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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

En vivo y en directo

Como hoy es sábado, retransmitiré en vivo y en directo la aventura del día. Conferencia en Segovia.

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Amigos cazadores, me he levantado a las 4:30 y quiero agradeceros que vuestro recuerdo me ha sostenido. Si vosotros os dais esta paliza para lo vuestro, ¿cómo no yo, si puede que cace («Para enseñar poco sabemos/ pero enseñando todos aprendemos») alguna verdad al vuelo en mi clase, una belleza fugaz y esquiva.

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Carretera desierta. La misantropía nos consuela del madrugón.

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La niebla recuerda las sábanas blancas que hemos dejado atrás.

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Acelero por la autopista y pienso en lo bien puesto que está el nombre de «Santa Justa» para una estación de trenes a la que uno va pidiendo siempre a los cielos llegar por lo menos justo.

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El nimbo rojo que la niebla les dibuja a los coches por detrás es hermosísimo. Da pena adelantarlos.

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En uno de sus momentos más inspirados, Javier Gomá definió la dignidad como lo que estorba. Desde el punto de vista posmoderno es exactamente eso. Yo, que sigo resistiéndome a adelantar para disfrutar de la belleza del gran halo rojo, me dijo: «La belleza es lo que enlentece».

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Que los dos extremos sean Santa Justa y Almudena Grandes vale como un epigrama.

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Cuántas veces, desde que me saqué el carnet de conducir he hecho el camino de ida y vuelta en esta autopista. Me asalta el furor poético-biográfico: «El mundo se divide en dos:/ Sevilla y Cádiz, según dijo/ don Fernando Villalón./ Yo lo he creído y ha sido/ desde siempre la AP-4/ mi ruta del contrabando».

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Que la gasolinera El Fantasma aparezca entre la niebla más espesa es etimológico.

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«Mañanitas de niebla,/ tardes de paseo», pero incluso noches cerradas de paseo, porque en cuanto queda atrás la niebla, aunque sea noche cerrada, ¡qué sobrevenida claridad!

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Por un problema de logística y averías, vengo en el coche que me ha prestado mi hermano Nicolás. Un inmenso Land Rover que avanza con la contundencia de un tanque. Yo pienso en la fortuna de los hermanos ayudándose unos a otros como una ciudad amurallada y un parque móvil de repuesto. Y con el surrealismo del entresueño de la hora imagino el chorro de diésel corriendo por el motor como una imagen ardiente de la sangre común.

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A renglón seguido lamento la escasez de hermanos que van a tener mis hijos.

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Al aparcar justo en Santa Justa, la misma luna. Y recuerdo que anteayer Bieto Rubido recordó en su conferencia que un móvil tiene más tecnología que la que llevó al hombre a la luna en el Apolo. Me gustaría —sueño— aprovecharla para escribir un haiku a la luna en mi móvil. Traer a la luna aquí; empeño más sofisticado para una tecnología superior.

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Uno se da cuenta de lo que ha madrugado cuando amanece.

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Estas separaciones cotidianas le dan al matrimonio feliz el sabor agridulce de la separación. Cada vez que pienso en Leonor esta mañana me acuerdo del verso de Julio Mariscal: «el tiempo, alfanje entre nosotros». Ya sé que exagero, pero qué es el arte sino exagerar un poco. Y qué gran poema, sobre todo:

Dijiste: ¡Para siempre!.

Y te marchaste, breve, entre los pinos.

Y yo – ¡Dios mío! – me iba preguntando:

¿Qué haré con tanta tarde entre las manos?

¿Qué haré cuando me enrede entre las horas?

¿Cuando la estrella clave en mí su nombre?

¿Qué harás, corazón mío?

Y ahora – ya el tiempo alfanje entre nosotros-

me sigo preguntando:

¿Qué haré con tanta tarde, con tanto corazón,

con tanto barro,

si no tengo tus ojos para alzarme?

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El gran problema del día de hoy es lo que sería su más alto privilegio: la Santa Misa. A ver.

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Mañana voy a estar tan cansado que no me va a quedar más remedio que echar el día leyendo. Jo, jo.

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No había empezado el día y ya entré en un remolino que me ha traído, sin parar, hasta aquí. El AVE a las once de la noche. Dejé Despeñaperros a oscuras y me lo encontraré a oscuras.

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El taxista estaba enfadadísimo con los de fuera y amabilísimo conmigo. La disparidad era chocante y, de hecho, estuvimos a punto de chocarnos varias veces. Una de dos o su irritabilidad exterior era forzada o su meliflua amabilidad era impostada. Todavía no lo sé.

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Supongo que nos pasará a todos pero a mí me montan en un autobús y me quitan 35 años y estoy en el colegio y estoy a punto de cantar canciones gamberras.

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Si se va a hablar de belleza, y el entorno es muy hermoso, entonces uno se relaja: diga lo que diga, la belleza hará acto de presencia. Como la hacía por doquier, por decirlo pudorosamente.

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Ahora de vuelta se me aparecen los fantasmas de la escalera para recordarme las cosas que no dije o que pude explicar más o menos o mejor o con otros ejemplos. Qué impuntuales son siempre mis fantasmas.

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Dormí la siesta.

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La charla de Pedro Herrero, impresionante, como una fragua, hierro, sudor y fuego. Al final, imprudentemente, tuve que intervenir porque tiene la costumbre de decirnos a los conservadores cómo tenemos que plantear nuestra batalla contracultural. Yo la suya, como suya, se la admiro mucho. Su modelo para la mía es el del movimiento LGTB y la contracultura posmoderna. Yo había defendido que toda batalla, hasta usar la tipografía Ibarra Real o usar unos servilleteros preciosos o crear tradiciones a medias con tus hijos, es buena y útil. Ahora caigo que quizá, con nuestro mínimo debate, estaba defendiendo mi charla. (Me dicen los fantasmas de las escaleras que sí, ay.)

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Volvimos en el coche de Pedro. Creía que nadie conducía más lento que yo, pero Pedro no se va a salir en ninguna curva. Es un modelo para el camino de vuelta que aún me queda.

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