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Toda la vida hablando del barbero del Rey de Suecia, y resulta que en España teníamos un ejemplo perfecto y verdadero de prácticamente lo mismo: el maestro Silverio. Ay, esa cosa tan española de irnos a buscar fuera lo que ya teníamos en casa.
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Lo cuenta Luys Santa Marina en su biografía espléndida del cardenal:
Para no perder el tiempo, hasta se afeitaba de noche, mientras maestre Silverio, su barbero, trasgueaba con brochas y vacías, leíanle un poco de Biblia.
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Por cierto, que hoy el barbero (de Suecia o Silverio) se ha dedicado a la elegancia involuntaria.