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ENTREVISTA

Alfonso Basallo: “Los héroes de Annual eran de otra pasta, eran más resistentes y tenían un sentido del deber más profundo que el español de hoy”

Para Alfonso Basallo, nieto de un héroe y prisionero en el desastre de Annual “el Rif era un nido de corrupción y la estrepitosa derrota de los españoles en Marruecos el resultado de una suma de corrupción, negligencia y errores militares…jalonados de actos de cobardía e indignidad y algún que otro acto de heroicidad”. Conoció las gestas allí vividas de boca de su abuelo, Francisco Basallo, un héroe de la contienda que se convirtió en una celebridad de la época, nombrado incluso por el Max Estrella de Valle Inclán. Para sumergirse en la contienda se ha servido de las memorias de su abuelo, anécdotas y relatos que ha ido contrastando minuciosamente con toda clase de documentación y bibliografía, testimonios de otros prisioneros y hojas de servicio de la época. “El prisionero de Annual” es como él dice, resultado de la deformación profesional de la que no puede sustraerse como periodista. Un libro reportaje en el que Alfonso se mete en la piel de su abuelo, se convierte en sargento tebib y en primera persona conocemos el desastre que se convirtió en la mayor derrota de un ejército colonial en África. 

 

A pesar de que en el desastre de Annual murieron más de 10.000 españoles muchos jóvenes desconocen este episodio de la historia. Por si alguno de ellos estuviera leyéndonos resúmenos en pocas palabras en qué consistió el desastre de Annual.

El desastre de Annual fue comparable al desastre de Cuba y Filipinas, que se había producido 25 años antes, y se trataron de una serie de errores que cometieron los mandos militares del protectorado que había de España en Marruecos. Básicamente consistió en el error de un militar, el general Silvestre, que quería llegar a la guarida de Abd-el-Krim, jefe de la sublevación, que está en Alhucemas, y lo hizo demasiado rápido, sin consolidar las posiciones que iba tomando en el Rif, entre Melilla y Alhucemas. Hubo un momento en que las cabilas (las tribus rifeñas) se sublevaron contra los españoles y atacaron el campamento de Annual, y allí el General Silvestre en lugar de resistir, ordena una retirada que en lugar de ser una retirada ordenada se convierte en una desbandada marcada por el pánico. 

No hay que olvidar otro aspecto importante y es que el ejército español tenía una fuerza auxiliar que era la policía indígena, formada por rifeños, que se pasaron al otro bando. En unos 10 días murieron más de 10.000 españoles, lo que provocó un enorme malestar en España porque buena parte de la juventud española, si no era capaz de pagar un dinerito, terminaba yéndose a África de soldadito, se libraban sólo los ricos. ¿Las consecuencias? ¡El desastre de Annual provoca una conmoción!, se inicia una investigación judicial a cargo del general Picasso para esclarecer las responsabilidades de los altos mandos, provoca también una crisis política, el cambio de gobierno… una auténtica conmoción. Es más, indirectamente este suceso provoca dos años más tarde la llegada de la dictadura de Primo de Rivera. E indirectamente también que 10 años más tarde, en 1931, llegara la II República. Annual es la gota que colma el vaso en el clima de descomposición del Régimen de Alfonso XIII. 

El libro está narrado en primera persona, desde el punto de vista de Francisco Basallo, tu abuelo. ¿Por qué decides meterte en su piel? ¿Para darle más emoción al relato, para que sea más cercano, más novelado?

Básicamente lo hago por eso, porque como es mi abuelo… yo tuve la suerte de conocerlo. Él murió con 92 años y tuve la suerte de hablar con él, de chaval y de adolescente me contó todas estas batallitas que luego yo evidentemente he investigado por mi cuenta, porque claro no me podía fiar exclusivamente de su testimonio. Al conocerlo y saber cómo era él, cuál era su manera de reaccionar, pues decidí hacerlo así. Creo que la primera persona sobre todo implica más al lector. 

Cuentas que tuviste la oportunidad de escuchar las historias de esta aventura de boca de tu abuelo en innumerables ocasiones, ¿Lo has contado todo o hay cosas que has preferido reservar para la familia?

En absoluto, yo partí de lo que él me contó y también de unas Memorias del cautiverio que él escribió y publicó en el año 1923, pero esas memorias sólo son un punto de partida porque él es muy escueto porque en ese momento el tema de Marruecos estaba siendo investigado por la justicia militar, estaba sub júdice y él pues logicamente no quería meterse en charcos. Con lo cual él es muy parco. Mi trabajo ha consistido en investigar más cosas, sobre todo a través de declaraciones de otros prisioneros, hojas de servicio, documentos de descendientes que han aparecido en internet…Internet ha sido una bendición, una auténtica mina de documentación. 

Además de las memorias de tu abuelo y de su propio relato y la documentación de la que nos hablas ¿ha habido algún libro que te haya sido especialmente valioso como bibliografía?

