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Hoy es un día para beber vino. Todos lo son, pero éste más, si cabe, e incluso los impenitentes cerveceros deberían hacer hoy una excepción. Celebramos san Juan Evangelista, al que intentaron envenenar con el vino, pero lo bendijo, y salió de él una serpiente verde o un pequeño dragón. Por eso, la tradición era llevar hoy a misa una botella de vino, que luego se bendecía. Y cada vez que se abría una botella nueva en casa se le echaban unas gotas de ese vino de San Juan. Para echar a los dragones del vino, que puede tenerlos. También se usaba de maravilloso sacramental, que se daba en las bodas, antes de las batallas y en las agonías. Más bonita no puede ser la tradición, y la hemos perdido.
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Vamos a recuperarla.
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Este año me ha vuelto a pasar el rito, pero no el rezo. Yo, hoy, en misa, me ha acordado de todo, y he salido corriendo a beberme unas copas a la salud del discípulo amado. Para el año que viene me conchabo con un sacerdote y hacemos lo de la bendición de nuevo.
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