–
Hace unos días me impresionó leer en Ideas que el primer consejo que daba Dominique Venner en su testamento espiritual era llevar un breviario. No me impresionó por extraño, sino por concreto y familiar. Ese mismo consejo me lo dio mi abuelo siempre y tardé en hacerle caso y, cuando lo hice, vi cuánta razón tenía. Luego la vida me arrastra y lo abandono y más tarde vuelvo.
–
Ayer me impresionó encontrarme con las anotaciones de los últimos días de Memé, mi abuela, en el 2006. Qué de maravillas. Le dijo a mi padre: «You’re the number one». Teniendo en cuenta que era el primogénito, no ofendía a nadie, pero qué bonito elogio. Lo había olvidado. Como todo lo demás. Le entró cierta inquietud con la muerte, «desesperación», dijo ella. Alguien le recordó que le cuidaría la Virgen de los MIlagros. Sonrío y repuso: «Pues también es verdad». Comentó lo que le gustaban las papas con chocos. Dijo de los cables que le rodeaban: «Esto es rarísimo, un chiste, una broma… un experimento». Le hizo ilusión un artículo mío sobre ella. Dijo que en Andalucía se vivía muy bien, que era lo mejor. Habló del lejano confesor de su juventud, el padre Torres. «¿Te duele algo?, le preguntó alguien. Dijo: «Pssh». Y le deseó a mi padre: «Que seas muy feliz lo que te quede de vida».
–
Todo esto se habría perdido de no haber llevado el diario entonces. Ahora retomo el consejo de mi abuelo materno por el ejemplo de mi abuela paterna, y también es muy bonita esa mezcla. Pienso: ¿Qué me gustaría recordar dentro de 15 años del día de hoy? Me hago una lista. La atención de mis alumnos de ISSEP y cómo vieron, antes de que lo dijese, que el dinero se ha convertido en el sustituto de la emoción en el arte postmoderno. También cómo me ha cuidado Eva: me dejaba el ordenador, y me lo recordó; me dejaba el móvil, y me lo trajo por los pelos. Me impresionó al llegar al aeropuerto de Jerez el abrazo que una novia dio a un novio que había viajado a mi lado muy serio todo el rato y ahora sonreía. Cuando he llegado a casa, Quique se había caído de la moto, que yo le dejo coger para alguna vuelta, pero, como esta vez, el permiso se lo había dado Leonor, nadie ha reñido a nadie y todos hemos celebrado que se haya quedado en un susto pedagógico. He dado un paseo por la playa con Leonor ya de noche. Estoy releyendo a Steinhardt y me alegro de que se me perdiera el ejemplar subrayado porque así voy de nuevas. En la clase se me ocurrió, según la iba dando, una idea de poema, pero quizá termine, ay, como columna de opinión, que el tiempo aprieta y los temas escasean, si uno no quiere repetirse con Sánchez todo el rato. Le hacen una entrevista estupenda a Armando Pego de Anti(pos)modernos donde me ha hecho el honor de dedicarme un capítulo. Hoy he retomado –quod erat demonstrandum– la disciplina de escribir un diario que recoja lo que pasa.