Hay un libro clave de los últimos años que es Historia secreta de Annual de Juan Pando, es un libro decisivo. Después de muchas décadas sin que el tema fuese investigado este libro me dio muchísimas pistas y luego ha habido otros, hay uno de un historiador militar,  Luis Miguel de Francisco titulado Morir en África que es también muy interesante. Ambos me han servido de guía. Son los fundamentales. Hay también un libro de la época, del año 24, que sigue teniendo actualidad y también me he apoyado mucho en él que se llama De Annual a Monte Arruit, de un teniente coronel que se llama Eduardo Pérez Ortíz. Este teniente coronel estuvo prisionero y coincidió con mi abuelo, este libro está muy bien escrito y tiene una fuerza tremenda. 

Tu abuelo, Francisco Basallo, se convirtió en una celebridad, hasta el punto de que es citado por Max Estrella e un pasaje de Valle Inclán, en tu libro conocemos al héroe en el cautiverio, al soldado, al sargento tebib como le llamaban pero ¿Cómo era el Francisco más humano?

Era un hombre que nadie diría que había estado en la guerra, que había pasado hambre, que le habían dado una paliza con cuerdas mojadas y que le habían dejado la espalda negra, que se había intentado escapar con otro grupo de españoles intentando llegar al Peñón de Alhucemas por mar y luego los volvieron a capturar…bueno, pues nadie lo diría. Era muy tranquilo, cordobés, muy simpático, muy agradable, pero muy tranquilo. Yo no me lo imaginaba metido en ese fregado. Y yo creo que era un caballero, lo que yo recuerdo y luego lo que también cuenta del cautiverio. Se portó de manera muy humanitaria con los heridos, con los enfermos de tifus, con las mujeres…. hubo como 50 prisioneros civiles y muchos guardias rifeños intentaban propasarse con las mujeres y entonces las defendió. Hay una anécdota que aparece en el libro de una chica, Carmencita Úbeda, que un rifeño se la quedó y después de quedársela la quería vender en un zoco, entonces los sargentos, de común acuerdo, del poco dinero que tenían ellos compraron a la chica para evitar que el otro la vendiera en un zoco. Yo diría que eso: la caballerosidad y el sentido del deber quizá. Una persona pacífica, yo no me lo imaginaba en el desastre de Annual. 

En las películas americanas vemos reflejado cómo los veteranos de guerra muchas veces al volver se quedan traumatizados, heridos psicológicamente. ¿Tú dirías que tu abuelo tenía totalmente superados los horrores que vivió? ¿Pudo tu abuelo rehacer su vida tras Annual de una manera relativamente normal?

Yo creo que lo llevó muy bien, sorprendentemente porque él presenció entre otras cosas, lo cuento en el libro, la matanza de 900 compañeros. Yo creo que lo llevó muy bien, llegó a los 92 años. Hay casos de gente que resistió muy bien y también hubo gente, y pongo en el libro varios casos concretos, que arrastró problemas de salud. Hay un personaje, el Capitán Sigifredo Sáinz, que estuvo también prisionero, acabó con problemas de salud. El teniente Padura, también otro personaje siempre tuvo problemas de salud y murió relativamente joven. Hubo gente que quedó muy marcada. El tifus o las fiebres tifoideas o el paludismo provocaban una enorme debilidad y hubo gente que estuvo muy marcada por eso, pero mi abuelo no. 

Además de tu abuelo en la historia aparecen muchos otros personajes ¿Cómo has hecho para dotar de personalidad, de esa parte de ficción, a esos otros personajes a los que no conociste pero que realmente existieron?

Debo advertir que mi libro no se trata de una novela, esto son hechos reales, en realidad es un libro reportaje, está escrito con un estilo ágil pero no es novela. ¿Qué he hecho? Pues muy fácil, he cogido las hojas de servicio de muchos de ellos, documentación que he sacado a través también de libros, por ejemplo en el libro de Luis Miguel de Francisco hay un capítulo entero dedicado a un personaje fascinante que menciono que es el alférez Juan Maroto, un señorito de Madrid que quiere bajarse a ver la guerra del moro y ese señorito jovencito se encuentra defendiendo el aeródromo de Zeluán, que es un campo de aviación que es asediado por los rifeños y él se comporta como un héroe. Pasa hambre, tiene que comer almidón del estudio de fotografía que tienen ahí, comen cartón, se quedan sin alimentos,  hay un caballo que muere, lo asan y se lo comen… yo he partido de otros libros para cruzar datos con la historia de mi abuelo y también con las historias personales de las hojas de servicio. Otra documentación ha salido de los descendientes de otros prisioneros en páginas de internet. 

Decía Julián Quirós, director de ABC, que el futuro del periodismo más que en la columna está en la crónica. Tu libro es una crónica del desastre de Annual desde la perspectiva de los prisioneros…¿En algún momento has tenido miedo de implicarte tanto en la historia que perdieras la objetividad, que te faltara el otro lado de la historia?

