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Me asombra con Chesterton descubrirme confluencias que no le debo, entre lo mucho que lo debo. Coincidencias inesperadas. Acabo de leerle cuatro versos de amor que me han impresionado vivamente. Siempre me ha dado muchísima vergüenza ajena quienes aseguran que cómo ella o él aman a su amado o amada no se ha amado nunca jamás y, si les abandonan —lo que no me extraña ante tamaña vanidad— tampoco les van a amar igual de bien. «Bueno, ya veremos…»; pienso yo.
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Los versos de Chesterton clavan mi actitud, qué barbaridad (de versos y de coincidencia):
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¿Digo que nadie ha amado como yo amo?
Creo que miles han amado como amo yo
y si miles hubiesen amado mil veces más que yo,
muy bien, pues mucho mejor.
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Yo a lo mío, a lo nuestro.