria Cidade da Cultura, en la que participan algunos de los jóvenes escritores gallegos más prometedores.

Con Agnes vuelve por la puerta grande desde la que se asoma contemplando el mundo sin prejuicios e inútiles batallas porque viene ya de vuelta y mira desde allí el presente y lo que de éste surja: el futuro. Porque todos miramos, pero hay poca gente que sepa ver…

En esta ocasión, ha optado por la novela negra y este thriller psicológico, ¿qué le ha llevado a ello?

Yo no llamaría a Agnes novela negra: no hay detectives, ni investigación sobre el terreno, ¡ni siquiera sabemos si hay crímenes! Con lo de thriller psicológico estoy más de acuerdo, siempre que consideremos thriller a una historia que trata de mantener en vilo al lector desde el inicio hasta el final. Lo cierto es que no escribí la novela pensando en ningún género, como tampoco lo hice con Infelices, yo escribo cuando me entusiasma una historia, las posibles clasificaciones vienen después y es algo más comercial que literario, yo no les doy demasiada importancia. Por ejemplo, a mí me encanta Patricia Highsmith, para mí no es una gran novelista de thrillers, es una gran novelista y punto.

Por cierto, ¿ha sentido esa presión, que mencionan algunos escritores cuando publican su segunda novela, por no decepcionar a los lectores que tan buena acogida le dieron en su debut?

Yo me presiono con cualquier cosa, ¡imagínate con algo así! Siento esa presión, sí. Las expectativas no son buenas compañeras. Y en este caso están las expectativas que los lectores tengan con Agnes y las que yo mismo tengo con la novela. Al final en esta vida casi todo tiene que ver con las inseguridades y las mías son infinitas. Por suerte, confío mucho más en Agnes que en Javier Peña.

¡¿Pero qué le hemos hecho los periodistas, qué angustia pasa esta mujer?! (risas) ¿por qué ha elegido a una periodista como protagonista? ¡Casi es una crónica de una muerte anunciada!

¡No tengo nada contra los periodistas! (Y mucho contra los dueños de los medios, pero esa es otra historia). Yo soy licenciado en periodismo: quién dice que algún día no tenga que volver a ejercer, como hice durante 16 años. Elegí a una periodista como protagonista, por una parte, por escribir de algo que conozco bien. Y, por otra, si quieres a alguien que empiece a investigar a distancia, sin mover mucho el culo, como hace Agnes, ¿qué mejor que una periodista? (risas)

Cuentan que si el amor es peligroso, una amistad que comienza puede llegar a ser mortal…

Somos seres sociales, así que casi todo lo bueno y malo que nos pasa gira alrededor de nuestra relación con otras personas, sea amor, amistad, odio o simple conveniencia. La idea original de la novela era seguir la historia de Luis Foret a través de las mujeres de su vida, en todos los ámbitos del amor: amigas, amantes, mujeres, hijas… El problema es que al final uno se da cuenta de que Luis Foret tiene una enorme incapacidad para amar a otras personas que no sean él mismo.

Se aleja del tono de su primera novela con la que ya fue usted un descubrimiento para todos nosotros. ¿Esta vez ha decidido que quiere seguir sorprendiendo alejándose del estilo de su anterior obra, como si quisiera decirle al lector que Javier Peña ha llegado para quedarse y que es mucho más que un escritor al que encasillar?

Yo creo que el lector podrá reconocer la voz del Javier Peña de Infelices en buena parte de Agnes. Están la ironía, el humor negro, la metaliteratura, las referencias culturales, el puzle en la estructura… Y al mismo tiempo creo que es una novela completamente distinta. En mi opinión, es importante que un autor mantenga su voz distintiva a la vez que se va reinventando. Se trata de hacer algo distinto sin traicionarse a uno mismo. O al menos así lo entiendo yo.

¿Reconoce en su segunda novela una evolución en su escritura? ¿Se reconoce más maduro, más fresco?

