X
LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Cementos

Ayer, mientras me acercaba —frenazos y embestidas— en vespa a la calle cortada, me llamaba más y más la atención la prisa y energía con que los trabajadores acarreaban los sacos de cemento, Cuando llegué, lo entendí todo, con un deslumbramiento. La obra la estaban haciendo en esa casa antigua del Puerto, tan grande, en la que viven algunos disminuidos psíquicos. Ya hablé de ellos una vez. Los que acarreaban los pesados y polvorientos sacos de cemento eran ellos y estaban divertidísimos. Con qué alegría se deslomaban. Agradecí que me parasen, para contemplarlos más a gusto y aprender.

 

Había leído hacía un rato en Humano, todavía humano, de Higinio Marín que la baronesa Blixen, en su maravilloso El festín de Babette, había hecho proferir a la excelsa cocinera a la que no permitían lucirse: «¡Dejadme que lo haga tan bien como soy capaz!». En esa aspiración a la perfección estriba, según Marín, la huella de la vocación. Y la inexorable gratuidad ennoblecedora de todo trabajo bien terminado. Además, el filósofo afina mucho al darse cuenta de que la tragedia de que quien no tiene trabajo es que no le llaman (con lo que concuerda con la etimología de la palabra «vocación»). De no sentirse requerido a no sentirse querido hay poco trecho.

 

Aquellos muchachos estaban haciendo más que bien lo de los sacos de cemento, que con tanta desgana suelen hacer los profesionales, y se habían sentido requeridos. Así estaban de doblemente contentos.

También te puede interesar