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ENTREVISTA

Daniel Gascón: «Siempre nos preocupan más los miedos de nuestro tiempo, y estamos en un momento de temor apocalíptico»

El escritor Daniel Gascón nació en Zaragoza en 1981. Es licenciado en Filología Inglesa y Filología Hispánica por la universidad de su ciudad natal y editor de la edición española de la revista Letras Libres. Ha traducido a autores como Christopher Hitchens, George Steiner y Saul bellow entre otros. Actualmente es columnista en El País, donde reciente ha publicado la alabada columna Ley de desmemoria democrática y El Periódico de Aragón. Además, colabora en los programas La tarde de Cope y Al rojo vivo.

Ha sido coguionista de la película de Jonás Trueba Todas las canciones hablan de mí (2010). Como autor ha publicado un libro de relatos (La edad del pavo, 2001), el ensayo político El golpe posmoderno (Debate, 2018) y su éxito más reciente, la “saga” del hipster: Un hispter en la España vacía (Mondadori, 2020) y La muerte del hispter (Mondadori, 2021).

Recientemente ha participado junto al filósofo y escritor Jorge Freire en el programa número 10 de Libro sobre Libro para Movistar+ sobre la novela distópica, tema del que charlamos con él a continuación.

Estamos en la semana de la novela distópica en Libro sobre libro. ¿Hay una característica innegociable que defina al género?

Quizá la relación, un poco asimétrica, con la utopía. Al menos en su origen algo de advertencia contra los sueños de la época, que se convierten en pesadillas en la distopía.

¿Cualquier periódico actual es novela distópica de hace medio siglo?

Siempre nos preocupan más los miedos de nuestro tiempo, y estamos en un momento de temor apocalíptico: peligros relativamente nuevos (el calentamiento climático), relacionados con amenazas eternas (pandemias, el regreso de la guerra a su papel central en la política mundial) y con el elemento de control a través de la tecnología (más a través de la seducción del consumo que de otra cosa). Pero también hace cincuenta años había más guerras, el temor a un enfrentamiento nuclear era más grande que ahora, mucha gente moría de dolencias que ahora tienen cura, en todas partes había menos libertades que ahora, las mujeres tenían menos derechos en todos los lugares, la situación de las minorías era mucho peor también.

¿Cree que imaginar un futuro aterrador de control gubernamental y de masas alienadas —ejem— ayuda a que el ser humano dé volantazo, luche contra él, o, por el contrario, prepara mentalmente para el peor escenario y nos paraliza?

No sé si sirve para dar volantazo pero sí puede servir para encontrar una metáfora o un relato que nos permita entender lo que sucede.

Comenta Jorge Freire en el programa de Movistar+ que su novela, Un hipster en la España vacía, es una distopía. Yo estoy de acuerdo pero, ¿la concibió como tal?

Me pareció que estaba muy bien visto y que ojalá tuviera razón Jorge. No la concebí así, aunque sí tenía la idea de la sátira, y la novela distópica tiene mucho de sátira.

De hecho, la literatura distópica más sutil, más pegada a la realidad, aquella en la que no hay androides que sueñan con ovejas eléctricas, es, quizá, más inquietante.

Sí, un poco como el terror. Lo que da más miedo es lo que está a la vuelta de la esquina.

Su personaje, Enrique Notivol es ingenuo, voluntarioso, romántico y algo quijote. Su alto grado de dogmatismo y sus incongruencias le han servido a usted para la sátira pero cada vez es más frecuente encontrarse con tipos así.

Una periodista me dijo que era uno de los personajes más hostiables que había encontrado. Yo quería que fuera irritante pero entrañable. Es un quijote cuya principal víctima es él mismo y al final tiene cierta disposición a la aventura. Muchos de los que veo en la realidad son menos desinteresados y más nocivos.

La pandemia ha sido un filón que usted explota en La muerte de un hipster. ¿Se atreve a aventurar cuál será el siguiente despropósito en el que se vea inmerso Notivol?

No sé hacia dónde irá pero el encaje territorial parece un desafío a su altura.

Hablemos de sus referencias: tengo entendido que le inspiran los textos de Woody Allen en New Yorker y Azcona. En el título (y en la propia novela) hay un guiño a La España vacía de Sergio del Molino…

Sí, Woody Allen era la fuente del hipster, un humor más intelectual, más paródico, un protagonista fuera de lugar. Para otro tono más popular pensaba en Azcona, en mi propia experiencia en los pueblos donde trabajaba de médica mi madre, en el humor de mi abuelo Leoncio, que hablaba como los personajes. Uso lo de La España vacía porque creo que Sergio del Molino acertó con ese nombre y con ese libro que hizo visible para muchos una realidad que estaba ahí y a la que no siempre se le prestaba la atención necesaria. Había otras referencias: Un yanqui en la corte del rey Arturo, Hail the Conquering Hero de Preston Sturges, hay alusiones o parodias de La última cruzada, Tierra y libertad

¿Y fuera de la literatura humorística, quién le inspira? Hace poco descubrí que Aldous Huxley leía a san Juan de la Cruz.

Para Un hipster en la España vacía, que empieza con un diario, me sirvió estar leyendo en ese momento El mar, el mar de Iris Murdoch. Fue casual aunque ella me gusta mucho. En los cuentos Chéjov, Tobias Wolff, Alice Munro. SaulBellow y Sender son dos de mis preferidos. Aunque los dos tenían algo de humoristas. Pero muchas veces lo que te inspira es una obra o una situación cercana, a veces pensar mucho en la obra de la gente que admiras como guía puede paralizarte.

La última obra de Menéndez Salmón, Horda, recurre a un clásico de la novela distópica: colocar a animales en el gobierno. Usted,que es un entusiasta del género, ¿por qué “subgénero” sesuele decantar: catástrofes naturales, apocalípticas, científicas, tecnológicas…?

Creo que se van mezclando un poco, aunque a veces giremos con el orden.

Usted sitúa el germen de las distopías canónicas en Nosotros de Zamiatin y en Los viajes de Gulliver. El asunto de la felicidad y la libertad ha sido ampliamente tratado pero lo de “no tendrás nada y serás feliz” ¿lo vieron venir?

Se habían adelantado otras ramas literarias, como ciertas filosofías y religiones.

Usted ha traducido a Christopher Hitchens, autor de Por qué es importante Orwell. ¿Por qué cree Daniel Gascón que es importante Orwell?

Como dijo Hitchens, porque supo distinguir a los tres grandes males del siglo XX: el colonialismo, el fascismo, el comunismo. Por su capacidad de desactivar el lenguaje político y las mentiras que se aceptan acríticamente. Por su valentía personal. Era un gran crítico literario y tiene ficciones admirables. Porque, siguiendo lo que le parecía correcto, hizo algo a lo que muy pocos se atreven: se atrevió a estar solo.

No podemos hablar de distopías sin hacerlo de Fahrenheit 451. Atendiendo a los subtemas de la obra: la maternidad, la soledad, la depresión, Bradbury vería películas como El diablo viste de Prada o Sexo en Nueva York como secuelas de su obra?

Quizá pensaría que eran los mismos temas. Pero no sé mucho de la personalidad de Bradbury, y encontrar parecidos a vece tiene más que ver con el carácter de los escritores que con las similitudes entre las obras.

No sé si ha tenido la oportunidad de leer ya Aniquilación de Houellebecq, pero sí Plataforma o La posibilidad de una isla ¿Por qué lo llaman distópico cuando quieren decir perspicaz?

Por la inflación léxica: perspicaz y lúcido son palabras ya muy derivadas, que suelen designar a novelistas cenizos y tristes como cantautores.

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