Sí, yo noto esa evolución. Además, escribía Agnes mientras editaba Infelices con Blackie Books, así que algunos de los vicios que incluí en el borrador de la primera ya los limé en el proceso de escritura de la segunda. Supongo que sí es una novela más madura, aunque siempre tienes miedo de perder la frescura e inocencia del inicio. Una de las cosas que más valoraron los lectores de Infelices, y así me lo hicieron saber, fue la honestidad, la sinceridad que respiraban en ella. Intento ser muy honesto cuando escribo y no impostar voces o temas que no encajen conmigo. Y, por supuesto, trato de seguir mejorando siempre. Escribo para ser mejor escritor. El día que crea que mis novelas van a peor, probablemente dejaré de escribir. ¡Espero que ese día llegue dentro de mucho!

Cuenta que le ha llevado años crear esta novela y no es para menos. Es una trama muy de puzle en la que van encajando las piezas con personajes muy constantes hasta llegar a personalidades más complejas, ¿cómo ha ido trabajando esa evolución?

Me gusta trabajar mucho las novelas. El primer borrador de Agnes salió relativamente rápido, en cuatro o cinco meses, pero luego las correcciones y reescrituras fueron numerosas. Quería que Agnes y Foret, los protagonistas que entablan el duelo dialéctico que conforma la novela, fueran personajes muy complejos. En cambio, busqué que las mujeres de las que nos habla Foret, las que componen cada relato de su vida, fueran secundarios distinguibles por unos pocos rasgos. Lo hice así porque Foret es un cuentista, en todas las acepciones de la palabra, y lo que le está narrando a Agnes son cuentos: necesitaba personajes muy potentes, que cobrasen vida rápidamente, como los personajes de los cuentos.

Con saltos temporales donde cada voz, reitero, va armando este rompecabezas. A la hora de leer Agnes todos somos protagonistas y testigos a la vez. Y ese rompecabezas se completa con la importante mirada del lector que completa la lectura…

La idea de la novela es precisamente esa: que el lector complete la lectura. Nos encontramos con una historia que le cuenta Foret a Agnes y que luego Agnes reescribe. Es decir, los hechos salen de una única fuente: Foret. Pero esto es insuficiente para conocer la verdad. Narrar en primera persona protagonista está muy de moda en la novela actual. A mí lo que más me interesa de este tipo de narradores es la capacidad para el engaño, para decirnos una cosa cuando en realidad lo que está ocurriendo es otra. Cualquier novela en primera persona necesita de la participación del lector para interpretar qué se nos está contando. Pero esto es válido para la vida: cuando un amigo nos cuenta una historia podemos tragárnosla tal cual o imaginar qué partes llevan el sesgo inevitable de subjetividad.

“Una vida es un mosaico hecho con un puñado de fragmentos”, dice Foret. A la hora de enfrentarse al papel en blanco, ¿qué le lleva más tiempo, cuadrar ese mapa de sucesos, desplazamientos, giros… para que encajen las piezas? ¿O idear de qué va a tratar su nueva novela?

Considero que una de mis mayores virtudes como escritor es encajar piezas, encontrar conexiones entre historias aparentemente inconexas. Creo que esto es así por mi experiencia como jugador de ajedrez, aunque abandoné la práctica a los 14 años, pasé los años más importantes de aprendizaje de mi vida delante de un tablero y eso me hace ver la vida como un tablero de ajedrez. Las estructuras y tramas de las novelas también las veo así. Y los personajes, claro, son las piezas.

¿Cuando comienza a escribir una novela lo hace ya con todo planificado, todo cerrado, o los personajes, como dicen algunos escritores, de repente cobran vida propia y le van sorprendiendo llevándole con su propia trama?

Tengo una trama inicial cerrada, un pequeño esquema. Lo suficientemente cerrado para no perderme en la escritura, pero también lo suficientemente abierto para no aburrirme cuando lo escribo. Por ejemplo, mi idea inicial del personaje de Luis Foret era mucho más benévola con él, pero al escribir los primeros duelos con Agnes me fui dando cuenta de lo machista y condescendiente y mansplainer que era el tipo, y cuando los relatos de su vida se iban desarrollando me di cuenta de que su ausencia de empatía era mucho mayor de la que yo había planeado…

Sus novelas parecen pensadas también para que no nos olvidemos de los temas que realmente ocupan la vida, los grandes temas del ser humano: el amor, la traición, la confianza, la mentira, la muerte, la amistad, el sexo,…

Es que son temas que yo no olvido y cuando escribo siempre salen. Lo que yo me pregunto es si es posible escribir de algo que no sea el amor, la amistad, el sexo, la muerte, la mentira… Creo que todas las novelas tratan de lo mismo en realidad.

