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Qué peligro tiene la literatura. Publico hoy este aforismo, ilustrado además con una señal de tráfico: «Si me entusiasma incumplir las leyes y los reglamentos, no es por delinquir, sino por aristocratizar»; y tengo la sospecha de que me han plantado un multazo. Justo hoy, por hacer la gracia.
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Tengo el último examen con un grupo al que le he dado clase dos años y con el que ha sido una delicia trabajar. Les prometo, de despedida, que al mejor examen le regalaré, a elegir, o una botella de jerez o un libro mío. El segundo cogerá el rebote. El alumno con mejor nota se queda con el jerez.
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La segunda mejor nota se resigna a mi libro. Les he llevado El vaso medio lleno. Se lo dedico con mucho cariño, pero él, en vez de leer la dedicatoria, lo hojea a volea. Y le sale el primero de todos este aforismo:
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Este alumno mío es un vegano de estricta observancia. El aforismo, menos mal, le hace muchísima gracia, no sé si por la literatura o por la casualidad. Me ha hecho gracia otro alumno que no la ha entendido hasta la cuarta y, entonces, estaba deslumbrado. No por el aforismo, sino por el hecho de cogerlo.
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El alumno al que de verdad le hacía ilusión recibir de regalo mi libro, que lleva sacando la mejor nota un año y medio en cada examen mío, quedó el tercero. No he llevado medalla de bronce.