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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Desgraciario

 

 

Hoy iba a tratar de explicar(me) por qué al Cardenal Pell no le gustan algunos poemas en español; pero, por la mañana, he estado tomando el aperitivo con dos lectores muy letraheridos de Lo leído y lo liado y me he dado cuento de que prefieren la dimensión diarística sobre la de glosario. Para hablar de literatura, ya tienen al barbero. Aquí les divierte que les cuente, sobre todo, mis desventuras. He tomado nota mental, porque tenían razón. He aparcado lo de Pell.

 

El problema es que hoy no tenía ninguna desventura, hasta que he vuelto a ordenar la biblioteca. Qué trabajo más duro. Por el polvo, que era imprevisible; por la de libros que compré con tanta ilusión y luego no he leído y, encima, hubiese debido hacerlo, y por ver que con frecuencia uno se ha comprado dos veces el mismo libro. Hoy me he dado con dos Goñi-Kierkegaard, ambos empezados con entusiasmo, pero dejados, ay, a sendas medias, Dios sabe por qué disipaciones. Viendo mis subrayados compruebo que me estaban entusiasmando…

 

Para remate de desgracias, he tratado de acordarme infructuosamente de ese epitafio, creo que de Marcial, en el que se ríe de uno (en este caso, de mí) que compra libros y se cree así más culto, como si otro por comprar liras y vihuelas se creyese ya que sabía tocarlas. Me hubiese encantado recitármelo en toda la cara.

 

Siempre, como en la décima de Calderón, hay alguien más desgraciado que uno. Mi hijo Enrique, el pobre. En principio, mañana comía con sus primos. Así que, cuando han estado decidiendo en la cocina qué íbamos a comer mañana, él, muy flamenco, ha pedido por favor que de primero gazpacho (que no le gusta) y de segundo, espinacas, que tampoco. Insistía: pero haced bastante gazpacho, eh, que no falte. Y, um, qué buenas espinacas que vais a almorzar mañana. Ji, ji.

 

La comida de sus primos se ha suspendido.

 

 

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