A ver, es que no somos conscientes de que nuestro vecino o incluso algún cercano puede ser un asesino, ¡y no exagero!, ¡como tampoco lo imaginamos a usted ideando asesinatos con su aspecto tan amable! Agnes refleja y nos aporta algo imprescindible hoy: la mirada social. Por ejemplo, no podemos olvidar tampoco que estamos ante seres solitarios, perdidos, en constante búsqueda… algo que nos suena también a Infelices.

¡Conocemos tan poco a la gente que nos rodea! Y no me refiero a la persona que vemos a lo lejos por la calle, sino también a nuestros amigos, parejas, familia… Esa cara oculta, que nunca vamos a llegar a conocer del todo, es fascinante para un novelista. Antes comentaba que somos seres sociales y uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos es que cada vez estamos más solos. Y eso va en contra de nuestra esencia. Puede parecer que tenemos miles de amigos por los likes en Instagram, pero a la hora de la verdad estamos muy solos. Eso les pasa a Agnes y a Foret: están tan solos que no dudan en seguir conectados el uno con el otro, aunque sea evidente que esa relación solo puede acabar mal…

Y, por otra parte, esa mantis religiosa totalmente acertada de la portada refleja ese personaje que irá descubriendo el lector con una cabeza y una mente tan maquiavélica, tan tridimensional, un personaje que no tiene empatía ni amor por sus conquistas: “Anhelar a alguien es un placer más exquisito que tenerlo a tu lado”. Pelín sociópata: “Nunca he sido muy amigo de inmiscuirme en los dramas ajenos si no voy a sacar nada en limpio”. ¿Exagero?

No, en absoluto. El personaje de Foret es un sociópata, como mínimo, si no un psicópata. Está claro que la frase que habla de que anhelar es mejor que conseguir es una obsesión mía, porque era también la base del personaje de Rudolph en Infelices ¿Seré yo un sociópata también? (Risas). El deseo es lo que mueve el mundo. No digo que sea lo ideal, sólo digo que para la inmensa mayoría de la gente es así.

¿Estamos ante un feminicidio en serie? ¿Hoy en día novelas como la suya sirven como recordatorio sobre un ‘está pasando’?

Bueno, yo no quiero hacer spoilers sobre la novela (risas) y no voy a confirmar ni a desmentir nada al respecto. Dicho esto, parece claro que el trasfondo está ahí. Tenemos un personaje masculino y nueve femeninos. ¿Y qué ocurre? Que el personaje masculino absorbe las vidas y las historias de las mujeres, las utiliza para medrar y hacerse rico y ellas acaban fatal. Creo que el simbolismo es más que evidente.

 

¿Cree que con una novela un escritor puede sensibilizar más que los políticos o los medios de comunicación?

Creo que es un trabajo de la sociedad en conjunto y, por lo tanto, de los escritores también. Sin embargo, no me gustan especialmente los libros que se basan en un mensaje. Creo que lo importante es que el mensaje subyazca tras la historia y que sea el lector quien la extraiga, no que el escritor le guíe hacia ese camino. Eso me parecería algo presuntuoso. Mi opinión no vale más que la de cualquier lector y espero no permitirme nunca sermonear a nadie.

 

Al final, ¿todas las buenas historias se basan en un hombre conoce a una mujer?

