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Lo
Lo pensé pero no dije nada para no mentar ruina. Si el día 1 de noviembre es el de todos los santos y el 2, el de los fieles difuntos, esto es, el de las almas del purgatorio; hoy, por amor a las triadas y a Dante, toca el día de los precitos, con perdón.
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Pensaba callármelo, ya digo, pero leí un artículo de mi amigo Ramón Castro Thomas que venía como anillo al dedo. Todavía me lo podía haber callado, pero Ramón contaba una historia de la que decía esta frase maravillosa: «Esta anécdota la he contado muchas veces y percibo que no hace ninguna gracia». La frase —al menos— es graciosísima, y demuestra que él, si merece la pena, la cuenta, inasequible al desaliento, aunque no tenga éxito.
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¿Cuál es la historia? Ésta:
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«Año 1082.París. Ambiente universitario de lo que luego sería la Sorbona. Había muerto unprofesor de prestigio y buena fama, que se llamaba Raymond Diocres. En la capilla junto a Notre Dame se prendió la anécdota.
Funeral, 9 de la mañana, fresquito. -Dime cuán grandes y cuántas son tus iniquidades, dijo el sacerdote oficiante. No se esperaba respuesta a tal pregunta retórica. Pero sí la hubo. El muerto dijo: “por el justo juicio de Dios he sido acusado”. Gran conmoción. Comprobaron que el muerto estaba bien muerto. El funeral se suspendió y se repitió al día siguiente. Hedor. El sacerdote volvió a preguntar. Esta vez el cadáver se incorporó: “por el justo juicio de Dios he sido juzgado”. Y cayó a plomo. Más consternación. Los médicos comprobaron la mortez del muerto. Hubo escribanos que dejaron todo plasmado en papel. El funeral se repitió al tercer día. Esta vez la respuesta al ritual fue concluyente: “por el justo juicio de Dios he sido condenado”. El revuelo ya lo puedes imaginar. Todo quedó visto y escrito por mucha gente cualificada».
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Así las cosas, estos días hay que rezar 1) para que los del día 1 sean multitud; 2) para que los del día 2 mengüen y 3) para que los del día 3 sean exiguos.