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«No estoy hecho para este mundo. Espero estar hecho para el otro». Lo escribió Christian Bobin y cuando lo leímos entonces sentimos la belleza de su deseo. Hoy deseamos su cumplimiento. Descanse en paz.
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Como de él escribí mucho en vida, hoy sólo le leo. Voy a reunir aquí frases suyas que yo, barbero, fui seleccionando, empecemos, cómo no, por su libro Resucitar y siguiendo por otros, mezclándolo todo como en mi pena:
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Su ambición nace de su falta de atención.
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La muerte se ha llevado a mi padre pero se ha olvidado su sonrisa, igual que un ladrón sorprendido huye abandonando parte del botín.
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A Dios le gusta hablar a través de bocas desdentadas, es su encanto.
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No hay ninguna diferencia entre creer y vivir.
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No hay infinito sin clausura.
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Busco un pensamiento tan feliz como el color amarillo del limón en el plato.
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¿Por qué viajar? Salgo diez metros y ya estoy invadido de visiones, inundado: no ando bajo el cielo sino en el fondo mismo, con tonos de azul sobre mi cráneo. Me asfixio de tanto respirar. saciado de aire y luz. En diez segundo he hecho un paseo de diez siglos. La vida tiene una densidad expolisiva. Un guijarro minúsculo contiene todos los reinos.
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No hay más que una sola vida y ésta no tiene fin.
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Para Bonnard, lo más bello que hay en un museo son las ventanas.
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Según Saint-Cyran nadie será feliz en el cielo si no lo ha sido en la tierra.
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La vida a cada segundo se aleja de nosotros como la lechuza despliega sus alas nevadas en el instante en que la descubrimos.
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Saint-Cyran [a una sobrina nieta]: «Estoy muy contento de que estéis tan alegre, es signo de que amáis mucho a Dios».
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Todo lo que hacemos suspirando está manchado de nada.
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Cada día tiene su veneno y, para el que sabe ver, su antídoto.
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No es complicado escribir: basta con entregarle cada segundo de vida.
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Era de esa raza divina a la que pertenecen todas las mujeres y todos los hombres sin excepción.
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La escritura es una mendiga que regala una moneda de oro a todo el que pasa.
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Dos tipos de paraísos: venir en ayuda de alguien y leer un libro.
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Esta extraña alegría sin la que nada verdadero puede hacerse.
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El drama es la última mano que nos echa Dios después de que hayamos rechazado todas las demás.
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La frase más cariñosa debe ser escrita con hacha.
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La santidad consiste exactamente en no alimentar el mal que se tiene en sí.
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Sin pensar en nada me he encontrado en el paraíso. He debido empujar una puerta sin verla.
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Deberíamos sentirnos honrados por haber conocido a las personas que han muerto.
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Cada uno tiene su herida y su tesoro en el mismo lugar.
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Escribir: obedecer lo que vemos.
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Tengo mi fracaso ante mis ojos: un ramillete de mimosas en un jarro de agua. Ha iluminado mi desayuno, embalsamado mi jornada y soy incapaz de hacerles un retrato a la altura de su generosidad.
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Abrimos Pensamientos de Pascal, se mete la mano en el saco, se extrae un papel, en todas las tiradas se gana.
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El carbonero sobre la barrera arroja las chispas de oro de su canto. Es su trabajo y es también el mío.
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Cada una de nuestras alegrías es una figura en una vidriera. Nuestra muerte es el plomo que sujeta el conjunto.
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Se diría que los ricos lo son hasta el último céntimo.
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De no importa qué lugar se tiene una vista inexpugnable del paraíso.
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Las personas son obras maestras que cogen el tren.
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El que ha sufrido el martirio habla de la vida con una gracia irrefutable.
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La armadura sin defecto de la alegría.
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Se trata de escribir una pizca más rápido que la muerte.
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Sea cual sea la persona a la que mires, que sepas que ya ha atravesado el infierno varias veces.
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La moda es un verdugo que sus víctimas aclaman.
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En esta vida no hay nada más bello para la vista que la gente y la corona que llevan en la cabeza, sin saberlo.
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Yo le pido a un libro que me dé valor y que no me engañe sobre nada.
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«No saben lo que hacen» es la frase más inteligente jamás dicha.
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Su dolor era un palacio que sus maldiciones arruinaban.
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Son tan numerosas las luces que se nos han concedido que, aun queriéndolo, no podríamos echarlas a perder todas
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La silla de paja se pone, de repente, a existir más que yo: exaltada por la luz, su paja se ilumina.
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Intento pintar con palabras esa luz que acaba de entrar por la ventana y se ha plantado ante la piel rosada de la pera. No lo consigo y ese fracaso no está exento de alegría –como perder a un juego contra un amigo.
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Jamás me acostumbraré a nada.
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A los únicos que no se puede decapitar es a los reyes del espíritu.
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La verdad es un ambiente: se abre un libro, se entra en un lugar y se sabe.
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El desfallecimiento es el único pecado mortal.