O cuando un hombre conoce a un hombre, o una mujer a una mujer. Lo que hace la vida entretenida, y las historias, es que se crucen las personas/personajes. ¿No crees? Yo lo siento por Defoe y Robinson Crusoe, pero una novela en una isla desierta, en principio, me genera mucha pereza (risas)

 

En la trama hay muchos diálogos, es interesante ver que gran peso de la novela lo llevan las conversaciones y le valoro por ello la rapidez con que se desarrolla, engancha realmente…

Me apetecía mucho hacer una novela en la que los diálogos tuvieran peso, porque en Infelices no había demasiados. Los diálogos me permiten desarrollar ese toma y daca entre Agnes y Foret y darle un buen ritmo a la novela, y si realmente crees que funcionan, pues me haces muy feliz.

 

Respecto a los saltos en la narración es también una forma de indicar que la vida continúa y, lógicamente, va para adelante pero también hacia atrás porque las cosas que han sucedido en el pasado no se quedan atrás sino que te envuelven y te las encuentras de nuevo arriba, abajo, a un lado y a otro…

Uno de mis defectos es que soy incapaz de vivir el presente, siempre estoy viajando a la nostalgia del pasado o al temor al futuro. Hay ciertos episodios de mi vida que revivo una y otra vez. Y tengo claro que si escribiera mi biografía, estos episodios serían su espina dorsal, como los relatos de Foret, siempre girando alrededor de ciertas personas, generalmente mujeres, en eso soy un poco Foret. Afortunadamente, en mi caso, ellas acaban mejor (risas).

Y está la relación con la verdad tan genialmente articulada… Ni una cosa es verdad ni otra, sino que existe una gran tensión entre realidad y ficción, lo verdadero y lo falso, entre la información y lo que es verdad. Afirma Foret que “la verdad actúa como las partículas elementales: está en todas partes todo el tiempo y sólo parece detenerse cuando alguien la observa”.

Ese es otro de los temas principales de la novela: hasta qué punto se puede contar la verdad. Cuando vivimos un suceso y lo contamos, estamos haciendo una recreación de lo vivido: ya se ha convertido en ficción. Pero es que, además, cuando lo volvemos a contar nuestro cerebro ya no recuerda el suceso en sí, sino nuestro relato del mismo. Y cuando lo contamos de nuevo, recordamos el relato del relato, y luego el relato del relato del relato, etcétera. ¿Qué ocurre? Que contamos algo que estamos convencidos de que pasó, pero que en realidad es solo nuestra construcción de lo sucedido. Yo me pregunto: ¿es eso mentir? ¿Y no lo hacemos todos, convencidos de que es verdad? ¿Por qué somos tan soberbios que pensamos que lo que nosotros contamos es LA verdad? Lo que conocemos como verdad es algo esencialmente subjetivo.

Continúan muy presentes temas muy suyos como la muerte, el humor, la ironía… Sobre todo el humor en pasajes trágicos, como una forma de desacralizar ese momento trágico…

Esa es una característica propia, como ocurría con Infelices. Siempre digo que es algo muy gallego, nuestra defensa contra la tragedia es el humor, un humor muy negro y sarcástico. La máxima expresión de esta forma de ver la vida la viví con mi amiga Paula, que inspiró el personaje de la Marga de Infelices, y falleció de cáncer hace tres años. Incluso en los últimos días, cuando ya sabíamos que no había nada que hacer, se reía de la enfermedad y la muerte. ¿Existe una forma mejor de afrontar la desgracia?

Y la banda sonora… De nuevo aparecen canciones como en su debut literario, Infelices (The Smiths, Morrissey, R.E.M., Glenn Gould y Bach, Manic Street Preachers…), como ese ingrediente imprescindible en nuestra vida.

La banda sonora está siempre conmigo. Escribo con música, corrijo con música, paseo con música… Es inevitable que aparezca en mis novelas. No puedo entender una vida sin música, igual que sin literatura o sin cine. Para mí son parte esencial de la experiencia que es vivir. Diría que una de las mejores partes.

Las ciudades, los paisajes, juegan su papel protagonista, no son meros telones decorativos. Tan distintos y tan parecidos, en ocasiones, ¿los considera claves?