Al revés, precisamente he tenido esa prevención muy periodística por deformación profesional y he procurado ser frío y no he querido rehuir los aspectos de dudas y de miedos del personaje. De hecho, cuento que él es un héroe por accidente porque se convierte en sanitario una vez que va al pequeño equipo de médicos porque una bala le había rozado en el correaje y le dolía un poco el hombro, pero al ver el espectáculo de enfermos de tifus y de heridos, le da vergüenza y dice: «¡No, yo he venido aquí para ayudar!»… Cuento también las dudas que tiene, los miedos… y luego hay anécdotas de Memorias del cautiverio que no he incluido en el libro porque no las he podido contrastar con otras fuentes.  

En el libro aparece descrito el carácter de los moros como crueles, interesados, volubles, cambiantes, exagerados e imprevisibles. ¿Crees que son realmente así o es un estereotipo que te ha valido para desarrollar la trama de manera más interesante y darle emoción?

El estereotipo pesa mucho y de hecho he tenido que luchar un poco en contra del estereotipo del moro mentirosillo, que sólo piensa en el dinero… es un estereotipo que en parte responde a una realidad. Yo estuve allí, en el terreno, como reportero he querido verlo, hay escenarios que aún se conservan igual, he hablado mucho con la gente de Melilla y claro ahí te cuentan como son. Sin embargo, he procurado también resaltar los aspectos positivos, que los tienen. Hay un momento en el que mi abuelo le amputa un brazo al hijo de un caíd rifeño, le salva la vida, consigue que se recupere y el caíd le queda eternamente agradecido y cuando se enteró que los prisioneros estaban pasando hambre les llevó tortas, una gallina para que se la repartieran entre ellos. La impresión que me quedó es que el rifeño puede odiarte eternamente pero puede estar agradecido eternamente también. 

Hablanos del malo, de Abd-el-Krim… siempre me ha parecido muy difícil describir a los antagonistas sin caer en la caricatura pero es que aquí hay un plus de dificultad porque existió realmente…

Abd-el-Krim hay que reconocer que fue un pequeño genio que consiguió sublevar las cabilas del Rif y someter al ejército español a la mayor derrota de un ejército colonial en África. Yo creo que ni los ingleses, ni los franceses sufrieron nada parecido en número de víctimas mortales. Tuvo en jaque al ejercito español desde 1921 hasta 1926, 5 años, tiene su mérito. Montó una república del Rif, donde tenía un ministerio de asuntos exteriores, hay que darle el mérito. De hecho, muchos líderes guerrilleros dicen que se han basado en las tácticas guerrilleras de Abd-el-Krim, por ejemplo en Vietnam, allí los guerrilleros comunistas nombran a Abd-el-Krim por la habilidad que tenía para jugar con el terreno. O sea que hay que reconocerle su mérito militar y su genio político. Mi abuelo que habló con él varias veces lo describe como alguien muy listo, muy astuto, alguien que conocía España porque había estudiado el bachillerato español y había trabajado en el telegrama del Rif con artículos en español. Su hermano estudió Ingeniería de minas en Madrid, por lo que conocía estupendamente España. Habían sido moros amigos. Es un personaje con luces y sombras. Él cada vez que habla con mi abuelo insiste en que quiere ser humanitario, facilitar las cosas, si los prisioneros necesitan algo él se lo da, sin embargo los guardianes asesinaron a sangre fría a varios prisioneros. Además él como es un político tampoco quiere una imagen terrible del Rif ante la opinión pública internacional. Defiende la independencia de su pueblo pero no quiere ser un sanguinario.  

 

¿Que tenían los héroes de Annual que le falta al español de hoy?

Eran de otra pasta, muchos héroes eran soldaditos que venían de ser labriegos en Castilla la Mancha, en Andalucía, a los 20 años habían dejado el arado y las ovejas por el fusil en el Rif. Eran mucho más incultos, analfabetos, pero estoy seguro de que eran de otra pasta. Tenían mucha resistencia. Es verdad que hubo de todo, hubo oficiales que tuvieron miedo y se quitaron las estrellas para que si los capturaban los moros no los torturaran y hubo soldados que se portaron muy mal, pero otros se portaron heroicamente. Mi abuelo insiste mucho en que el equipo de sanitarios que él montó eran unos chicos estupendos muy voluntariosos, que lo daban todo. Eran más resistentes y tenían un sentido del deber más profundo. Hay una escena en el libro que a mí me emociona y es cuando en un momento meten en una casucha a un grupo de prisioneros como castigo y les prohíben saludar a sus superiores, y les habían prohibido también cantar y cuando llevaban un rato, un día casi sin comer, hechos polvo, muy apretados unos junto a otros y de repente hay uno que empieza a cantar el pasodoble de la bandera, de la zarzuela Las Corsarias, una canción que se hizo muy popular en la época porque era la canción con la que despedían en los puertos a los soldados que se iban a África. Hay un momento en que uno de los prisioneros empieza a tararearlo, los demás le dicen que se calle, sigue tarareando y al final terminan cantando  todos a voz en grito. Y los guardianes no hacen nada. Me parece un momento de un gran patriotismo. 

Pinchando aquí puedes leer la reseña completa del libro «El prisionero de Annual».

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