Necesitaba que la acción de Foret ocurriese en escenarios diferentes, de lo contrario sería fácil que cualquiera identificase quién era este autor misterioso. Pero, aparte de eso, creo que nuestra sociedad, al menos la prepandémica, era muy viajera. Que hoy estábamos aquí y mañana allí, por eso entiendo que es lógico que las novelas actuales también viajen. Todos los lugares que describe Foret son lugares que conozco y que recorrí. Cuando estaba allí pensaba: aquí hay una novela. Al final la hubo.

Y no podía transcurrir en otra ciudad mejor que en Santiago de Compostela, una ciudad tan literaria, tan llena de historia…
Santiago es mi ciudad. Aunque yo soy de A Coruña, llevo 24 años viviendo aquí, la mayor parte de mi vida. Cuando imaginé por primera vez a Agnes, la imaginé yendo a denunciar a Foret en la comisaría donde yo renuevo el DNI. A partir de ahí supe que la novela no podía estar localizada en otro espacio.

¿Qué libros y autores le han sido especialmente valiosos para crear Agnes? ¿De qué escritores y obras se ha querido rodear, si existe una bibliografía para esta novela?

Intento no leer nada que tenga que ver con lo que escribo mientras estoy metido de lleno en el borrador. Pero digamos que hay algunas novelas que me dieron ideas, sin duda. Por ejemplo, en Libertad, de Franzen, hay un prólogo y luego empieza una novela dentro de la novela, como ocurre en Agnes. De qué hablo cuando hablo de correr, de Murakami, es un libro que está presente explícitamente en la novela. Auster, como novelista del azar. Sylvia Plath, y en concreto el ensayo sobre la relación entre ella y Ted Hughes que escribió Janet Malcolm, que se titula La mujer en silencio. Recursos como el ‘afirma Foret’ que usa Agnes que bebe directamente del Sostiene Pereira de Tabucchi. Catedral, de Carver. O algunos relatos de Foster Wallace, por decir solo algunos. El libro está trufado de referencias más o menos directas.

¿Qué tipo de literatura prefiere?

En literatura soy omnívoro. Por mi condición de novelista, prefiero las novelas, aunque también disfruto mucho de la no ficción. Los buenos libros me gustan de todo tipo.

¿Qué busca usted en los libros que lee?

Que ensanchen mi idea del mundo, que me permitan conocerme mejor, que me entretengan, que me enseñen, que me asombren. En los libros está todo. O prácticamente todo. Y yo lo busco todo en ellos.

¿Qué libros hay en su mesilla de noche?

Pues los que estoy leyendo. Ahora mismo están La pasión, de Jeanette Winterson, una biografía de Georges Perec, y las novelas con las que preparo el taller de personajes de Casa Blackie.

¿Tiene algún fragmento de una obra ya sea libro, obra de teatro, guion cinematográfico, etc… grabado a fuego en su memoria?

Sí, muchos. Por decir uno que me venga a la cabeza ahora mismo, la frase de Macbeth que dio el título a la novela de Faulkner: “La vida es un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que nada significa”.

¿Cuándo suele leer?

Si es por placer, preferentemente por la noche. Si es por trabajo, por las tardes en una cafetería.

¿Qué libros sorprendería a la gente encontrar en su estantería?

Creo que, en general, mi estantería no depara muchas sorpresas. Quizás los tomos de Astérix, de los que soy un gran fan.

Tiene la oportunidad de organizar una cena con literatos, artistas… ¿Qué tres escritores, artistas, creadores etc, vivos o muertos, invitaría a su cena? Y ¿por qué?

¡Qué difícil! Creo que los que más me gustaría invitar me darían la cena con comportamientos poco adecuados (risas) Pero así, a bote pronto, creo que me quedaría con John Kennedy Toole, porque nos dejó una obra demasiado corta; con Emmanuel Carrère porque creo que me entendería bien con él; y Margaret Atwood, que me parece una autora fascinante y todo un referente para mí.

¿Cuáles son sus autores literarios preferidos, esos a los que siempre se acerca en busca de estímulos? Y ¿por qué?

No tengo tótems a los que vuelva siempre, me gusta ir renovando mis autores admirados. Ahora mismo estoy entusiasmado con Valeria Luiselli y Sara Mesa. Las novelistas que más me gustan en la actualidad son todas mujeres.

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